Con visión de largo plazo y azúcar, elaboran los químicos biodegradables que pide el mundo

Con visión de largo plazo y azúcar, elaboran los químicos biodegradables que pide el mundo

La empresa fundada en 1988 utiliza el azúcar como precursor de insumos químicos que pueden ser aplicados en una variedad enorme de industrias.

“REMAR EN DULCE DE LECHE”. Aralde (h) manifestó que “este tipo de propuestas son difíciles en sí mismas y más difíciles todavía en Tucumán”.  “REMAR EN DULCE DE LECHE”. Aralde (h) manifestó que “este tipo de propuestas son difíciles en sí mismas y más difíciles todavía en Tucumán”. La Gaceta / foto de Diego Aráoz

Hace 35 años dos ingenieros químicos con una vida dedicada al azúcar decidieron montar un emprendimiento distinto, algo que nadie hacía en Tucumán y en el país, y que sigue resultando novedoso incluso para la mayoría de sus comprovincianos habituados a convivir con los cañaverales y los ingenios. Ese proyecto se llama Tensac y consiste en la fabricación de productos químicos biodegradables susceptibles de ser aplicados en numerosas actividades productivas. Mientras quizás en el lugar de nacimiento de Tensac escrutaban con cierta desconfianza su propuesta alternativa a la petroquímica, fuera de la provincia se entusiasmaban. Ese interés fue creciendo más y más, y en el presente la empresa exporta a Israel, Uruguay, Colombia, Noruega, Chile y Perú, entre otros países.

“Nuestra empresa nació en Tucumán en 1988. Los socios fundadores son Gregorio Katz y Luis Aralde, mi padre. Se trata de dos ingenieros químicos con un conocimiento profundo del sector azucarero. Esto es fundamental para entender la base de su emprendimiento. ¿Por qué? Porque el 90% de los productos químicos que existen en el mundo y que se aplican para elaborar absolutamente todo, desde el papel, las tintas, los textiles hasta las maderas, tienen como precursor el petróleo”, explica el gerente comercial de Tensac, Germán Aralde. Y añade: “como mi padre y Gregorio conocían sobre producción de azúcar, decidieron abrirse y empezaron a usar esa materia prima como precursora de insumos químicos, es decir, se especializaron en la sucroquímica”.

La visión ambiental e innovadora de los cofundadores es de tal magnitud que hizo que Aralde (h), que es ingeniero zootecnista, dejara hace 11 años la fauna para volcarse al universo de las fórmulas. “Lo que más me llama la atención es que hayan concebido este proyecto tres décadas y media atrás. Obviamente que les costó y nos cuesta un perú desenvolverlo por la idiosincrasia local, que se resiste a cambiar hábitos. Tuvimos que remar en dulce de leche porque este tipo de propuestas son difíciles en sí mismas y más difíciles todavía en Tucumán, pero aquí estamos”, refiere el ejecutivo durante una entrevista en la Redacción de LA GACETA.

Una redundancia

Los cofundadores se lanzaron a emprender con dos líneas de químicos: una para limpieza de consumo corriente que generaba el “pan cotidiano”, y otra para la industria azucarera con las versiones convencional y orgánica, ambas 100% biodegradables porque provienen de recursos renovables (la diferencia es que la segunda presenta la trazabilidad de las materias primas y un sello de calidad). Estos productos abarcan desde reductores de viscosidad, decolorantes, clarificantes e inhibidores de almidón hasta antiespumantes para la fermentación que mejoran el proceso energético y la calidad de terminación del azúcar, como el tamaño del cristal.

Quizá no sea fácil de entender la siguiente redundancia: Tensac fue creada por dos expertos en azúcar que, para arrancar, fabricaron a partir de esa sustancia químicos destinados a los ingenios azucareros. “El azúcar es el principal componente para la fabricación de los productos de Tensac, seguido de ácidos grasos derivados de aceites vegetales, como coco, girasol, palma, etcétera. A estos ácidos se los esterifica con moléculas de sacarosa para formar sucroésteres, que son todo un mundo”, detalla Aralde (h).

