Fernando Martín Peña: “El efecto más sanador del cine es que te saca de la realidad”

Fernando Martín Peña: “El efecto más sanador del cine es que te saca de la realidad”

Pertenece a una rara especie que afortunadamente no está en extinción: la de los coleccionistas de películas en fílmico. Pero su pasión no se agota ahí.

VALORES. Fernando Peña considera que el cine tiene un efecto catártico. VALORES. Fernando Peña considera que el cine tiene un efecto catártico.
21 Mayo 2023

Gracias a una audaz iniciativa comercial de la editorial Blatt&Ríos, acaba de publicar Diario de la Filmoteca, un trabajo en el que detalla un año en la vida de esta institución, dedicándole cada día a una película, ilustrada con un fotograma y un texto donde sintetiza abundante información sobre el contexto de cada película, con esa mezcla de erudición, saber popular y comentarios irónicos (como la fórmula para determinar el “índice de fascismo” de una película norteamericana) pero sobre todo, mucha pasión.

Consciente de que la calidad artística es una categoría entre otras, tanto como la de “cine de autor”, todo material fílmico (desde películas caseras hasta animaciones eróticas anónimas, documentales de propaganda durante la Guerra Fría hasta joyas inhallables) entra en su colección, en el que el cine argentino, ese género en sí mismo que años de colonización ideológica han descalificado, tiene un lugar preferencial.

- Me gustaría empezar por la foto de la contratapa, donde estás trabajando concentrado, de cara a un hermoso vitral y rodeado de una cantidad enorme de rollos de películas, como en una especie de templo pagano ¿El coleccionismo es un tipo de religión donde se puede encontrar, por ejemplo, a un comisario, a un solitario rodeado de gatos o a uno de los mayores coleccionistas de películas rusas del mundo?

-Me he encontrado con toda clase de personas que juntan películas, a muchos no les encuentro explicación, pero recuerdo a un fanático de los westerns de clase B que su coleccionismo era un modo de replicar lo que lo había hecho feliz en su infancia, entonces, en un altillo de su casa reconstruyó un cine que había existido en Villa Urquiza que se llamaba “El Tachito”, donde invitaba a los vecinos y les pasaba las películas que él había visto de chico. Gente que tenía una relación indirecta con el cine porque lo que los movilizaba a ellos era una necesidad personal, no todos compartían lo que tenían. Los que, como yo, queríamos ver las películas que estudiábamos en los libros de historia del cine, pero a las que jamás accedíamos, nos transformamos accidentalmente en coleccionistas. Después vino el VHS, pero la calidad no nos gustaba, eran películas que veías en el televisor. A nosotros nos gustaba la pantalla grande y sobre todo nos gustaba pasar las películas con gente, la cosa cineclubística. Yo me formé con Salvador Sammaritano en el Cineclub Núcleo, con Octavio Fabiano con el Club del Cine, lugares que le daban un sentido a juntar películas que era compartirlas con los demás. Entonces, no me defino como coleccionista, pero sí como archivista, eso sí es un oficio. El coleccionismo es más amateur y está ligado a una forma de la pasión, no sé si muy sana, incluso.

- Una forma de leer este libro es abrirlo en cualquier parte porque no sigue un recorrido cronológico. Además de ser más grande que la vida ¿el cine es nuestro manual de comportamiento, nuestro espejo deformante?

-Me parece que es más un espejo deformante, porque si lo vas a ver como un manual de comportamiento para tu vida, lo más seguro es que hagas macanas. Me parece que el efecto más sanador es el de sacarte de la realidad, lo que te sirve para la vida del cine es que tiene un efecto catártico, las cosas que no vas a experimentar en la vida real, podés acercarte a ellas a través del cine y muchas veces, es terapéutico, hay películas que te levantan el ánimo automáticamente. Pero para mí, fue y es un modo de descubrir el mundo, una especie de enciclopedia Lo sé todo. El otro día estaba viendo Los amantes, cuya música es de Brahms y a partir de ahí lo empecé a escuchar más. Me sirve para meterme en otros lugares donde nunca había ido, siempre fue un motivo de descubrimiento. Ver una película me lleva a investigar al director, la historia alrededor de la filmación, qué lugar ocupa en la obra de la gente que la hizo.

- ¿Cuáles son las diferencias entre el soporte fílmico y el digital?

-Para el espectador, la textura de la imagen fotográfica es totalmente distinta. La luz se refleja de otra manera, entonces los colores también. Además, las copias digitales que se han hecho del cine del pasado no sólo tienden a no respetar la paleta de colores con la que fueron filmados, sino que se las limpia de imperfecciones como si fueran defectos. Hay un pequeño movimiento porque son piezas mecánicas, la película es un objeto, hay una vibración que tiene que ver con el obturador, entonces eso, al no estar en el digital, resulta perturbador; yo veo una imagen muerta, más brillante pero muerta. Creo que hay que ver las dos cosas para comparar. Las últimas dos o tres generaciones no han tenido la experiencia de ver cine en fílmico entonces no tienen forma de saber cómo era. Yo doy clases en la UBA, en la Universidad de La Plata y en la Enerc, por lo que estoy en contacto con gente joven y cuando paso películas en fílmico, entienden que es algo totalmente distinto, porque su información visual es siempre digital, pero ven esto y les encanta. Hay que mantenerlo vivo, que tiene que haber espacios donde poder ver las películas en su imagen fotográfica original.

- Hoy la Filmoteca tiene cerca de 7.500 películas. ¿Es una de las más nutridas del mundo?

-De la Argentina, sí. Y respecto de otros países, es importante.

- En cuanto al tema de la tan vapuleada Ley de Creación de la Cinemateca, que entiendo que está reglamentada, pero por algún misterio no funciona. ¿En qué consiste, qué permitiría, es una buena ley o se la puede mejorar?

-Era una buena ley, han pasado 24 años, ya no sé si lo es. Era una buena ley porque fue pensada (yo formé parte del equipo que la redactó, pero el “alma pater” fue Pino Solanas) y la idea era basarse en las experiencias de las instituciones que no habían funcionado para que la nueva tuviese todo lo que no habían tenido las anteriores. Sobre todo tenía un presupuesto importantísimo y libertad para restaurar películas aunque no se pudiera localizar al dueño de los derechos, cosa que pasa muchas veces. Lo importante era tener los recursos suficientes para proteger el material, para la búsqueda y repatriación del material que hay afuera. Hay un montón de cosas para hacer porque nunca se hizo nada. Yo decidí dedicar mi energía en hacer todo esto por mi lado, quejarme en cada ocasión que tengo pero no quedarme enganchado en la frustración por no haber logrado que la ley funcione. Lo hago yo, en la escala que puedo, y en ese sentido estoy muy satisfecho.

- El día que la Cinemateca sea una realidad ¿qué función pasaría a cumplir un lugar como la Filmoteca Buenos Aires?

-¡No tendría razón de ser! Siempre pensamos que todo el material que nosotros juntamos, sobre todo el argentino, tendría que sumarse al acervo de la Cinemateca Nacional, una institución que existe en cualquier país civilizado que cree en la importancia de preservar su memoria audiovisual.

PERFIL

Fernando Martín Peña nació en Buenos Aires en 1968. Es historiador de cine, divulgador, archivista y docente. Profesor en la UBA, UNLP y en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica. Ha escrito varios libros sobre su especialidad.

Por María Eugenia Villalonga

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