¿Cuál será la escena que ayudaría a definir a estos comicios que hoy tendrán su acto final?

Una de las elegidas que seguramente ocuparía el “top ten” de las elegidas es el momento en el que la Corte Suprema de Justicia de la Nación suspende las elecciones de Tucumán. Esa escena obliga a subir al escenario –y a las marquesinas- a un actor secundario como Miguel Acevedo y obliga a Juan Manzur a bajarse definitivamente de la obra.

Otra escena impactante ocurrió el martes pasado ante las cámaras televisivas de LA GACETA. En los estudios de LG play cinco de los siete candidatos que pelean por la gobernación protagonizaron un hecho inédito: Se pusieron de acuerdo.

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Cuando los conductores de este programa especial debían abrir el debate libre se encontraron con un planteo inédito. Ricardo Bussi, Martín Correa, Osvaldo Jaldo, Federico Masso y Roberto Sánchez se habían puesto de acuerdo para solicitar que los cuatro minutos de debate libre se repartieran entre los candidatos de manera que no se produjeran los gritos y exposiciones superpuestas que suelen producirse en esas circunstancias.

Quedaba claro que después de las experiencias de los últimos 12 años los principales actores de la política sentían vergüenza por sus actitudes. También desnudaban su impotencia para revertir esas situaciones. Ellos se estaban postulando para conducir la provincia, para establecer leyes de conducta y para definir el futuro de más de un millón y medio de habitantes, pero venían demostrando no poder dialogar entre ellos en tres oportunidades de cuatro minutos. En síntesis, ponían en duda su idoneidad. Y, lo que es peor se los veía en vivo y directo por televisión.

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Tal vez los unió el espanto, pero no dejó de ser muy grato y una buena noticia que se pusieran de acuerdo y se repartieran esos cuatro minutos para que cada uno hablara lo que quisiese pero sin interrupciones ni gritos. ¿Será un punto de partida para cambiar esta sociedad tan agrietada?

Aquellos científicos que estudian el cerebro y nuestro comportamiento enseñan que el gran problema en el aprendizaje no suele ser aprender algo. En eso nuestras neuronas son campeonas del mundo. Aprender es algo fácil para nuestro cerebro. El problema está en desaprender aquello aprendido. Por eso tal vez les costaba tanto este acuerdo que los llevaba a no gritarse y a atenderse el uno al otro.

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Tal vez por eso es que en realidad los candidatos se repartieron tiempo para no interrumpirse pero no para escucharse. Ese tal vez hubiera sido un objetivo más noble para el ciudadano. No se distribuyeron tiempo de escucha sino el de silencio. O, tal vez, visto de otro modo, no lograron repartir tiempos para hablar sino, por el contrario, determinaron el tiempo en que debían callar.

Sin dudas, dieron un paso adelante al sepultar los gritos y los improperios, pero todavía les falta poder convertir esos 12 minutos divididos en tres, en un diálogo virtuoso en el que pudieran hablar y escucharse. Son talentos olvidados en la actividad política acostumbrada a gritarse y a buscar los puntos débiles del otro antes que el bienestar del ciudadano.

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Estos dirigentes políticos que intentan ordenar la vida pública y que hoy buscan revalidar u obtener nuevos títulos públicos no nacen de un repollo; hay ciudadanos que delegan su poder en ellos. Los debates libres venían siendo muy criticados porque no caía bien el barullo que ocasionaban los dirigentes. Como si la vergüenza del político también fuera de la audiencia que la veía. Por lo tanto pedían un cambio. Este martes, cuando no hubo ni gritos, ni reacciones fuertes, llegaron las críticas a LA GACETA añorando los viejos debates con descontrol. Estuvo más aburrido que otros, fueron los argumentos.

Droga, pecado y seguridad

La campaña electoral que terminó anoche en las redes sociales y el viernes por la mañana en los medios más tradicionales dejó varios condicionantes para la gestión de los próximos cuatro años.

