Todo se podría haber evitado

Todo se podría haber evitado

Los tucumanos irían a votar hoy si alguna vez la Constitución se hubiera pensado para toda la sociedad y no para una persona. El fallo de la Corte desnuda las miserias políticas que sirven para tapar las ambiciones desmedidas.

Como pasa con casi todo en la vida, son muchos los planos en los que puede analizarse la suspensión de los comicios originalmente previstos para hoy.

Desde el punto de vista político-electoral, significó un cimbronazo inesperado, con un claro y -¿único?- perdedor: Juan Manzur.

Aunque los más conspicuos representantes de la oposición hoy afirmen lo contrario, lo cierto es que ya se habían dado por vencidos y se alistaban para las compulsas menores, cuando los sorprendió la cautelar de origen supremo. Fue el minuto glorioso de los abogados, que hicieron olvidar, -sólo por un tiempo- a los “fleteros” de votantes, a los “contadores” de voto y a los “fiscalizadores”.

Los que conocen la trastienda local de Juntos por el Cambio, dicen que el paroxismo duró poco; hasta el preciso momento en que leyeron la resolución de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y advirtieron que la suspensión era solo para los cargos de Gobernador y de Vice. Los legos miraron a los letrados buscando una explicación.

La respuesta fue simple: la cautelar se dictó en el marco de la acción dirigida en contra de la postulación de Manzur y no en el proceso en que se cuestiona el adelantamiento del llamado a elecciones que por lógica constitucional deberían ser en agosto y nunca antes. De la algarabía inicial se pasó a un “peor es nada”. Los “cerebros” de la oposición reflexionaron que se había asestado un golpe fuerte a la imagen de invencible que acompaña al todopoderoso oficialismo.

Simétricamente similar fue la reacción en el Frente de Todos. Al susto inicial, le sucedió la evaluación de que la cosa no era tan grave. Encendieron el GPS y rápidamente “recalcularon”: Manzur se bajó, señalaron al “muleto” y ya están listos de nuevo para ir a la línea de largada, mientras se les exige a los abogados que desactiven la cautelar,

La urgencia de perdedores

El oficialismo no quiere perder tiempo. Hay desesperación. Cuánto más lejos y más separado de la elección nacional, mejor. Así, como muchos opositores se reconocen perdedores en la provincia, en el peronismo no hay quien los convenza de que pueden ganar a nivel nacional. Si a ese temperamento derrotista se le suman las penurias económicas, el horizonte es negro. Por eso quieren votar ya. Por eso también se bajó -¿lo bajaron?- a Manzur. No había tiempos para obcecaciones ni caprichos personales. Por eso además no demoraron en elegir el candidato a vicegobernador.

Fue más sorpresiva la persona elegida que la decisión de bajarse de Manzur. Nadie esperaba que Miguel Acevedo fuera el candidato a vicegobernador. En los radares peronistas estaban el senador Pablo Yedlin, los diputados Rossana Chahla y Carlos Cisneros y el legislador Sergio Mansilla. Todos tenían algún reproche. En cambio, Acevedo es más permeable. “Todos lo queremos a Miguel”, fue la definición de un candidato que nunca dejó de estar en el primer piso de la Casa de Gobierno.

Acevedo, con su bajo perfil no hace ola ni salpica a otros. No tiene estridencias lo que hace que lo tilden de humilde y de trabajador. Y, en este mundo agrietado siempre se lo ve con el traje de conciliador. Le cae bien a los peronistas y también a los opositores, especialmente a los que manejan intendencias en el interior.

El nombre de este candidato empezó a estar en las marquesinas en tiempos en los que gobernaba la provincia Antonio Bussi por mandato popular. Las excelencias lo iban abandonando y un día se quedó sin nadie para el ministerio de Hacienda. Recurrió al entonces joven Acevedo que era un empleado valorado en esa cartera. Por aquel entonces apareció su rasgo conciliador ya que tuvo una aceitada relación con el entonces presidente de la comisión de Hacienda de la Legislatura, el legislador José Alperovich. Después fue una pieza importante del ministro de Economía Alperovich y así siguió siendo un gran alperovichista hasta que Manzur y Osvaldo Jaldo se quedaron con todo a pesar de considerar que Alperovich había sido uno de los mejores gobernantes de la historia de Tucumán. Acevedo siempre estuvo cerca del fuego del poder oficialista y fue diestro en el manejo estratégico de importantes cajas del Estado.

Paradojas parricidas

Volvamos a la cautelar de la Corte. Ella desnuda una situación paradójica. No olvidemos que la habilitación de la candidatura de Manzur nació de un proceso que nunca debió haber existido. Nació sólo porque la Corte local -con excepción de los vocales Claudia Sbdar y Daniel Posse- se alineó a los deseos del hoy ex candidato.

Son los mismísimos progenitores de esa “criatura” quienes intentan ahora matarla cuanto antes, pidiéndole a la Corte Federal que declare abstracta la cuestión, ante la renuncia del Gobernador a su efímera postulación. “No tan rápido”, parece haberles dicho el Tribunal a los apurados peronistas parricidas, y corrió traslado para ver qué opina al respecto el Partido de la Justicia Social de Germán Alfaro.

¿Se trata de un mero formalismo? Es probable: habiendo renunciado Manzur a la candidatura, la suspensión de las elecciones carece de toda razón de ser. Aunque también podría pasar que la Corte entendiera, como ha sucedido en otros casos, que aún subsisten razones para que emita un pronunciamiento sobre el fondo de la cuestión instalada ante sus estrados; como, por ejemplo, la necesidad de descalificar en base a argumentos de fondo, que excedan de lo cautelar, la doctrina que sentó la Corte tucumana al habilitar la candidatura fallida.

