Carlos Duguech
Analista internacional
Muchos países involucrados en guerras de invasión (Rusia-Ucrania), asimétricas (la de Israel respondiendo al terrorismo de Hamas, en Gaza), civiles (en Sudán, en Yemen y otras más). Mientras esos ruidos atruenan en tantos cielos las enseñanzas que se vertieron en las conciencias y en las conductas de los líderes de los estados y las gentes, a partir de la IIGM, se fueron empalideciendo. Perdieron ya todo color. Como si la muerte por varias decenas de millones y las pavorosas destrucciones en Europa no significasen una fuerte lección. Y que el crimen de someter a “prueba” a la población de Hiroshima y de Nagasaki de un Japón presto a rendirse era aberrante. Aunque se evidenciaba una estructura militar con importantes grupos que abrevaban en la “liberación” que aseguraba el suicidio con honor. Un sector militarista del imperio dispuesto al sacrificio, sin treguas. El mismísimo Winston Churchill diría en sus memorias “La orden de lanzar la bomba atómica podía ser, tal vez, el único extremo que la historia juzgará seriamente cuestionable”
IIIGM: recurrente mención
Cuando la costumbre acelerada y densificada por el entramado universal de los sistemas de comunicación en tiempo real se instala -como un pentagrama de sórdida melodía- los anuncios, las suposiciones y los malos augurios cobran identidad, se corporizan. Y devienen en presencia. Y hasta llegan a consolidarse como un natural presagio ligado consecuentemente -así se lo percibe- como de cumplimiento ineludible. Lo de la IIGM no escapa a esa condición que señalamos. Ya no nos vestimos de traje y corbata para comprenderla. Nos basta seguir con pijama y chinelas, en la naturalidad de nuestra humana condición de transitorios y con plazo incierto. Convive en nuestra casa. Engorda nuestros miedos. Nos aprisiona frente al futuro que, sospechamos, inmediato. Tanto y tanto en el universo de redes y medios de todo color y pelaje que ya vivimos con una acompañante que se pega, papel-cazamoscas: “langustiaexistencial”. Y en ese estado ya no tanto importa ni el enjambre del pueblo, ni una próxima y probable pandemia de no sabemos qué “bicho”. La individualidad asumida, sin expectativas, con una condena de cumplimiento diferido, azaroso.
La ONU declaró la hambruna en el norte de Gaza, mientras que Israel negó las acusacionesSon muchas las nueces, parecidas unas y otras sólo imaginadas como imaginar una Hiroshima por 100, por 1.000… Y que sobrevenga una pandemia nuclear que diseñe el clímax de la angustia planetaria. En ese panorama que hasta con la omnipresente IA que tiene de honorable -digámoslo- autodefinirse como “artificial”, no halla sosiego el pensamiento recoleto de los juanes y las marías, que deambulan sin norte. Porque no hallan el camino y ni saben interpretar brújula alguna, así las tuviesen en sus alforjas viajeras de tanta trashumancia a toda vela.
Los fuegos y las brasas
Ninguna ceniza, cenizas históricas de las guerras, llega a estructurar razón, fundamento y mensaje. Y no hace docencia ni activa ni pasivamente para, siquiera, para empezar a dibujar palotes como en los años primeros de la escolaridad infantil. Uno está aquí, ahora. Pero aunque se empeñara en refrescar el marco de actuación de la persona citando a José Ortega y Gasset con aquello del “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo” concluirá en que no entiende su vigencia, sin norte, de su circunstancia. La de cada día, en cada lugar, de cada guerra presente y de la que se teme global.
Las circunstancias
Son dos, primordialmente, que predisponen al sistema de las reacciones humanas. En ese entorno personal inficionando climas de angustias por los días aciagos que se suponen, día a día, sobrevendrán con la marca de la “IIIGM”. Esta vez la “nuclear”. La última de una serie que colapsará. A la par de la humanidad, perdidosa la H.
