Los sabios que anticiparon el desastre

Los sabios que anticiparon el desastre

 LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO

-“Cuál es la traba más fuerte que se opone al desarrollo de la riqueza pública?”

-“Los fletes ferroviarios, que se alzan a voluntad sin control y sin estudio de leyes que los regulan. Necesita el norte argentino tres grandes obras: la comunicación al Pacífico, la línea recta a Resistencia y los deslizadores en el Bermejo”.

La pregunta corresponde a un cuestionario que publicó el diario “El Orden”, el 8 de julio de 1920, y la respuesta pertenece a uno de los tucumanos más ilustres que tuvo la provincia, el doctor Juan B. Terán, quien entre muchos otros méritos y aportes a la comunidad, fue uno de los fundadores de la Universidad Nacional de Tucumán, en 1914, además de su primer rector.

Por aquel entonces los fletes representaban una gran desventaja para los territorios más alejados del puerto de Buenos Aires, del litoral argentino y del centro del país.

Ya desde fines del Siglo XIX comenzaba a advertirse que la brecha entre la región pampeana y el resto del país, sobre todo el norte, se agrandaba a pasos vertiginosos a causa de los fletes, las distancias y el tiempo en la colocación de las producciones. Lo mismo que sigue ocurriendo cien años después.

Terán exhortaba que era apremiante regular los costos de los viajes, pero también que era necesario empezar a despegarse del monopolio de los puertos rioplatenses, y desarrollar alternativas más convenientes para el norte argentino, por obvias razones geográficas, como una comunicación más fluida y rápida con el Océano Pacífico, construir una vía lo más recta posible hacia Resistencia, que hoy existe con una combinación entre las rutas 34, 89 y 16 -no tan recta y con tramos en mal estado- para acortar kilómetros con el estratégico río Paraná.

El más tarde miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación hacía foco en una tercera obra imprescindible, la de los deslizadores -lanchones propulsados con motores y hélices de aviones que permitían el traslado de pasajeros y de carga liviana- y avanzar en la canalización de algunos sectores del importante río Bermejo, que une el sur de Bolivia con el río Paraguay, que también desemboca en el Paraná, atravesando Jujuy, Salta, Formosa y Chaco.

Si trazamos una línea recta entre Tucumán y el punto más próximo del Bermejo es de apenas 310 kilómetros.

El proyecto de canalización y barcazas en el Bermejo vivió su apogeo en la primera mitad del siglo pasado, aunque de a poco el gobierno nacional le fue restando apoyo hasta que la dictadura de Farrell terminó de sepultarlo en 1944.

Táctica y estrategia

Terán perteneció a la eximia Generación del Centenario, un grupo de hombres que comandó la época más próspera de Tucumán de todos los tiempos.

Esta generación es consecuencia del surgimiento de la industria azucarera, la llegada del ferrocarril, y la inversión en grandes obras, no sólo materiales sino también culturales y educativas.

La mayoría de los edificios importantes se hicieron durante esa época, teatros, bibliotecas, talleres ferroviarios, la UNT, el parque 9 de Julio, y muchas de las obras que se inaugurarían durante el Siglo XX tuvieron su origen en esos años, como lo diques El Cadillal y Escaba, las principales rutas o parques y reservas.

Otros miembros de ese grupo de intelectuales fueron Ernesto Padilla, Miguel Lillo, Alberto Rougés, Miguel Díaz; Marcos Rougés, Julio López Mañán, José Graciano Sortheix, José Ignacio Aráoz, Juan Heller, José Padilla, Alfredo Guzmán o Miguel Campero, entre otros.

Consideraban que la prosperidad económica debía reflejarse en mejoras educativas y culturales y consiguieron transformar a la provincia en un indiscutido polo del norte argentino, para hacer frente a la hegemonía de Buenos Aires, La Plata o Córdoba.

Poseían una mirada estratégica de desarrollo, y la capacidad táctica para ejecutarlo, lo opuesto al cortoplacismo que rige la política de las últimas décadas, signada por el derroche serial en el gasto corriente, desmedido y turbio, la mirada corta, y una ambición desenfrenada por el poder y el dinero.