El primero y tal vez el más grave para toda la sociedad es el tema de la droga. Ninguno lo trató con profundidad; sin embargo nadie pudo soslayarlo. Se habló de la ley de narcomenudeo. Se dejó en claro el deterioro social a causa del consumo de estupefacientes. Se denunció connivencia de dirigentes con personas vinculadas a la comercialización de la droga. No hubo acuerdos –aunque sí discusiones o peleas- sobre este tema. Distinto hubiera sido todo si se ponían de acuerdo. Al fin y al cabo la droga los unió como el debate televisivo. Si hubieran podido firmar un papelito con un compromiso de reducir en una millonésima el problema, los ciudadanos que hoy votan irían mejor a cumplir el deber cívico.

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El segundo tema que no pudo eludir la discusión fue el de los acoples. El futuro gobierno va a tener que analizar, poner en discusión y hacer algo con el sistema de acoples y la forma de elegir en Tucumán. En este tema sí pusieron la firma, porque de algún modo el arzobispado de la provincia los puso entre la espada y la pared y rubricaron que algo iban a hacer. Inesperadamente, la no transformación del sistema electoral podría convertirse en pecado.

El tercer tópico fue la seguridad. Esta responsabilidad que le compete a la provincia ya es un problema –y por lo tanto acción de campaña- de los municipios. Las cámaras, los policías uniformados, las camionetas con desagradables luces centelleantes, los comercios y casas enrejadas como cárceles y las armas se han vuelto moneda corriente en las calles. Por eso también cuando los candidatos deambularon para pedir la fidelidad del voto se ocuparon de la seguridad sin darse cuenta que hablar de ella es reconocer el fracaso político tanto de oficialistas como de opositores. Es que nunca pudieron firmar un acuerdo para trabajar en forma conjunta sobre este mal.

Descortés

El martes pasado también fue un día clave. Casi ningún político durmió siesta. No andaban juntando plata para esta carísima y mercantilizada campaña electoral. Tampoco estaban en sus búnkers trazando estrategias para que hoy todo saliera a la perfección. No durmieron siesta porque sus ojos estaban bien abiertos mirando el sitio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Cada cinco minutos, después del mediodía, apretaban la tecla F5 para actualizar la página digital. Querían saber si el alto tribunal nacional había decidido sobre las elecciones de Tucumán. Finalmente, hoy los tucumanos irán a las urnas. La Corte se abstuvo de opinar sobre la inconstitucionalidad de llamar a votar como manda la Constitución. El artículo 43 en sus incisos 5 y 6 dejan claramente establecido que el acto comicial se debe llevar a cabo hasta dos meses antes de la asunción de autoridades. ¿Por qué la Corte no se animó a suspender otra vez los comicios? Debió hacerlo si su preocupación es hacer que se respete la Constitución. Al haber callado contribuyó a engrosar los argumentos de sus detractores que la visten no con togas sino con camisetas partidarias.

La madre de las batallas

Hasta anoche los encuestadores trabajaban a destajo. Ellos también rinden examen hoy. Su reputación –como la de la política- baja por un tobogán pronunciado. No obstante, la vida pública convive y se alimenta con las encuestas. El deterioro de la imagen de los encuestadores no es patrimonio de los tucumanos. En todo el mundo vienen metiendo la pata y autodesprestigiándose. Movidos por un instinto de autoconservación no arriesgan tanto como en otras oportunidades. Así el margen de error o, mejor dicho de fracaso, será menor. Los expertos de esta disciplina auguran que la madre de la batallas de hoy estará en la Capital. Allí dos mujeres son las que muestran mayores probabilidades de triunfo, auguran los encuestadores. Sin embargo dos dirigentes que no serán candidatos son los que arriesgan mayor capital político. Ellos son Juan Manzur y Germán Alfaro. Ambos conducen las estructuras más fuertes de la provincia. Uno es gobernador y el otro intendente del distrito más importante de Tucumán. Sin ser los actores principales el resultado de lo que pase en la Capital puede ser determinante para sus futuros políticos.

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Por eso no es de extrañar que el mayor trabajo será para los fiscales y presidentes de mesa de la Capital que hasta la medianoche de hoy seguramente siguen contando y revisando uno a uno los votos de las escuelas de San Miguel de Tucumán.

En las primeras horas de mañana los afiches y gigantografías de las calles empezarán a degradarse. Es que muchas de las sonrisas parecerán desubicadas al contrastarlas con los resultados.

La taba está en el aire, es el tiempo del ciudadano, el mejor momento de la democracia.