El caso es que, con el tiempo y la investigación, el catálogo de Tensac creció y ya incluye más de 60 productos para 11 rubros industriales distintos: azúcar, minería, textil, lubricantes, construcción, papel, cuero, pintura, agricultura, alimentación, y cosmética y jabonería. Todo se formula en la provincia, y se comercializa desde aquí hacia el mercado interno y externo.

Al respecto, el gerente acota: “a medida de que se nos van ocurriendo ideas, desarrollamos nuevas opciones. La sucroquímica es una rama muy amplia, con mil posibilidades distintas de aplicación. A partir de un producto agrícola primario como el azúcar o el limón se pueden hacer muchas cosas: el problema es que casi nadie se dedica a agregarle valor”.

Morigerar huellas

El desarrollo de un emprendimiento basado en la sucroquímica sí o sí requiere de una mirada de largo plazo, según Aralde (h). “Es lo que hicieron los socios fundadores. Recién ahora se están viendo los frutos de lo plantado a finales de los 80. Aunque la empresa siempre creció y evolucionó, los últimos años marcan la diferencia en cuanto a resultados concretos relativos a la apertura de mercados y a la capacidad productiva”, asegura. Por ejemplo, para cerrar el trato con un cliente en Israel, una empresa multinacional, hicieron falta cinco años de negociaciones y de trabajo burocrático tendiente al registro de una molécula que no existe. “Es complicado demostrar esa existencia. Ahí es donde se queman los papeles”, acota el ingeniero.

Los años más bravos están quedando atrás gracias a un contexto global que favorece a proyectos como Tensac, en cuyas pruebas y evaluaciones intervienen instituciones de la clase de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres. Da la impresión de que este viento de cola recién empezó a soplar.

“Existen el famoso Pacto Verde Europeo y los también famosos Objetivos de Desarrollo Sostenible. Por otro lado también tenemos el Día de Sobregiro de la Tierra, que en la Argentina fue el 24 de junio pasado. Esta conciencia se agudizó con la pandemia. La gente en general empezó a recapacitar y a prestar más atención a la naturaleza desde la comida hasta el vestido. Y los mercados sienten esa presión”, observa el gerente comercial.

En Tensac fabrican químicos que alivian el desgaste y la saturación que sufre la Tierra. Aralde (h) comenta que el consumo devora 1,75 planeta por año: “pero sólo tenemos uno y el Día de Sobregiro llega en junio cuando antes lo hacía en diciembre. Por otro lado, el incremento de la población exige multiplicar las posibilidades de generación de alimentos. En conclusión, en el mundo hay una avidez enorme por resolver de manera conjunta problemas productivos y ambientales. De hecho en Europa se está hablando de economía regenerativa, que va mucho más allá del triple impacto (social, económico y ambiental). Los países desarrollados llevan la batuta y exigen sostenibilidad a sus proveedores”.

A modo de ejemplo del contraste, el gerente menciona que en 2019 en la Argentina se consumieron 410 millones de litros de agroquímicos. Y precisa que el aceite mineral derivado del petróleo es el principal insumo del insecticida que se aplica a los cultivos de peras, manzanas, aceitunas y citrus: “el país demanda anualmente 17 millones de litros de insecticida basado en ese aceite mineral. Nosotros en los últimos siete años vendimos alrededor de 750.000 litros de bioinsecticida y llegamos a reemplazar un millón de litros de aceite mineral. ¿Cuál es el impacto de esa sustitución? La reducción de más de 8 millones de kilos de dióxido de carbono liberados al ambiente y el ahorro de más de 15 millones de litros de agua utilizada para la pulverización. Más allá de bajar las huellas de carbono e hídricas, contribuimos a la fertilidad del suelo, a la biodiversidad y a la salud pública”.

