Gustavo Córdoba: “Al momento de los tambores electorales, Alberto Fernández termina siendo una figura decorativa”

Gustavo Córdoba: “Al momento de los tambores electorales, Alberto Fernández termina siendo una figura decorativa”

Según el consultor, Cristina sólo está reafirmando su centralidad y no cree que pelee por volver a ser Presidente.

GUSTAVO CÓRDOBA GUSTAVO CÓRDOBA

Las encuestas son un instrumento indicativo de las preferencias de los electores, señalan en Juntos por el Cambio paran justificar uno de los mecanismos que usará la coalición opositora para dirimir candidaturas. Esos sondeos, además, siempre constituyen una herramienta con la que el gobernante trata de tener una brújula de gestión para potenciar acciones o modificar el rumbo de medidas que implican rechazos generalizados. A las puertas de las elecciones generales, no hay político que deje de encargarlas ni ciudadano que no cuestione los resultados. Para que una encuesta goce de rigurosidad metodológica, todas las personas que integran el universo que se busca representar deben tener la misma posibilidad de ser encuestadas. Y las encuestas digitales no están respetando ese principio de aleatoriedad, plantea Gustavo Córdoba, director de comunicación en Zuban/Córdoba y Asociados y especialista en comunicación electoral y gubernamental. Los algoritmos dejaron de trabajar a nuestro favor y empezaron a alimentar las encuestas con audiencias que ya mostraron estar interesadas en responderlas. Es la eterna batalla entre bots y militantes, entre encuestas digitales y presenciales. El caso Brasil ha reavivado las críticas a los sondeos electorales. En la Argentina, esta tendencia no es una excepción. En una entrevista con LA GACETA, Córdoba señala que el problema no son las encuestas en sí, sino las metodologías que se usan. “En realidad, el dilema que se plantea es saber interpretarlas”, fundamenta.

-¿Por qué fallan las encuestas?

-Las encuestas no fallan. No todas sirven para el mismo propósito, como tampoco todas las metodologías que hay sirven para medir el clima electoral. Hay metodologías que son cuestionables, que pueden ser muy populares para dar una respuesta rápida y un diagnóstico veloz en un momento determinado. Sin embargo, el diagnóstico estratégico de un momento político requiere una investigación más rigurosa, respetando las principales metodologías. Las encuestas online o digitales no son probabilísticas y no respetan la aleatoriedad. En ese ámbito, hay mucha gente politizada y dispuesta a responder ese tipo de encuestas, pero el común del ciudadano no le gusta responder y que es reacio a hacerlo. Por lo tanto, esos sondeos digitales no representan al promedio de la Argentina y sus resultados son acordes al público que usualmente está en redes sociales, con un sesgo muy fuerte y determinado de su posición ideológica y política. Son subjetivas con opiniones artificiales. Le ocurrió a Mauricio Macri en 2019 cuando pasó de un empate a un triunfo, luego a perder por 15 puntos en las PASO de agosto de ese año. Esa es una diferencia enorme entre las encuestas digitales y los sondeos presenciales, sin dejar de decir que también éstos últimos pueden cometer errores. En suma, no fallan las encuestas, sino los encuestadores. Apelando a la frase maradoniana, las encuestas no se manchan.

-El Frente de Todos suele gobernar con encuestas en las manos y Juntos por el Cambio llega a postular que hay que tomarlas en cuenta para dirimir candidaturas…

-El dilema que plantea las encuestas es saber interpretarlas. Todo el mundo las tiene a mano para tomar decisiones. La pregunta que hay que formular es: ¿cuántos saben interpretar lo que tienen en la mano? Me llena de incertidumbre el panorama nacional. No siempre la política está dispuesta a leer, de manera abierta, los resultados de los diagnósticos, sino que interpretan los que son favorables y no toman en cuenta aquellos que no le resultan “no favorables”. Esa interpretación suele ser general, como lo puede interpretar cualquiera de nosotros. El problema radica cuando, sin una falta de lectura profesional de las encuestas, subestiman el rol de la oposición o sobreestiman el rol propio en ese escenario democrático. Allí arrancan los problemas en la toma de decisiones y sobrevienen los errores.