Parece, entonces, que el engendro parido por Manzur con el aval de los ex funcionarios que hoy integran la Corte agonizará durante más tiempo que el deseado por el oficialismo.

Desde otra atalaya

Cabe también abordar los sucesos desde una atalaya institucional.

Sin cuestionar el contenido de su solución y sin tener en cuenta el enojo oficialista, una vez más, queda evidenciada la permeabilidad de la Corte Suprema de Justicia de la Nación a las influencias políticas externas. Queda en entredicho su independencia y, por ende, la legitimidad de lo actuado. Queda en entredicho por el manejo de los tiempos, por la oportunidad en la que la cautelar se dictó. La Corte estuvo en condiciones procesales de fallar mucho antes, y no lo hizo.

Para acallar esta crítica, los defensores oficiosos de turno justifican al Tribunal diciendo que había que esperar que el juez Ricardo Lorenzetti no estuviera, pues si el expediente hubiera pasado a su vocalía, creen que allí se hubiera estancado hasta perder toda actualidad jurídica.

Con defensores que argumentan así, lo más probable es que los miembros de la Corte la vayan a pasar mal en sus juicios políticos. Flaco favor se hace a la calidad institucional del Tribunal, desnudando la vigencia en su ámbito de prácticas tales como maniobras para preterir la intervención de un juez, o la posibilidad de que un juez con sólo retener un expediente en su despacho pueda impedir la salida de una resolución respecto de la cual ya existe una mayoría. Intrigas indignas de un Palacio de Justicia.

Pero no tan solo eso. También se duda de la independencia del Tribunal con motivo del cambio de postura del juez Carlos Rosenkrantz. Es que como se dijo aquí la semana pasada, era impensable que la cautelar saliera en el marco de la impugnación a la candidatura de Manzur, pues para que ello sucediera así el cortesano designado durante el Gobierno de Macri, tenía que cambiar criterios expuestos enfáticamente con anterioridad. Y Rosenkrantz, sorpresivamente, los cambió. Sin una sentencia de fondo en la que este juez explique mayores fundamentos para el cambio, lo único que parece explicarlo es que tal cambio de criterio era indispensable para mantener incólume al beneficiario directo o indirecto de la decisión: Juntos por el Cambio y sus aliados. Es como que para modificar el criterio, la Justicia se sacó la venda de sus ojos para poder ver bien a quienes convenía y no convenía su decisión. Esta incómoda posición de Rosenkrantz sólo podría ser mejorada con una explicación en extenso en el marco de una sentencia de fondo; precisamente, por esto es que hay quienes especulan con que la Corte quizás no declare todavía fenecido el pleito. Veremos.

Más allá de las magulladuras provocadas por las dudas acerca de la independencia con la que actuó, en el análisis de fondo de los círculos que bucean aguas más profundas, preocupados siempre por la arquitectura del edificio institucional, los decisorios de la Corte en los casos de San Juan y de Tucumán han sido recibidos con beneplácito, en tanto entrevén, a partir de los expresado en los considerandos 6 y 8 del fallo “San Juan” que la Corte abrirá su competencia originaria siempre que se cuestionen normas locales que resulten incompatibles con la periodicidad de los mandatos y la renovación de las autoridades, ya que periodicidad y renovación son rasgos esenciales de la forma republicana de gobierno. Otros, más cautos, dicen que “hay que esperar y ver”. En lo que coinciden todos es en que el sistema de re-reelección indefinida del Gobernador de Formosa estaría condenado a muerte.

Ese hubiera sido el final del “Enfoque del Domingo” de hoy. Pero luego de haberla escrito y dejado lista para una revisión final, bajé a tomar una café. Mala costumbre del que está sentado solo, estiré las orejas para escuchar la charla de un matrimonio ya entrado en edad: él le decía a ella que no podía creer lo ingenuo que se había vuelto su hijo desde que estudiaba en la Universidad; pero ella lo interrumpió, diciéndole que no se metiera y que lo dejara soñar. Al cabo de un par de minutos, él dijo me voy a comprar caramelos para los nietos y vuelvo a buscarte. No pude resistir la curiosidad, me acerqué a la mesa y atolondrado, sin pedir disculpas por la intromisión, le pregunté a la señora por qué su marido se quejaba de la ingenuidad de su hijo, y me respondió: es que está terminando la carrera de abogado y ayer fue a una conferencia sobre ese fallo que nos liberó de ir a votar el domingo, y volvió tan contento que le decía al viejo que la Corte de la Nación iba a prohibir las re-elecciones indefinidas y que eso era muy bueno para la República; y mi marido le dijo: “¿Así pierden el tiempo en la Facultad?; deciles a los de la Corte que llegan tarde. Los políticos ya transformaron la República en algo así como una monarquía: cuando ya no pueden ser reelectos más, postulan a la esposa o a los hijos o a los cuñados, o a los hermanos”.

Volví a la Redacción pensando que lo escrito no tenía sentido. Es nada de esto hubiera sucedido si alguna vez los constitucionalistas hubieran hecho un texto en serio y no ajustado a José Alperovich. Pero más aún: nunca la Corte de la Nación hubiera aparecido en escena si la integración de la Corte tucumana se hubiera hecho pensando en el Derecho y en la sociedad y no en las conveniencias personales y en los amigos.

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