Líderes europeos apoyan una cumbre trilateral entre Ucrania, Rusia y Estados Unidos; pero piden más participaciónTanto se simplifica sobre la magnitud “de lo que sobrevendrá” que solamente centra sobre dos “brasas” la angustiosa atención humana: la que genera Rusia con el “abrazo del oso” a Ucrania, esa antigua República Socialista Soviética que, con otras 14, conformaba ese polo del esquema bipolar URSS-EEUU. Y la otra brasa que arde desde que se tejió entre el 7 de octubre de los terroristas de Hamas y en esa mismísima fecha con el inicio de la represión a todo fuego y sin miras telescópicas para distinguir los impactos de muerte y destrucción “entre justos y pecadores”, por Israel. En síntesis: ni lo de Yemen, ni lo de Sudán, ni lo de Siria, ni lo de ningún otro brasero altera la sensación de un tiempo anormal de vida y subsistencia en el planeta. Los escenarios trágicos de “Rusia-Ucrania” y de “Israel-Gaza”, brasas a toda llama, vulnerarían por su continuidad sin arribos los cerrojos de las compuertas hacia un espantoso futuro. El que la Humanidad (de alguna manera hay que nombrar a la colmena de seres racionales y sensibles) no soportará indemne bajo el fuego abrasador del holocausto nuclear. Están las ojivas nucleares listas. Los misiles de crucero y balísticos dispuestos en sus rampas. Y el dedo acusador que pulsará el botón rojo de un lado, de otro y de otros arsenales. Ni la IA, ni la ONU con su morosidad e inoperancia-las más de las veces- nada podrá hacer. Ya nada, impotente, cuando el aire de los cielos se perturbe con el vuelo de los misiles hacia su destino trágico. Hay que precisarlo: una batalla nuclear -cumplido el primer segundo desde sus inicios- ya tiene marcado a fuego y muerte el objetivo. Como la condena de una “Corte de Dioses” de un Olimpo paradójicamente infernal. Coronación sin lauros de esa nueva categoría humana del padecimiento de “angustia existencial extrema”. Que se nutre de la propia realidad y de la oprobiosa figura que la anticipa: el hongo nuclear, que tantas y tantas veces se viene reproduciendo en miles de fotografías desde 1945.
¿Y la cumbre de Alaska?
Entre Vladimir Putin y Donald Trump, sólo un match entre egos. Sirvió para que el multimillonario de la Casa Blanca, más alto y corpulento que el presidente ruso, se permitiera dos objetivos: la elección del escenario en una base militar (ninguno de los dos es militar) en territorio comprado a Rusia (en 1867). Y además, en la base, alineados los modernísimos bombarderos B-21 Raider de EEUU (para armas atómicas) que Putin miraba de reojo (claramente se advertía) cuando caminaba por la alfombra roja de la pista. No más que eso. Match de egos: “Trump 1, Putin 0.”
Zelensky, acompañado
Trump, dueño de casa y Zelensky, con una compañía de significado estratégico: Emmanuel Macron (Francia), Friedrich Merz (Alemania), Alexander Stubb (Finlandia), Keir Starmer (Reino Unido), Giorgia Meloni (Italia), Mark Rutte, secretario general de la OTAN y Úrsula von der Leyen (Comisión Europea). Lo importante fue asegurar garantías para Ucrania y con el respaldo de los líderes europeos que, en rigor, se preocupaban de la seguridad de Europa frente a Rusia. Surgió de la reunión Trump-Zelensky, acuerdo para una reunión tripartita, sumado Putin. Lugar y fecha a determinar.
Donald Trump endurece su política migratoria: ordenó revisar 55 millones de visas por posibles infraccionesNetanyahu: invadir Gaza
La habilidad política del premier israelí es seguir ejerciendo tras el horroroso 7 de octubre por el terrorismo de Hamas. Su estilo, éste de invadir la ciudad norteña de Gaza, no tiene en cuenta a los rehenes. Ya dijo en una conferencia de Presidentes de Organizaciones Judías en EEUU el 18 de febrero del año pasado, que Israel no pagaría ningún precio por la devolución de los rehenes. Le valió críticas de los familiares, naturalmente.
Se puede suponer, que con su invasión anunciada la suerte de rehenes es incierta, por lo menos. En cualquier otro país ante una tragedia como la del 7 de octubre, por fallas en la seguridad, hubiera sido destituido inmediatamente.