Sábato deja su huella en los argentinos

Sábato deja su huella en los argentinos

Hoy como ayer, la escritura de Ernesto Sabato, nacida bajo el signo de la vanguardia, sigue exhortando a las recientes generaciones para que no se conformen con nada menos que con la totalidad de la experiencia vital, con nada menos que con "la fidelidad a lo que cada uno cree su destino"

ESPERANDO SU DESTINO. Hombre de rupturas y vanguardias, Sabato siempre estuvo dispuesto a transgredir, a cruzar el umbral hacia lo desconocido. FOTO de ALDO SESSA ESPERANDO SU DESTINO. Hombre de rupturas y vanguardias, Sabato siempre estuvo dispuesto a transgredir, a cruzar el umbral hacia lo desconocido. FOTO de ALDO SESSA
02 Mayo 2011
Por María Rosa Lojo
Para LA GACETA - Buenos Aires

Para ciertos sectores de opinión, Ernesto Sabato, consagrado como "prócer cultural", habría excedido su propio tiempo, se habría convertido, en vida, en monumento y estatua de sí mismo. Los que hoy ocupan (o se atribuyen) en el campo intelectual argentino una posición de "vanguardia", difícilmente lo admitirían como antecedente de sus propias obras, y menos aún estarían dispuestos a verlo como un miembro supérstite de esa clase de artistas: los que rompen o desvían los cánones vigentes para buscar nuevas formas de expresión.
Sin embargo, el ingreso de Sabato en la literatura ocurre bajo el signo de la ruptura y la rebelión. Ruptura, en primer lugar, con las formas consolidadas, cómodas, previsibles, de una carrera científica. Su tránsito de la ciencia a la ficción (mundos considerados incompatibles por el cerrado ambiente académico de las "ciencias duras" en aquel entonces) causó perplejidad y rechazo, tanto como si una honesta ama de casa decidiera, de pronto, entregarse a las drogas y a la prostitución, diría Sabato mismo, con eficaz sarcasmo, años después.
Ruptura, en segundo lugar, con las formas amables y las "buenas costumbres" literarias. París, meca científica, Ciudad Luz, foco de la razón y sede del Instituto Curie, donde Sabato trabajaba en 1938 como becario distinguido, tiene un reverso oscuro: el mundo nocturno de caves, poblado de iconoclastas, frecuentado por surrealistas y dadaístas: André Breton, Tristán Tzara, Marcel Ferry, el pintor Domínguez, se dan cita en esos espacios donde se desarman las palabras, se componen cadáveres exquisitos y las especulaciones metafísicas se subsumen en la deriva hacia mundos oníricos. Por esa puerta falsa -camuflada bajo las nítidas y respetables apariencias del día- Sabato ingresa en las ambigüedades de la ficción, siempre estrechamente ligada, en su caso, con los aspectos más revulsivos del romanticismo y el surrealismo. Sus novelas ofrecen al lector innovadoras entradas imaginarias (algunas, de siniestro esplendor) a Buenos Aires, ciudad-cosmos, a la historia argentina, a la condición humana.
Hoy como ayer, la escritura de Ernesto Sabato, nacida bajo el signo de la vanguardia, sigue exhortando a las recientes generaciones para que no se conformen con nada menos que con la totalidad de la experiencia vital, con nada menos que con "la fidelidad a lo que cada uno cree su destino" (La resistencia, pág. 136). Es una invitación a la nictalopía: la capacidad de ver en la tiniebla, de encontrar una senda en ella, de avanzar a pesar de los obstáculos, de descubrir sus secretas riquezas.
Es, también, una exhortación al pensamiento utópico. No casualmente Antes del fin termina con estas palabras, escritas a los 87 años: "....el obstáculo no impide la historia... el hombre sólo cabe en la utopía. Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido".
Para Sabato, la actual "noche de Occidente", punto extremo de la cosificación, la fragmentación, la alienación de lo humano, no es el fin de un camino, sino un pasaje, y su propia muerte cercana como individuo aparece transfigurada en la luz inminente que aguarda en el fondo de ese tránsito. Sus últimas palabras testimoniales siguen señalando el camino del nictálope, la luz que alumbra en el corazón de las tinieblas, la posición de la vanguardia: los que van hacia delante, dispuestos a transgredir, esto es, a cruzar el inhóspito umbral de lo desconocido.
© LA GACETA

María Rosa Lojo - Escritora, doctora en Letras  
de la Universidad de Buenos Aires. Autora 
de Sabato, en busca del original perdido. 

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