Durante décadas, el test de Rorschach fue una de las herramientas más utilizadas en consultorios de psiquiatría para explorar la mente y la personalidad de los pacientes, además de ser un instrumento determinante en las entrevistas laborales. Aunque en la actualidad su uso clínico se ha reducido considerablemente, las famosas manchas de tinta siguen despertando interés tanto en el ámbito científico como en el cultural. La pregunta persiste: ¿por qué cada persona ve imágenes distintas en los mismos patrones?
El test de personalidad creado por el psiquiatra suizo Hermann Rorschach en 1921 tenía un funcionamiento tan sencillo como intrigante. El procedimiento consistía en mostrar al paciente una lámina con manchas simétricas y pedirle que describiera lo que veía. Para algunos, la figura podía parecer una mariposa; para otros, evocaba a una pareja abrazada o incluso una escena cargada de violencia. Esa diversidad de interpretaciones fue el centro de su atractivo y, al mismo tiempo, de las críticas sobre su validez científica.
Con el tiempo, la prueba perdió vigencia en los consultorios. Su fiabilidad como test de personalidad fue cuestionada por numerosos especialistas, lo que llevó a su paulatino abandono hace unos 20 años. Sin embargo, la capacidad de estas manchas de estimular la imaginación nunca dejó de despertar la curiosidad de investigadores de diferentes disciplinas.
¿Qué dice la ciencia sobre los resultados del test de Rorschach?
Un estudio publicado recientemente en la revista Plos One ofrece una explicación novedosa. Según la investigación realizada por un equipo de la Universidad de Oregón, en Estados Unidos, las manchas del test de Rorschach despiertan tantas interpretaciones porque tienen la naturaleza de los fractales, es decir, estructuras geométricas que repiten sus patrones a distintas escalas.
Los fractales son comunes en la vida cotidiana. Se pueden observar en la ramificación de los árboles, en los bordes de las nubes o en las líneas irregulares de las costas. Esta familiaridad con las formas fractales hace que nuestro cerebro reaccione de manera inmediata cuando se enfrenta a ellas.
Los investigadores analizaron las 10 manchas del test de Rorschach y observaron que las cinco en blanco y negro presentaban distintos niveles de complejidad fractal. El hallazgo clave fue que, cuanto menos compleja era la geometría de la mancha, más imágenes eran evocadas por los participantes.
Richard Taylor, autor principal del estudio, revisó registros históricos del test y encontró un patrón claro: a medida que disminuía la complejidad de los fractales, aumentaba la cantidad de objetos percibidos por los observadores. Por ejemplo, la primera mancha del test, considerada la menos compleja, generó cerca de 300 interpretaciones distintas. En cambio, la más compleja apenas llegó a 170.
El equipo no se quedó en la observación de las láminas originales. Crearon nuevos patrones fractales asimétricos con diferentes grados de complejidad y repitieron el experimento. Los resultados confirmaron la hipótesis inicial: a mayor complejidad, menor número de figuras reconocibles.
Más allá de explicar por qué cada persona percibe algo diferente en el test de Rorschach, el estudio abre una puerta interesante para el futuro de la ciencia. Taylor sostiene que comprender cómo el sistema visual humano procesa las formas fractales podría tener aplicaciones en el diseño de implantes de retina artificiales. En este sentido, el trabajo no solo revisita una herramienta clásica de la psicología, sino que también plantea posibles usos médicos de gran relevancia.