"Cuando escribo poesía sufro, porque hablo de lo que perdí"

"Cuando escribo poesía sufro, porque hablo de lo que perdí"

El escritor simoqueño, radicado en España, afirma que el exilio le ha provocado una herida que aún sangra. Una anécdota con Borges.

COMPROMISO. A Leiva le interesan la verdad y los sentimientos. Por eso su poesía es tan poderosa. LA GACETA / FOTO DE INES QUINTEROS ORIO COMPROMISO. A Leiva le interesan la verdad y los sentimientos. Por eso su poesía es tan poderosa. LA GACETA / FOTO DE INES QUINTEROS ORIO
29 Septiembre 2011
"La pintura es poesía muda; la poesía pintura ciega". Lo decía el gran Leonardo Da Vinci y lo ratifica Ángel Leiva, el poeta y pintor tucumano (simoqueño para ser más exactos) que disertó en Tucumán días atrás sobre un tema que marcó a fuego toda su obra: la literatura del exilio.

"Dicen que cuando vengo a Tucumán paso como el viento o como un tren. La comparación no es odiosa. Por el contrario, me halaga, porque mi familia fue ferroviaria. De todas formas, para no volver a pasar como el viento, ahora estoy realizando gestiones con la UNT para concretar el anhelado proyecto de publicar mi obra completa. Espero llegar a buen puerto", confiesa el escritor.

Nacido en el corazón de Simoca hace 70 años, Leiva está radicado en Sevilla, donde alterna su actividad docente con sus facetas de poeta y pintor. "Lo de la pintura siempre estuvo muy escondido. Recién en los últimos años salió a la luz. Y resulta que ahora mi fama como artista plástico está empezando a opacar a la del poeta", destaca sonriente. No le molesta, por supuesto. Como Leonardo, Leiva concibe al arte como un todo. Sin diferencias de género. "Muchos críticos no saben dónde ubicarme", alega.

Entre luminarias
Inquieto por naturaleza, el escritor tucumano, que emigró en los años 70, frecuentó a algunas de las luminarias de las letras americanas, como Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Ernesto Cardenal. "Tengo esos encuentros grabados y estoy analizando si los voy a publicar en la edición de mis obras completas. Es algo que me están pidiendo las editoriales, sobre todo las de España", señala. Aunque tiene sus dudas. "La cuestión es que algunas de estas conversaciones son tan personales que si las publico me parece que traiciono la naturaleza intimista de las charlas. En una de ellas, por ejemplo, Borges canta una milonga. ¿Te imaginás a Borges cantando?", declara.

Frecuentar a esos escritores le dio a Leiva otra perspectiva del mundo de las letras. "De ellos aprendí una cualidad suprema que prima en los grandes artistas: la humildad. Cuando conocí a Borges, por ejemplo, descubrí que todo lo que se decía de él no era cierto. Borges era un hombre humilde al extremo, inteligente y genial, pero muy sencillo. Vivía rodeado de una frugalidad extrema", enfatiza.

De inmediato cuenta una anécdota que pinta a Borges de cuerpo entero. "Un día íbamos caminando por una calle del centro y descubrí que la gente se paraba a mirarlo. Él ya estaba ciego y por eso yo lo llevaba del brazo. A medida que pasábamos se iba abriendo un sendero entre la multitud, lo cual me asombró. Era como si yo fuera en compañía del Mesías. Y le dije: ?Borges ¿sabe lo que está sucediendo??. Y él me contestó: ?no lo sé, dígamelo usted?. ?La gente se detiene para verlo pasar?, retruqué. Entonces él me contestó algo que quedó grabado para siempre en mi memoria; me dijo: ?sáqueme ya mismo de aquí; no me haga sentir un desdichado?. Así de humilde y tímido era", declara.

Profeta en tierra ajena
Su destierro forzado (tuvo que irse porque fue perseguido en la época de López Rega) le provocó una profunda herida que aún no cierra. "Durante mucho tiempo fui amenazado, incluso cuando ya estaba en Estados Unidos. Hasta llegaron a secuestrar a mi hermana para infundirme miedo. Yo no sé por qué sucedió eso, siendo que no tenía un compromiso político concreto. Era un simple estudiante con inquietudes intelectuales y algunos antecedentes literarios", asegura.

Ese destierro le permitió ser famoso en otras tierras, menos en la suya: "nunca tuve en la Argentina el reconocimiento que alcancé, por ejemplo, en Estados Unidos o en España. Incluso en Tucumán mi obra es prácticamente desconocida. Y eso me duele un poco".

En cuanto a su poética, Leiva afirma que le gusta el concepto de la verdad y, sobre todo, el del sentimiento. "No escribo por una respuesta técnica, sino por impulso -subrayó-. Cuando escribo poesía sufro, porque hablo de todo lo que me ha pasado. Pero no sólo canto a lo que se pierde, como diría Machado, sino también a lo que tengo".

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