Siria: guerra civil (y con uniformes extranjeros)

Siria: guerra civil (y con uniformes extranjeros)

13 Febrero 2023

Carlos Duguech

Analista internacional

Terremoto, palabra que, al menos en español, tiene una sonoridad que convoca al significante por sobre el significado. No hay atenuantes en sus efectos. Todo es sometido a un implacable derrumbe de los cielos sobre toda vida sin discriminación positiva alguna. Ladrillos, hierros, hormigón, conforman escombros de muerte y ahogos. El terremoto tronó dos veces, grueso y fatídico, sobre la frontera entre Turquía y Siria desde el 6 de febrero, de 7,9 grados.

Alepo, una de las glorias milenarias de la Siria moderna, se caracterizó siempre por su importancia como reservorio cultural de historias antiquísimas. Es la ciudad habitada permanentemente más antigua del mundo. Impresiona saber que sus orígenes se remontan al ¡año 1.780 a. C!

Los dos terremotos que se sucedieron en la zona limítrofe turco-siria dejaron en territorio sirio, según datos de ONU, 3.574 víctimas fatales y 5.291 heridos, pero los números finales se conocerán cuando desde los escombros no haya más señales de vida. La zona es controlada por las fuerzas contrarias al gobierno. Se dificulta por ello la llegada de asistencia humanitaria. En Turquía la información oficial es de casi 30.000 víctimas mortales y 80.000 heridos.

Imaginar el Apocalipsis

En Alepo, una de las regiones más afectada en Siria por lo que se empeñan en denominar guerra civil, los terremotos recientes y el muy potente invierno han instalado un manto negro de desesperación y angustias. Ello lleva a imaginar que está sobreviniendo el apocalipsis, aunque esta expresión es más comprensible en el cristianismo (casi el 20% de los sirios y casi todo occidente) y no es antojadiza. Pero el sufriente pueblo sirio liga los terremotos casi a un destino fatal. No otro puede ser el modo de percibir su realidad y futuro en un país en guerra sin respiros desde 2011.

Los números de la guerra

Ni hace falta agregarles calificativos a la hora de escribirlos. La potencia de los números está dada en la escala de la que surgen, señores de la realidad. Nada, ninguna literatura de complacencia o de cuestionamiento puede amordazar esa potencia. Los números hablan con voz indiferente y significado ineludible: 6.700.000 desplazados en Siria de sus lugares de residencia; 5.500.000 sirios salieron de su país, refugiados en Turquía, Líbano y Jordania. Un país que se reduce poblacionalmente; que se despuebla dolorosamente. A todo ello se suman casi 400.000 muertos por la guerra, más 205.000 desaparecidos. Amnistía Internacional en su informe da cuenta de las ejecuciones ilegales producidas en lugares de detención. Un baldón difícil de erradicar para el régimen de al-Ássad. Por otra parte, según la ONU el 90% de la población vive bajo el umbral de la pobreza y destaca que la mayor parte de la población requiere algún tipo de ayuda humanitaria.

La “Primavera árabe”

Un cautivante nombre para la serie de manifestaciones ciudadanas en distintos países árabes. Arranca en Túnez, en la ribera sur africana del Mediterráneo, el 17 de diciembre de 2010. Fue un comienzo conmovedor por lo dramático. Un vendedor ambulante de 27 años ante el despojo de sus mercaderías y la expulsión por la policía, se inmoló con fuego a modo de protesta. Sólo entendible para quienes desde la psicología social y el ámbito de la percepción del fundamentalismo ideológico se esfuerzan por explicarlo omitiendo la mirada occidental de los hechos. Su agonía por casi veinte días terminó con su muerte en la primera semana de 2011. En ese lapso las protestas se extendieron por casi todo Túnez por mejores condiciones de vida. Finalmente, diez días después de la muerte de Mohamed Bouazizi, el vendedor ambulante, renuncia el presidente Ben Alí.

