BUENOS AIRES.- En su mensaje de Navidad, el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, cuestionó el aborto y el matrimonio homosexual y pidió a los argentinos que no se dejen engañar por los ídolos que no nos pueden prometer absolutamente nada. "Acaso una madre se puede olvidar del hijo que lleva en sus entrañas. Aunque una madre se olvidará, yo no me voy a olvidar de vos", dijo Bergoglio citando al profeta Isaías.
Durante el sermón de la Misa de Gallo en la Catedral metropolitana, el arzobispo también pidió a los argentinos que se dejen querer "por el amor tierno, tan de madre y de padre con el cual Dios se manifiesta".
"El pueblo siempre tuvo la tentación de caer en idolatría. La historia no cambia: hoy nos pasa lo mismo. Tenemos oscuridades en el corazón, oscuridades en la familia, en la ciudad, en el país y en el mundo. Oscuridades existenciales que queremos solucionarlas con más oscuridades", afirmó el cardenal.
Semanas atrás, el cardenal mantuvo un duro cruce verbal con el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, porque este último no apeló un fallo judicial, por el cual se autorizó el casamiento entre dos varones.
Rescate
En otro tramo de su mensaje, Bergoglio pidió que se recupere el espíritu original de la celebración de Navidad y cuestionó que en las Fiestas prime el sentido comercial por sobre el verdadero sentido, que es el religioso, y advirtió: "nos han secuestrado la Navidad". "Hay que rescatarla. Rescatarla abriendo el corazón a la luz a través de la señal: un niño, que nos marca la ternura de Dios", subrayó.
En esta línea, aconsejó a los argentinos que no se dejen seducir por "luces que no son verdaderas, farolitos de artificio, o por grandes fuegos artificiales que iluminan un minuto y después se van".
Mansedumbre y paciencia
"Parece que la Navidad es correr detrás de las lucecitas, colmar los shoppings abiertos hasta las 4 de la mañana, todos apurados y con la cabeza en mil cosas", dijo. "Después cuando reposamos un poco, ya se nos pasó", agregó.
El arzobispo propuso dejarse iluminar por la luz de Dios, que "ilumina con mansedumbre y con paciencia, pese a que nuestro corazón rebelde prefiere la lucecita del momento, propia de un ídolo, a la gran luz del Hijo que se manifiesta".