El libro es un camino para descubrir nuevos mundos

El libro es un camino para descubrir nuevos mundos

El escritor y docente David Lagmanovich, que integra desde hace una semana la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, reivindica la tarea de formación de sus pares universitarios.

RECONOCIMIENTO. El flamante académico afirma que su designación es un gesto de Buenos Aires hacia los intelectuales honestos de las provincias. LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI RECONOCIMIENTO. El flamante académico afirma que su designación es un gesto de Buenos Aires hacia los intelectuales honestos de las provincias. LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI
28 Septiembre 2008
Se podría pensar que en la casa de infancia de David Lagmanovich había una inmensa biblioteca. Pero el flamante académico de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires echa por tierra esa presunción. "En mi casa éramos muy pobres, y creo que los primeros libros que leí, que me llevó mi padre, fueron Corazón, de Edmundo D? Amicis, y un libro de un astrónomo argentino, Martin Gil, "Milenios, planetas y petróleo", cuenta, y alimenta el argumento de que un lector puede nacer en el momento menos pensado.
En medio siglo, el autor de "Los cuatro elementos" (tal el título de su último libro de microrrelatos, publicado en 2007 en España) les ha puesto el cuerpo y el corazón a la palabra y a la escritura. Ensayista, cultor del cuento breve, profesor de Literatura en universidades argentinas, brasileñas, norteamericanas y europeas , lingüista y periodista (cubrió distintas funciones en LA GACETA), Lagmanovich ha escrito una veintena de libros, entre los cuales hay algunos dedicados a la Crítica, como "Códigos y rupturas" (publicado en Italia) o " El microrrelato, teoría e historia", que ya se han convertido en obras de referencia en el mundo académico.

- ¿Qué hará que alguien se acerque a la lectura sin padrinos, y sin biblioteca familiar?
- Bueno, uno lo va descubriendo; va descubriendo que hay otras maneras de ver el mundo. Que existen las novelas, por ejemplo.

-¿Qué pensó cuando lo designaron miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, hace una semana?
- Creo que el gesto de nombrarme es más que un gesto hacia una sola persona; que es un reconocimiento de Buenos Aires, que siempre ha sido tan aislacionista, hacia los intelectuales que trabajan honestamente en las provincias argentinas.

- ¿Por qué le parece que se ha dado esta apertura?
- Ha ido avanzando un cierto sentido de que no todo termina en la General Paz. Y eso se manifiesta también en la política. Ya era hora, por otra parte, porque ha habido que andar mucho, desde las Guerras del Siglo XIX, para que se empiece a reconocer que aquí puede haber escritores, pintores, hombres de ciencia....

-¿ Hay un diálogo entre el intelectual porteño y el intelectual de las provincias?
- Alguna que otra vez, no como algo habitual. Yo he enseñado en la UBA, y he tenido muy buen diálogo con Beatriz Sarlo, David Viñas, Josefina Ludmer, entre otros. Y cuando me volví a Tucumán, en 1988, eso se rompió.

-Desde la política ¿se puede cambiar esa situación?
- Desde la política se puede cambiar eso. En México, la Secretaría de Educación Pública, que es como nuestro Ministerio de Educación, publica una serie que se llama "Libros de Tierra adentro". Auspician tanto la publicación de libros que se editan en el Distrito Federal como en el resto de México.

- Aquí, esa debería ser una función del Fondo Nacional de las Artes...
- Así es, en ese sentido, las instituciones han tenido acá un retroceso muy grande. Hace poco estuve hojeando mi primer libro, que se llama "Circunstancias", de 1961, que tenía ilustraciones de mi compadre, Juan Lanosa. Ese libro estaba publicado en dos series que habíamos lanzado desde la peña "El Cardón" Raúl Galán y yo. Y ahí leí un agradecimiento al FNA por la subvención que le había permitido poner en marcha esta serie de ediciones.

- Este año, el Fondo Nacional de las Artes ha publicado una antología de la Poesía del NOA, coordinada por Santiago Sylvester.
- Así es, pero aportan para libros aislados. No veo que haya un apoyo sostenido para los escritores del interior.