La cabecera fue Túnez y le dio andadura al sentido primaveral del despertar y se extendió a Yemen, Egipto, Libia, Bahréin y Siria poniendo en escena palabras como democracia, libertad, mejoras sociales, trabajo, etc. Pese a las reclamaciones entusiastas de las respectivas poblaciones la “primavera árabe” devino en un invierno congelado permanente, luego de dos años de vigencia entre los meses de diciembre de 2010 y 2012. Cuando ese viento (que no brisa) primaveral pretende adueñarse del entusiasmo de una buena parte de la ciudadanía siria, la gestión del gobierno para neutralizarla excede todos los límites. Una brutal represión fue el germen que fructificó en la conformación de un muy variado movimiento opositor. Y armado, para más contundencia, con participación de muchos desertores del sistema de seguridad sirio. Logró, para más consolidarse opositor al régimen el apoyo financiero de algunos países, y la colaboración de sectores que, a veces entre ellos, pugnaban por el liderazgo. Aunque todos confluían en un principal objetivo: el derrocamiento del gobierno aunque no puede -ni aún hoy- suponerse cuál sería el sistema a establecer en el caso de alcanzarse ese objetivo.

Se lee en los informes a disposición de quien quiera saber que Siria tiene casi diecinueve millones de habitantes. También que 5.500.000 sirios –sí, la cuarta parte de su población- cruzó las fronteras hacia otros países: Jordania, Líbano y Turquía. Son los refugiados en esos países. Y otro número que patentiza los efectos de la guerra: 6.700.000 sirios que dejaron su lugar de vida diaria y de desplazaron hacia otras zonas de Siria donde los riesgos de la guerra fuesen mínimos o inexistentes. Conclusión numéricamente angustiante que golpea con la contundencia de una tragedia humanitaria: más de la mitad de la población siria dejó sus viviendas, sus lugares habituales de residencia, buscando salvar sus vidas. Dura tarea con el sacrificio de vivir en un país con inacabable angustia y casi ninguna esperanza. Cuánta esperanza puede haber en un país donde se ha naturalizado la guerra desde el 15 de marzo de 2011. A poco de cumplir 12 años de guerra sólo cabe un cachetazo a los responsables y a los organismos internacionales de mucho bombo y escasa o ninguna efectividad.

Guerra “civil”

Rusia, la de Putin, aliada del gobierno de al-Ássad, con servicio de bombardeo inclusive. Igual que Irán, con milicianos chiitas bien armados y sostenidos financieramente, con Hezbolá del Líbano y de Yemen, Afganistán e Irak. Y EEUU intenta diezmar con bombardeos en Siria a las milicias sostenidas por Irán a la par que apoya a las denominadas Fuerzas Democráticas Sirias para liberar territorios capturados por el llamado (erróneamente, para este columnista) “Estado Islámico”*. La guerra desatada es casi sin fronteras porque en toda orientación geográfica se instalan muy diversos nodos de oposición al gobierno. El principal se constituyó como CNS (Consejo Nacional Sirio). La lista de grupos opositores es vasta y en algunos casos entre ellos instalan discrepancias guerreras. Sería tortuosa la lectura de tantos anotados en la lista de opositores al gobierno. Y casi incomprensible, aún para los más informados. Un cóctel demasiado complejo y explosivo. Una tercera parte del territorio sirio está controlada por el mal llamado Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS, EI). En suma, puede afirmarse que el presidente de la vitalicia familia sunita de al-Ássad teme, y con razón, de que todo desemboque en un embudo que formalice en Siria un estado teocrático islamista radical. Los aliados de los contras son de una variedad casi incomprensible en tiempos normales (países de occidente que en algún momento consideraban imposible conformar una alianza de esa naturaleza).

(*) “La prensa, toda la prensa mundial, se refiere a esa mancha de aceite perversa y trágica que se extiende sobre Irak y pretende abarcar otros cielos como integrantes del autodenominado, en un principio, “Estado Islámico de Irak y Levante”(involucrando a Siria) y ahora en una reducción de su sigla (“EI”) Estado Islámico. He aquí la trampa de tanto repetir “Estado Islámico” ha instalado en la prensa mundial y en las expresiones de los líderes de Occidente y de algunos países del M. O. el concepto “Estado”. Y que las atrocidades que cometen los integrantes del grupo las lleva a cabo el “Estado Islámico”, como si tuviera la estructura y el reconocimiento de un Estado Soberano”. El título de esa columna publicada en LA GACETA el 18.9.2014 era “El marketing-trampa de los terroristas”.

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