El taxista tucumano que maneja con traje

El taxista tucumano que maneja con traje

Tiene 65 años y trabaja con saco, camisa y pantalón haciendo juego. Una sorpresa para los pasajeros.

40 AÑOS DETRAS DEL VOLANTE. Carlos Saavedra heredó de su padre el gusto por la elegancia. LA GACETA / DAVID CORREA 40 AÑOS DETRAS DEL VOLANTE. Carlos Saavedra heredó de su padre el gusto por la elegancia. LA GACETA / DAVID CORREA
28 Septiembre 2010

De punta en blanco. Todos los días, cuando el sol aún duerme, Carlos Alberto Saavedra, de 65 años, busca el saco adecuado para que haga juego con la camisa y el pantalón. Desayuna y sale a dar vueltas por las calles de la capital a bordo del taxi que maneja. Su madre le dijo alguna vez, de pequeño: "siempre bien arreglado y con respeto, especialmente a las mujeres". Desde ese momento, nunca dejó de honrar el mensaje.

Hijo de un reconocido sastre, que tuvo su negocio en 24 de Septiembre al 300, don Saavedra es el mayor de cinco hijos. De sus padres heredó los secretos de cómo hacer un saco a medida. Sin embargo, a los 18 años, rompió con el mandato familiar y se subió a un camión para llevar alcohol hacia Buenos Aires y traer nafta desde allí. "Me casé de chico así que, después, dejé la ruta para meterme en un auto de alquiler y quedarme en la ciudad. Quería estar cerca de mi esposa y de mis hijos", contó.

No obstante, su aspecto elegante nunca lo abondonó. "Desde changuito vestía bien por la profesión de mi papá y me acostumbré a ello, aún cuando tuvimos malos momentos económicos. Además, él siempre nos decía: ?la mejor ropa es para los peores momentos; eso ayuda?. Y nunca me olvidé de esas palabras", narró.

Contó a LA GACETA que por su aspecto suele llamar la atención de algunos pasajeros. "Para mí es normal, lo que pasa es que en Tucumán ya no se viste como antes; tampoco los choferes usan buenas ropas. Tengo algunos amigos taxistas y yo les sugiero que se vistan bien; eso les gusta a los clientes", relató.

Pese a que gran parte del día está detrás del volante, contó que se las rebusca, por gusto, para despuntar su amor por la sastrería. "Aprendí a bordar, a tejer y a hacer ropa. No puedo olvidarme de esa enseñanza", culminó, con una franca sonrisa de abuelo sastifecho, que todos los fines de semana recibe los mimos de sus 11 nietos. LA GACETA ©

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