- ¿Sigue la producción en las nuevas generaciones?
- Sí, se mezclan aquellos que vienen del ambiente académico, y que en algunos casos son excelentes poetas, como César Juárez, entre otros, con aquellos que vienen de otras disciplinas. Pero hay otros que no tienen nada que ver con la producción del ambiente de la Universidad. En realidad, debemos hablar de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Allí, los profesores alientan a sus alumnos, a pesar de los paros, de los salarios, de las adversidades. Son admirables. Yo conozco la realidad de Filosofía y Letras, pero me imagino que debe pasar lo mismo en otras facultades.

- En su producción, ¿usted se ve a usted mismo?
- Sí, sobre todo en mi poesía, y tal vez no tanto en la narrativa. Me parece que la narrativa, tanto como se la considera ahora , ya sea en el microrrelato o en otras variedades, es más experimental. Y ese experimentalismo hace que sea difícil concebirla como un documento autobiográfico. Aunque hay un libro mío que es muy autobiográfico, "Cuadernos del espósito", que no se conoce mucho aquí, porque fue publicado en México.

- Usted es un cultor del microrrelato ¿Por qué se ha puesto de moda el microrrelato?
- Antes de que se hablara del microrrelato, yo ya había escrito dos o tres textos que son como los microrrelatos que escribimos ahora. Lo publiqué en Tucumán, entre 1960 y 1961. "Réquiem y otros cuentos" se llama el libro.

- ¿Por qué irrumpe ahora como una moda?
- Porque los movimientos literarios no siempre son una explosión. A veces hay un proceso de sedimentación. Ahora estoy escribiendo "Brevedad con be de Borges", y estoy trazando el desarrollo del microrrelato en la obra de Borges. Desde que empezó esta moda, siempre hemos dicho que tenemos tres grandes figuras que son como los fundadores del microrrelato en la Argentina, que son Borges, Cortázar y Denevi. Pero antes y después de ellos ha habido microrrelatos. Los movimientos literarios no siempre son una explosión, sino que hay ciertos procesos para ir llegando a determinadas postulaciones. Yo he trazado una especie de historia intelectual previa, que abarca diversas disciplinas: por ejemplo, la arquitectura del Bauhaus, la música del Círculo de Viena, con Schoenberg y Alban Berg...

-¿Lo que lo define es la economía de los elementos?
- Efectivamente, es la economía de los elementos, el rechazo a todo lo ornamental, el horror al énfasis, a aquello a lo que Groussac le llamaba el floripondio. Hay composiciones para orquesta de Alban Berg que duran dos minutos y diez segundos.

- Usted que ha escrito sobre Cortázar, ¿también ha sido su amigo?
- Sí, aparte de ser un maravilloso escritor, ha sido un hombre de una calidad humana extraordinaria. El había leído algunas cosas que yo había escrito sobre él. Nos comunicábamos por correo; yo estaba en Washington, y él vino a Nueva York. Ahí nos vimos personalmente. Creo que "Rayuela" es un libro fundamental en la lengua española del Siglo XX. Me acuerdo que caminamos incansablemente por Manhattan, y muchas de las cosas de las que hablábamos eran las cosas de las que hablan dos amigos. Por ejemplo, de las mujeres. El era un hombre más bien tímido, pero me contaba de los avances de determinadas mujeres, entre ellas una señora cuyo nombre no voy a revelar. Me contaba que esa mujer había avanzado tanto, que prácticamente la tuvo que correr.

- ¿Cuesta publicar hoy en la Argentina?
- Gente como yo, y otros que conozco, tenemos la desgracia de que todo lo que hacemos, como libros de poemas y algo de narrativa breve, es rechazado en bloque por las editoriales. Y los escritos académicos son publicados por universidades, y no se distribuyen correctamente, no se difunden. Pero por primera vez en mi vida estoy publicando para una pequeña editorial española de narrativa breve, "Menos cuarto". Allí he publicado tanto obras sobre microrrelato como textos de microrrelato, entre ellos "Los cuatro elementos", el año pasado.

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