Entre La Cumparsita y la piel del oso, Massa y un gastado juego a dos puntas

Entre La Cumparsita y la piel del oso, Massa y un gastado juego a dos puntas

Por Hugo E. Grimaldi - Columnista invitado.

Sergio Massa. FOTO TOMADA DE TWITTER Sergio Massa. FOTO TOMADA DE TWITTER
22 Julio 2023

Sergio Massa remienda y remienda y hace lo que puede para cerrar la misión casi imposible que se ha impuesto: la de arreglar con el Fondo Monetario aunque vuelva a atar con alambre la estructura (impuesto a las importaciones y dólar especial para algunas exportaciones) y conseguir divisas para regenerar las Reservas por un rato sin devaluar, atajar los penales del dólar blue que se le escapa y también los de un eventual traslado a precios de cualquier movida que haga, mientras a la vez conforta a sus socios más kirchnerizados y hace una campaña llena de promesas, cada vez más gaseosas. Una clara trampa para él, en la que se ha metido solo y de la que no logra zafar por su permanente estilo de redoblar la apuesta.

Con el caso FMI, al ministro-candidato le sale poco y nada, ya que promete y promete sin resolver y está más que claro que está jugando a dos puntas, su especialidad. Así, mientras toma conciencia a diario que le es imposible seguir el rumbo de las tres B (bueno, bonito y barato), le corren inexorablemente los tiempos electorales. Misión casi imposible la de Massa, quien debe tener seguramente una balanza de dos platos, en las que pesa de un lado lo que debe hacer por el bien de todos y en la otra, lo que tiene que hacer para beneplácito de sus mandantes.

Los políticos, en general, no tienen estos dramas morales ni aquí ni en el resto del mundo, pero en el caso del tigrense es muy particular porque él está inmerso en un microclima que además le cierra los caminos de la lógica, donde su ambición juega mucho también. Y mientras en el escenario se observa este juego nefasto para cualquier úlcera junto al resto de los socios que componen el gobierno nacional, él enarbola todas las banderas en nombre de una épica que a irrita a muchos porque no se condice con la situación socio-económica del país, una pobre estrategia para conseguir votos más allá de los que no se van a escapar.

Esta modalidad no es algo propio de las elecciones, cuando la propaganda electoral arrecia y cuando quizás se aprovecha el tiempo para infundir mística, mitad patriótica y mitad ideológica, a la tropa de militantes, sino que el kirchnerismo siempre ha sido así en su proceder, probablemente el más exacerbado de toda la clase política. Las cosas –y mucho más en campaña- siempre son presentadas como parte de un mundo maravilloso que está a la vuelta de la esquina, cuando en verdad todo se posterga y nada sale como se prevé porque, en realidad, lo que está caduco es el sistema y el maquillaje de la victimización ya no alcanza.

Al pasarle el plumero al viejo dicho “no vendas la piel del oso antes de haberlo cazado”, el refranero castizo lo refiere una y otra vez a Massa, pero el ministro-candidato es incorregible y su naturaleza le impone que vuelva a recaer. “Está más junado que el tango La Cumparsita”, diría un porteño para caracterizar el sentimiento que provoca en muchos ciudadanos lo que seguramente le suena como una subestimación del kichnerismo en general y de Massa en particular.

Un tic clásico, típico del oficialismo, por ejemplo, es disimular, nunca quedar mal, pasarle la pelota a los demás y hacerlos responsables luego de los goles en contra, realizar anuncios que luego nunca se verifican o si ocurren, llegan tarde y mal y, sobre todo, es manifiesta la intención de mostrarse siempre como los mejores en hacer las cosas, algo que suele presentarse de forma maniquea como lo de “nosotros y ellos”, en nombre de los derechos y nunca de los deberes, del distribucionismo y nunca del sacrificio, del capital nacional y nunca del extranjero o de la industria y nunca del campo.  

El facilismo extremo y el uso desmedido del Estado, junto al ahogo simultáneo de la iniciativa privada, han provocado en estos años gastos exorbitantes y déficits recurrentes, inflación, endeudamiento y fuga de capitales, nada más ni nada menos, todos los problemas juntos que le han explotado ahora en la cara a Massa. Como dijo Cristina Kirchner, “una papa caliente” que, dicho sea de paso, se cocinó en dos décadas de kirchnerismo. Por eso, él no puede arreglar con una curita, lo que necesitaría una “operación de cirugía mayor sin anestesia”, frase que en su momento instaló el mismísimo Carlos Menem.

Triste fin de ciclo que ni siquiera Massa puede maquillar para que no se note el desenlace, en medio de la locura socio-económica en la que quedó embretada la sociedad, mucho más pobre que casi nunca, pero con pocas referencias de progreso hacia adelante. Debido a sus muy malos antecedentes, pero también a las políticas erráticas que ha adoptado en desmedro del sector privado y demasiado a contramano de lo que hacen los países que tienen vocación efectiva de desarrollo, la Argentina que surgió después de la crisis de 2001 hoy anda como bola sin manija por el mundo.

A la cuestión del Fondo Monetario, los coqueteos con China, mientras Massa toca todos los timbres en los Estados Unidos (aún el kichnerismo más duro recuerda sus dichos sobre Néstor Kirchner en la Embajada de los Estados Unidos: “es un monstruo y un sicópata”), se le suman el devenir errático de la no política exterior de la Argentina, hasta hace poco más cerca de Venezuela, Cuba, Nicaragua e Irán y también de Rusia y lejos del problema central de su falta de desarrollo. Cómo se está manejando internacionalmente el tema del FMI es un ejemplo de esa falta de una política exterior coherente.

Otro hecho más que relevante sucedió en ese campo durante la última semana, cuando un inocultable logro de la diplomacia argentina quedó lamentablemente oscurecido por todos los tics descriptos. En vez de resaltar que por primera vez se había logrado –con la anuencia de Europa que le pasó una fenomenal factura al Reino Unido por el Brexit- que en un documento oficial de la UE se escribiera “islas Malvinas”, el discurso oficial se dedicó a fustigar a la prensa local que desconfió primero del logro (“en boca de mentiroso, lo cierto se hace dudoso”) y criticó que el kirchnerismo quisiera llevarse solito los laureles, cuando todo fue mérito del país. Es triste el proceder del Gobierno: una vez que puede anotar un strike, los propios ejecutores se encargaron de sabotear la noticia.

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