Se reabre un símbolo de la historia azucarera

Mañana inauguran las tareas de revalorización de la casa del Obispo Colombres y el museo podrá ser visitado por el público en general.

BELLEZA EXTERNA E INTERIOR. Los jardines deslumbran con sus caminerías de ladrillo, mientras que los paneles explican las características arquitectónicas de la casona y la evolución de la actividad azucarera en la provincia. BELLEZA EXTERNA E INTERIOR. Los jardines deslumbran con sus caminerías de ladrillo, mientras que los paneles explican las características arquitectónicas de la casona y la evolución de la actividad azucarera en la provincia.
23 Julio 2008
En su interior atesora casi dos siglos de la historia azucarera de Tucumán. La casa del Obispo Colombres, en el parque 9 de Julio, constituye uno de los testimonios más antiguos de la arquitectura del siglo XIX en la provincia. Y este año abre sus puertas al turismo totalmente revalorizada y con más información acerca de la industria característica local.
Mañana a las 20.30 quedará formalmente inaugurado el renovado "Museo de la industria azucarera", informó la Municipalidad de la capital. A partir del viernes, vecinos y turistas podrán visitar el solar de martes a domingos de 9 a 19. Guías especialmente capacitados acompañarán los recorridos por la casa, que fue declarada Monumento Histórico Nacional.
La casona pertenecía al obispo José Eusebio Colombres, ilustre religioso tucumano, congresal de 1816 y uno de los principales impulsores de la industria azucarera. En la casa se instaló uno de los primeros trapiches de la provincia, que eran de madera, entre 1817 y 1819, y allí se elaboraba azúcar, a partir de la caña, en forma artesanal. 

Recreación
Con las tareas de revalorización se buscó recrear la casa quinta, tal como era en su origen, cuando funcionaba como un lugar de producción artesanal, antes de la época industrial. "El objetivo del proyecto fue devolverle a la construcción las características que tenía a principios del siglo XIX", expresó el intendente, Domingo Amaya.
Para iniciar los trabajos, fue necesario efectuar una investigación arqueológica y documental de la historia de la casa. Luego, en una primera etapa, se recuperó el edificio principal y la construcción lateral del museo, informó la Municipalidad. Se repararon los techos y se recuperaron las tejas originales.
En las paredes se restauró el revoque de barro y se recuperó toda la carpintería de ventanas, puertas, vigas, escaleras y pisos. Por último se efectuó pintura general, en la que se respetaron los colores originales del solar. También se instaló un nuevo sistema eléctrico y de iluminación del edificio. Además, se acondicionaron los baños públicos en la parte posterior de la casa.
"El objetivo es ofrecer a los que visiten nuestra ciudad un paseo de gran valor histórico, renovado y recuperado de manera integral para convertirse en un fiel testimonio de la historia de nuestra provincia", señaló Amaya. La bellísima casona de dos plantas con recova, cuyas arcadas miran al norte, atesora muebles que pertenecían al obispo, retratos de algunos gobernadores tucumanos y colecciones de monedas y billetes antiguos.
Para comprender mejor la historia se instalaron paneles explicativos que, en conjunto, ilustran acerca de las características arquitectónicas de la casa y de su evolución e importancia histórica.

El recorrido
Uno de los mayores atractivos del museo es el trapiche, construido en madera de quebracho. También se puede observar el trapiche a vapor que reemplazó al anterior en los últimos años del siglo XIX.
Pailas, cucharones, espumaderas y bateas pertenecientes al primitivo ingenio artesanal forman parte del paseo y contribuyen para conocer la historia y la evolución de la industria azucarera en la provincia.
Otra atracción para los turistas es una Cholva (locomotora), que era utilizada para los trenes que circulaban dentro de los ingenios para transportar la caña de azúcar, y un camión cachacero que abonaba las tierras. En una segunda etapa, las tareas de revalorización se centraron en el exterior del solar. Se plantaron naranjos e higueras a los costados de la casa, respetando datos encontrados en el testamento del obispo Colombres.
Todos los elementos que habían sido donados por ingenios, y que se encontraban al frente del edificio, se colocaron en la parte posterior, para jerarquizar la construcción y reproducir la apariencia que tenía en el siglo XIX. También se construyeron caminerías de ladrillo, que eran típicas de aquella época.

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