"Por un momento, sentí que estaba en el infierno", dijo Heredia

"Por un momento, sentí que estaba en el infierno", dijo Heredia

La esposa del colegiado, que está embarazada, no quiere que dirija nunca más un partido.

REPOSO. Heredia retornó a su casa y recibió el apoyo de sus colegas. REPOSO. Heredia retornó a su casa y recibió el apoyo de sus colegas.
01 Agosto 2005
"Voy a quemarle la ropa de árbitro. Lo que vivimos no se lo deseo a nadie". Así se expresó María Inés Apestey, la esposa de Rafael Heredia, víctima de la vehemente reacción de los hinchas de Santa Lucía. La mujer, que está embarazada -en un par de meses nacerá Valentina, la primera hija de la pareja-, asegura que nunca olvidará lo sucedido. Su marido fue a dirigir un partido de fútbol y terminó internado. Por suerte, lo peor quedó atrás. Ayer, ambos descansaban en la vivienda ubicada en el lote 1 de la manzana I del barrio Los Alamos, en Alderetes.
La calma que reinaba ayer en la casa de Heredia era la contracara del descontrol que hubo el sábado en la cancha de Ñuñorco. "Por un momento sentí que estaba en el infierno. La gente estaba enardecida. No había forma de detenerlos. La saqué barata, porque no sufrí heridas graves. Dios me protegió y, gracias a él, ahora estoy en mi casa", reflexionó el árbitro, tras abandonar el sanatorio donde fue internado.
Heredia recibió a LA GACETA en su dormitorio, pues los médicos le recomendaron que guardara reposo. Hoy le harán una ecografía en los riñones, porque siente dolores. Aparentemente, no hay lesiones graves, aunque en su rostro se observan secuelas de la agresión.
Por un momento, vuelven las imágenes de lo sucedido en Monteros. "Me atacaron entre 200 y 300 personas. Algunos ingresaron saltando la cerca olímpica; pero la mayoría lo hizo por el portón, que fue abierto intencionalmente. Alguien lo hizo para que esos vándalos ingresaran y nos pegaran sin contemplaciones", resaltó.
"Sólo pensé en correr y llegar al vestuario. Pero el túnel de acceso se veía muy lejos. Sentí miedo. Un sujeto tenía un arma blanca y me tiró dos puntazos, pero falló. A esa altura de los incidentes, los jugadores de Santa Lucía ya me habían agredido. Identifiqué a siete futbolistas y a dos auxiliares de ese equipo y los denuncié", indicó.
"Cuando trataba de escapar, caí, pero por suerte me levanté rápidamente. Si me hubiese quedado en el suelo, aún me estarían pegando. Me defendí como pude. No pensé en la muerte. Sólo quería salir de ese lugar", añadió. Y lo hizo, aunque en su cuerpo quedaron las huellas de la violencia.

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