A tan sólo ocho días de las elecciones provinciales, casi nada conocemos de los planes estratégicos de los candidatos -si acaso los hubiera- para sacar a Tucumán del atraso en que se encuentra y retomar el camino del progreso, y apenas algunos indicios de cuál es la táctica prevista, más que nada en asuntos municipales, porque son los problemas más evidentes para el vecino.

Eslóganes vacíos, cargados de optimismo, por momentos pueriles. “Vamos a devolverle la alegría y la esperanza a la gente”. Listo, ya sabemos que al “cómo” no lo tienen, lo más probable porque no saben, no porque no quieren.

Un anticipado en el tiempo

En otro pasaje de la entrevista de “El Orden” a Terán le preguntan: ¿Cuál considera usted la obra pública de más urgente necesidad en Tucumán?

Y el prócer tucumano, en vez de responder con una opinión, contesta con un verdadero plan de gobierno. Dijo que había que “disecar pantanos y sanear las zonas palúdicas”, como se había hecho en la zona del Parque 9 de Julio, cuya mitad norte se había inaugurado cuatro años antes (la mitad sur nunca se concluyó y en vez de ello se urbanizó).

“La de enseñar profilaxis del paludismo. Desarrollar la instrucción de higiene, para tener la colaboración popular sin lo que es ilusoria toda acción del Estado”, prosiguió. Y sugería construir baños populares y limpios por toda la ciudad.

Y aquí viene lo más interesante. Hace cien años Terán proponía un plan de doble acción: disecar algún sector pantanoso, foco de infecciones, recuperar tierras inútiles y baratas, alejado de la ciudad, y mudar allí todas las oficinas públicas, incluso hasta la central de Policía estaba incluida en este lote que sugería trasladar.

En retrospectiva vemos que un siglo después recorrimos el camino inverso al que recomendaba Terán.

Centralizamos cada vez más la administración pública, hasta detonar al centro y al tránsito, incentivamos el caos, el ruido, la contaminación y el transporte más costoso, mientras que infectamos los cursos de agua con todo tipo de sustancias tóxicas, abandonamos sus márgenes, dejamos que estallen las cloacas por entero, y propiciamos la proliferación de mosquitos que quería apaciguar Terán, además de todo tipo de gérmenes.

¡Qué distinto sería hoy el Gran Tucumán y la provincia en general si hubiéramos aplicado las propuestas de este hombre sabio!

Grandes coincidencias

Miradas estratégicas de fondo, no sólo para la ciudad y para Tucumán, sino para todo el norte argentino, que se han desestimado por subordinación a intereses sectoriales, mezquinos, y a poderes económicos y políticos de coyuntura, de vuelo bajo y poca educación.

El cuestionario de “El Orden” que respondió Terán en 1920, aquí abreviado, constaba de 16 preguntas y fue enviado también a otros cinco destacados pensadores de la época: Adolfo Piossek (jurista), José Lucas Penna (abogado y escritor), Ricardo Bascary (abogado y escritor) y Roberto J. Ponssa (periodista y escritor).

Todos tenían la libertad de responder las que quisieran y, de hecho, ninguno contestó las 16.

Este capítulo forma parte de la antología de textos “Miradas sobre Tucumán”, de la Colección del Bicentenario, editado por la Fundación Miguel Lillo en 2016.

Por una cuestión de espacio no podemos reproducir todas las respuestas, pero exhiben enormes coincidencias en las prioridades de la obra pública, el ahogo y la inequidad impositiva, la falta de altruismo de los sectores más ricos para contribuir con obras para la sociedad, “los tentáculos insaciables del gobierno federal”, el nulo federalismo, el exceso de burocracia administrativa, y todos subrayan enfáticamente materias como salud, saneamiento, educación y cultura como los pilares del desarrollo.

Concluimos con una de las respuestas de José Lucas Penna, de impresionante actualidad: “El mal que aqueja a nuestra administración pública es la falta de idoneidad de los que la desempeñan. El empleo público ha sido antes y ahora (mucho más ahora que antes) el precio de servicios electorales. Hay que crear la carrera administrativa, exigiendo requisitos para la designación de los empleados con garantías de estabilidad y de mejoramiento progresivos”.

En términos actuales, hoy Penna diría que el clientelismo electoral llenó de inútiles a la administración pública.

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