Rosario, la ciudad de los pobres corazones

Rosario, la ciudad de los pobres corazones

Rosario, la ciudad de los pobres corazones

“En esta puta ciudad, todo se incendia y se va. Matan a pobres corazones. Matan a pobres corazones”.

“Fito” Páez, Ciudad de pobres corazones, 1987

El 7 de noviembre de 1986 al mediodía tres mujeres fueron asesinadas en una antigua casa de calle Balcarce al 600, en Rosario. Eran Delia Zulema Ramírez viuda de Páez, de 76 años, Josefa Páez, de 80, y Fermina Godoy de 33. Las dos primeras, la abuela y la tía de Rodolfo “Fito” Páez, que en ese momento estaba de gira en Brasil. Un año después Páez alumbró “Ciudad de pobres corazones”, un disco rabioso, oscuro, lleno de impotencia y de furia. “Tal vez el disco que nunca quise escribir”, diría luego. Pasaron 37 años desde el triple crimen y Rosario jamás dejó de estar ligada a la violencia, que con el paso del tiempo recrudeció hasta límites insoportables. Hoy, el mundo habla de esa ciudad santafesina y queda al descubierto la inoperancia de los gobernantes para combatir uno de los enormes flagelos que azota a la sociedad: el narcotráfico.

Santa Fe tiene de 3,5 millones habitantes en sus 363 localidades, y siete jueces y seis fiscales federales para investigar todas las causas de droga, mientras que su sistema provincial tiene 147 fiscales y 52 jueces que podrían asumir competencias de venta de drogas que se dan en sus propias jurisdicciones, aunque aún el proyecto de ley de Narcomenudeo como tiene Tucumán no alcanzó estado parlamentario. Hoy, Rosario tiene cuatro juzgados federales de primera instancia, uno de ellos acéfalo. Es decir, el 25% de la Justicia federal de primera instancia, que debe iniciar las investigaciones por narcotráfico, está vacante. Pero lo peor es que la ciudad tiene actualmente 18 cargos creados y sólo 10 están ocupados por jueces y por fiscales titulares. O sea, el 40% de la Justicia Federal no funciona.Y esto no es algo nuevo. Sucede hace años. El trámite de los nombramientos involucra especialmente a los poderes Ejecutivo y Legislativo de la Nación, pero en este caso no fueron resueltos ni durante el gobierno de Juntos por el Cambio ni por el del Frente de Todos.

Tucumán nunca será Rosario. La ciudad santafesina tiene características especiales que no se replican en nuestra provincia. Para empezar, es la segunda ciudad portuaria del país y tiene vías de conexión directa con Europa y con Norteamérica, destinos principales de la droga. Además, por allí pasan las rutas nacionales más importantes, lo que permite que la droga llegue y salga con mayor facilidad. Pero además sus cárteles tienen un poder de fuego que no se ve en ninguna otra parte del país. Ni siquiera en Buenos Aires. Datos: Rosario es la tercera ciudad más poblada de Argentina (1,5 millón de habitantes) y registra una tasa de 21 homicidios cada 100.000 habitantes, valor que sextuplica a la ciudad de Buenos Aires y cuadruplica al promedio nacional, que es de 5,2. Medellín, en Colombia, tiene hoy una tasa de 15,6 asesinatos. La cantidad de crímenes en Rosario supera por más del 30% a los de esa ciudad. El 20,6% de los asesinados son menores de 19 años. El año pasado hubo 266 homicidios. Este año, cuando van ocho días del tercer mes del año, ya hubo 62. La balacera contra el supermercado Único, propiedad de los padres de Antonela Rocuzzo, la esposa de Lionel Messi, fue demasiado para el Gobierno. Poner el nombre del capitán de la selección campeona del Mundo en una misma frase con la violencia de los narcos fue un golpe durísimo. Y debieron salir a hacerse cargo de algo que ya era imposible postergar.

El crecimiento del negocio criminal en Rosario fue encabezado por el principal grupo de la provincia, la banda de Los Monos, nacida a mediados de los 90. El gran salto se dio a mediados de 2007 cuando los narcos dejaron de importar cocaína desde Bolivia y comenzaron a producirla en Rosario, lo que multiplicó exponencialmente la oferta disponible, y provocó un enorme crecimiento del consumo. Hoy Tucumán está a años luz, por suerte, de ese nivel de producción aunque el aumento del consumo es alarmante.

La frase del ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, no hizo más que desnudar la incapacidad del Estado para combatir este flagelo: “ganaron los narcos”, dijo, mientras en Rosario había puebladas y mataban a un chico de 11 años que quedó en el medio de una balacera.

La intrincada maraña de corrupción, a partir de la cual se puede llegar a entender lo que sucede en una de las ciudades más importantes del país, fue, hasta aquí, imposible de desentrañar. El diputado Carlos del Frade analizó lo que pasa: “No hay acuerdo entre los distintos espacios que han gobernado la provincia en las últimas décadas para limpiar los nichos de corrupción de las fuerzas de seguridad, y el Estado nacional siempre ha sido siempre muy poco eficaz para brindar soluciones de fondo. La política exhibe una significativa impotencia y carencia de ideas”. Pero además hay pruebas evidentes del sistema pérfido que domina a la ciudad, con implicancias oficiales. El narco conocido como “Actis Caporale” lo dijo en un juicio: “en Rosario nadie vende drogas si no arregla antes con la policía de la provincia de Santa Fe”. Y otro delincuente, Jorge Halford, sentenció: “el único cártel que conozco es el de la policía de la provincia de Santa Fe”.

Alberto Fernández hizo incluso algo que nunca había hecho y decidió enviar al Ejército a la zona, aunque con la salvedad de que se trataba de la Compañía de Ingenieros, que ayudaría a urbanizar zonas problemáticas, y llevó a 1.400 el número de Gendarmes apostados en Rosario. Ayer, Aníbal Fernández puso en marcha el operativo y, una semana después de haberse declarado derrotado, aseguró: “tenemos que llegar hasta el fondo, limpiar nuestros barrios. Ya hemos visto demasiado”. Lo dice ahora, a siete meses de las elecciones presidenciales, y a nueve de que asuma otro gobierno, ya sea de su propio frente o de la oposición. Ahora deben llegar hasta el fondo. Y del otro lado tampoco pueden vanagloriarse de sus soluciones. Estuvieron cuatro años en el poder y una de las principales candidatas de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, fue ministra de Seguridad. Pero ahora pide que el Ejército barra a los narcos (algo imposible ya que es inconstitucional), pero no intentó hacerlo cuando tenía el poder. Así, Rosario se desangra. Y es una muestra de cómo funciona en muchos casos el Estado, cualquiera que sea el partido que gobierne. El martes, los vecinos del barrio Los Pumitas, de donde era el nene al que mataron, debieron pasar todos juntos la noche en la plaza custodiados por un patrullero por dos policías luego de las amenazas que recibieron por parte de los narcos. Mientras tanto, los funcionarios se peleaban por televisión, a cientos de kilómetros de donde el problema se cobra decenas de vidas por semana, en la ciudad de los pobres corazones.

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