Bienvenida sea la incomodidad de los 8 de Marzo

Bienvenida sea la incomodidad de los 8 de Marzo

El Día de la Mujer fue instituido para llamar la atención sobre las dificultades históricas que enfrenta la mitad de la población mundial -y más de la mitad, en el supuesto de la Argentina- por no haber nacido varón. Lo anterior es una simplificación. El Día de la Mujer tiene connotaciones más profundas, pero vale la pena detenerse en su función básica de destacar y recordar la injusticia que comporta que el sexo de nacimiento determine el destino de los individuos. Contra esa inequidad se levanta esta efeméride conmemorativa. Bienvenida sea la incomodidad que generan los 8 de Marzo porque en su espíritu late el reclamo de igualdad.

No hay nada más arbitrario que nacer hombre o mujer; ayer, hoy o mañana, y en París o San Miguel de Tucumán. Y, sin embargo, no es lo mismo. Sigue sin ser lo mismo: a gran escala, estas brechas explican dramas estructurales del planeta, como el de la pobreza y la violencia que propulsa los movimientos de migrantes y de refugiados. Mucho de lo que Mafalda -seguro que no es casual que Quino haya elegido a una niña inteligente como protagonista de sus tiras- no entiende acerca del mundo tiene su origen en esa falta intrínseca y evidente de justicia que tantos padecimientos acarrea.

El Día de la Mujer ayuda a mirar el maltrato, la discriminación, los abusos, la impunidad, la marginación, la agresión y la diferencia de oportunidades como lo que son: no reglas naturales o situaciones dadas con las que hay que convivir, sino luchas vivas que interpelan a la humanidad. Que se hable y se discuta más sobre esto -con Irán como el caso extremo de cuestión de vida o muerte- es motivo para perseverar, pero los resultados son magros, incluso en democracias. Basta con mirar qué roles tienen las mujeres en el Gobierno tucumano y en el proceso electoral local para advertir cuán lejos está el derecho a la igualdad de la realidad.

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