El secundario en su encrucijada

La adopción de criterios de convivencia más flexibles que los actuales es un reto para el sistema. Por Noralía Jabif - Editrora de Cultura.

23 Octubre 2009
El anuncio de los ejes del nuevo secundario ha causado revuelo, en particular en lo que se refiere a la reformulación de las normas disciplinarias. El ministro de Educación, Alberto Sileoni, estuvo en Tucumán esta semana; y si bien dijo que las amonestaciones no serán eliminadas de cuajo, apostó en favor de normas de convivencia que, de hecho, serían una suerte de "probation" para los alumnos trangresores. La tesis del ministro es que si el chico repara el daño que él ha causado, aprende más que si se le aplica una sanción disciplinaria. Por el revuelo causado, el ministro tuvo que salir al llano, para que quedara en letra de imprenta que la figura de las amonestaciones no se suprimirá, pero quedará como último recurso.
También revolvió los ánimos el cambio en el sistema de evaluaciones; la consigna es que primen los criterios de retención por sobre las modalidades expulsoras. La idea, se advirtió desde el Ministerio, no es la promoción de curso a cualquier costo, sino el afianzamiento del alumno en los contenidos curriculares, con un apoyo institucional. Al fracaso escolar de un alumno,  afirman, no hay que verlo "como una cuestión individual".
Con esa aparente flexibilización de algunas normas, afirman, se quiere frenar la avalancha de jóvenes que tienen que abandonar el colegio por embarazo temprano o porque trabajan. Pero es indudable que esa ventana se abre para todos.
 Para poner en marcha un cambio pedagógico como el pretendido, se requieren docentes muy entrenados en por lo menos dos frentes: pedagógicos (el uso de nuevas tecnologías como puente intergeneracional no es un tema menor) y psicológicos.
 Por todo eso, los interrogantes que ha planteado el secundario obligatorio no terminan en el claustro relativo a los alumnos: los gremios han cuestionado que no se los haya hecho parte del debate sobre la reforma del nivel medio. Dicen que a ellos les incumben tanto los cambios en los contenidos -lo cual es cierto- como las cuestiones relativas a la distribución de las horas de clase. Desde el Gobierno se les ha respondido que el año pasado se realizaron jornadas de consultas y debates. Los docentes, por su parte, opinan que eso fue apenas un aperitivo.
 Los ministros de Educación de todas las provincias también definieron qué materias estudiarán los chicos a partir de 2010. Dicen que, si bien habrá bachilleratos con orientaciones, se vuelve a nombrar las cosas por su nombre: lengua y literatura, matemáticas, ciencias naturales, física, química, historia, geografía y educación física, sumado a formación ética y ciudadana, educación sexual y vial, tecnología e idiomas. Frente a los cambios en los mecanismos de evaluación y de disciplina, sobrevuela la necesaria negociación entre la escuela que exige y la escuela que incluye.
 Sileoni asegura que es posible conciliar lo que parece irreconciliable. El tiempo, y las nuevas prácticas, dirán si esa percepción del ministro se ajusta a la realidad, en estos  tiempos "en red"  en los que se han diluido los conceptos tradicionales de autoridad, y en los que a muchos padres se les han quemado "los papeles". Tiempos en los que, como dijo el experto en Comunicación Fernando Irigaray, que participa en Tucumán en el Congreso RedCom: "hoy existe la idea de que no hay un único dueño del conocimiento, de que al conocimiento lo ejecutamos entre todos. Aunque a veces no sea más que una ilusión".

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