Suecos negros

Suecos negros

Por Hernán Carbonel - Para LA GACETA - Salto (provincia de Buenos Aires).

07 Diciembre 2008


“…no dude en llamar a la policía.
Pregunten por Kurt Wallander”

1-
Vayamos al principio de las cosas:
Kurt Wallander tiene 42 años y es jefe de Policía en la ciudad de Ystad, una campiña sureña de la Escania sueca, un lugar donde son habituales la lluvia, el viento helado, las nevadas, la niebla y el aguanieve.
Su esposa lo ha abandonado hace apenas unos meses; está enamorado de una señora casada y en sueños tiene un affaire erótico con una mujer de color. Ha comenzado a beber en demasía y la barriga le crece más de lo debido. Su hija, a la que nunca ve, está a punto de irse a estudiar a Estocolmo a convivir con un africano. Su padre tiene principio de demencia senil y hace décadas pinta, una y otra vez, el mismo cuadro. Presa del insomnio, el exceso de trabajo y sus incertidumbres personales, Wallander apenas si duerme unas pocas horas por noche.
El caso al que se enfrenta es el más intenso de toda su carrera como policía: el doble asesinato de un matrimonio de granjeros en Lenarp y el consecuente rebrote xenófobo de una comunidad extremadamente sensible a las políticas migratorias del país.
Como queda evidenciado, no es una situación cómoda la de Wallander. Por lo que parece, no es fácil ser jefe de Policía en Suecia.

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2-
Son esas las circunstancias que le tocan vivir al personaje en Asesinos sin rostro, la primera novela escrita por Henning Mankell de la saga Kurt Wallander, editada en castellano en 1991 en la Colección Andanzas de Tusquets. Si bien Mankell es dramaturgo y autor de narraciones infantiles, entre otras obras, es esta saga la que lo volvió un autor multipremiado (entre ellos, el Premio Pepe Carvalho de novela negra) y que se vio convertida en miniserie para la televisión sueca.

3-
Escribió Ricardo Coler en el número 41 de Lamujerdemivida: “Existe un lugar donde la gente es alta, rubia y de ojos claros. Donde a nadie le va mal, todos viven bien y encima les sobra tiempo. Trabajan a conciencia, pensando en los demás y, si alguno se equivoca, el Estado lo ayuda para que no se note, le sea leve y sufra lo menos posible. El Estado cuida de sus ciudadanos. Esa es la pasión de sus funcionarios. Ninguno quiere aprovecharse ni se tienta con sacar partido ni termina defraudando a los votantes. No hay corruptos ni perversos y tienen alquilado el cuadro de honor del nivel de vida. Difícil que tanta perfección se logre sin alguna jugada oscura, sin un poco de sangre”.

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4-
Las palabras de Coler se cuelan en lo que intenta expresar y expresa con claridad Henning Mankell en esa primera novela de la saga Wallander. Hay ahí una idea que vuela explícitamente sobre la novela, además de la relación de la policía con la prensa: los inmigrantes ilegales.
La mujer del matrimonio brutalmente asesinado es quien alcanza a balbucear, antes de morir, la palabra “extranjero”. Al trascender la versión en los medios, se desata una especie de cacería humana: alguien dispara y mata a un somalí a orillas de un campo de refugiados, otros incendian una barraca para inmigrantes. Un asesinato se convierte en “una excusa excelente para sacar las armas y empezar a disparar a los refugiados”.
Según Wallander, es obra de movimientos que entran “en una fase más nueva y peligrosa. Ya no pintan frases propagandísticas en las calles. Ahora se tiran bombas incendiarias y se mata”. “¿Qué hay detrás?”, se pregunta. “¿Cómo se puede cometer un crimen de esa clase?”. “¿Sólo porque da la casualidad de que es negro?”. “¿Cómo es el aspecto de un no sueco?”.
Crece la hostilidad hacia los que llegan al país, africanos y de Europa del Este en su mayoría (recordemos que es principios de la década del ‘90, pos caída del Muro). Prejuicios raciales donde es explícita la idea del otro, la angustia del ciudadano común y corriente frente a lo desconocido. La idiosincrasia de un país donde la gente teme que la molesten: nada más sagrado que sus costumbres.
Y es imposible, entonces (aunque la novela lleve ya más de 15 años editada), no dar con un evidente paralelismo entre Asesinos sin rostro y la fuerte política antiinmigratoria de muchos de los países de la Europa de hoy. Quizás por eso Henning Mankell vive en Mozambique.
© LA GACETA

Hernán Carbonel - Escritor y periodista. Su último libro es El caso Arroyo dulce.

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