Una pyme entre colosos

Un momento de inflexión para Tensac llegó con el desarrollo del bioinsecticida Esten, que se insinuó en 2008. Aralde (h) dice que los emprendedores encontraron reticencia en la citricultura local, pero que, aún así, siguieron perfeccionando el producto hasta 2014, cuando Esten salió al mercado, y logró entrar en el cultivo del tomate, el pimiento y la frutilla, verduras y frutas que van directamente al consumo.

“¿Por qué marcó un hito? Porque la nuestra es una empresa chapada a la antigua, que siempre trabajó hacia adentro y nunca había mostrado lo que hacía. Pero el bioinsecticida nos obligó a salir a darle validez y sustento, y eso nos movilizó. Empezamos a entender que había que abrir más las puertas y eso nos llevó a un cambio en la forma de trabajar que continúa hasta el presente”, dice.

La incidencia en la agricultura y en la alimentación fue significativa también por el efecto en la salud. El gerente de Tensac refiere que hay contaminaciones silenciosas, como la de la industria textil, y otras que tienen mayor visibilidad, como la del alimento que se va a ingerir. Esta situación convirtió al bioinsecticida en un producto emblemático de la empresa, que ya tiene dos versiones del Esten, y un bioherbicida en fase de investigación y desarrollo. “Nos dimos cuenta de la importancia de trabajar con lo que está más cerca de la sociedad”, afirma Aralde (h).

Tensac compite contra corporaciones colosales. “Nosotros no somos ni Basf ni Bayer”, compara el ingeniero. Y compite en mucha soledad. “No conozco otras empresas que elaboren productos químicos a partir del azúcar ni en Tucumán ni en la Argentina. Y en el mundo hay una que otra con un perfil parecido en Europa y en Asia. Tensac es muy original tanto en su actividad como en la cantidad de rubros que abarca. Lo interesante o más novedoso de esta pyme es que le dio masividad a la sucroquímica”, evalúa.

El equipo permanente del emprendimiento consta de 20 integrantes, varios de ellos ingenieros con un nivel alto de educación. Katz y Aralde (padre) tienen 74 y 65 años, y siguen trabajando en Tensac, con el perfil bajo y las ganas de progresar de siempre. “Hay una apuesta muy grande y se avizora una demanda mayor de nuestros productos químicos, en especial en los segmentos agrícola, de biolubricantes y textil. Nosotros tenemos una planta de 1.200 metros cuadrados y compramos un depósito nuevo de 2.500. Las nuevas oficinas estarán listas en julio; el laboratorio, en agosto, y la planta, un poco más adelante”, anuncia el gerente.

El entusiasmo que se percibe afuera impulsa el desenvolvimiento de esta idea disruptiva para el azúcar que tanto caracteriza a Tucumán. “Un peruano se tira de cabeza a probar un bioinsecticida. Lo mismo pasa con un chileno. Y ni hablar en Israel y en Europa. El mundo busca lo que nosotros tenemos; la Argentina, no. El país está inmerso en un statu quo permanente que va cambiando a paso muy lento por la iniciativa privada”, analiza Aralde (h).

Este profesional tiene 37 años, y dice que se juega “a todo o nada” por la empresa porque, más allá de ser descendiente de uno de los dueños, ve que el escenario actual confirma que se eligió el camino correcto en 1988: “estoy convencido de que en el corto o mediano plazo eso va a fructificar de manera exponencial porque la demanda va por el lado de la sustentabilidad que nosotros hacemos”.

La receta de Tensac

1- Producir una variedad amplia de soluciones químicas basadas en el azúcar.

2- Diseñar productos innovadores, con capacidad para insertarse en el mundo.

3- Proyectar a largo plazo.

4- Priorizar el cuidado del planeta.

5- Buscar impactos económicos, sociales y ambientales tangibles.

El emprendimiento en la web: tensac.com.ar

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