-Cuando se observan los resultados de las encuestas, no sólo los profesionales, sino la población en general se pregunta: ¿cómo se sostiene en el poder a un presidente de la Nación con un 70% de imagen negativa?

-Voy a aclarar algo: más del 90% de las encuestas que están dando vueltas son digitales. Las presenciales nacionales tienen una enorme diferencia respecto de las online que se conocen. Hay un hecho fáctico: el Gobierno está mal. Pero, ¿está tan mal como plantean los sondeos digitales? Y atrevería a responden que no, que no está tan mal como se lo muestra en una encuesta online que, en el caso de Alberto Fernández, tiene tan solo un 20% de aprobación, mientras que en cualquiera de las que son presenciales pueden tener hasta un 35% de aprobación.

-Es una brecha muy amplia…

-Y sí, sobre todo la conclusión que nos arroja. Tenemos que ser mucho más prudentes en el análisis; no tan determinantes. Darle lugar a un marco de potencialidad en base a una investigación. Eso determina un éxito o un fracaso político. Miremos lo que sucede a nivel nacional. Por ejemplo, se percibe una sobreestimación de la propia fuerza. En Juntos por el Cambio pareciera que ganaron las elecciones, pero la probabilidad de que obtenga el triunfo es la misma que aduce el Frente de Todos. Y a esta altura del partido no hay que dejar de mirar al libertario Javier Milei, que puede llegar a desplazar a cualquiera de las otras coaliciones si sigue sumando adeptos. Ahora bien, la pregunta del millón que sobrevuela todos los sectores de la política: ¿qué pasará si Cristina Fernández de Kirchner es candidata a nada? Lo que hoy une a Juntos por el Cambio es un antikirchnerismo furioso y, entonces, qué sucedería si ella no es presidenciable. De la misma manera, la vicepresidenta fuera de juego es un problema para el Frente de Todos porque no tiene una figura política equivalente que asume como opción. Ella ha sido dos veces presidenta y ahora vicepresidenta. ¿Volverá a candidatearse para la silla eléctrica que ella ya conoce cómo funciona? Tengo mis dudas.

-¿Cómo interpretamos el escenario actual del oficialismo con una Vicepresidenta que lidera actos partidarios y un Presidente enfermo y en reposo?

-Los periodistas usan la palabra como herramienta fundamental de trabajo, porque tiene carácter performativo, que genera. Esto se traslada a los escenarios simbólicos de la política. Lo que hizo Cristina Fernández en el acto por del Día de la Militancia fue cambiar o resignificar el escenario político. Siguió con su centralidad política que nunca la perdió. Ella mantiene el voto propio de su núcleo duro y, con el acto en La Plata empezó a ganar tiempo para una nueva maniobra que es la de entretener a la oposición diciendo de que ella será la candidata oficialista en 2023 mientras busca otro candidato a la Presidencia. Ella candidata es el sueño de la oposición, que ella misma no se lo concederá.

 -Pero la última experiencia del laboratorio cristinista no le salió bien, llevando a Alberto Fernández a la Presidencia en 2019…

-Sí, pero esta vez no repetirá la misma jugada; lo hará de otro modo pensando que, en la vereda del frente tiene a Juntos por el Cambio casi dependiendo de las decisiones estratégicas que Cristina adopte. Horacio Rodríguez Larreta puede que dependa de sí mismo. En la mayoría de las encuestas tradicionales o presenciales, el jefe de la Ciudad de Buenos Aires está bien posicionado, pero en las digitales es Patricia Bullrich la dirigente de mayor preferencia rumbo a las presidenciables. El resto de la estructura de JxC no está jugando por el poder nacional, sino dentro del esquema de lo que puede ser el gobierno si el año que viene gana la oposición. En ese aspecto, nuestra medición mostrará que el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, superará por primera vez a otro radical, el diputado Facundo Manes, en intención de votos y en imagen. En la encuesta pasada estaban prácticamente iguales.

-¿Eso le da posibilidades para sumarse a la pelea por la candidatura presidencial?

-Hoy es el mejor radical posicionado en esa carrera. No sabemos si eso solo puede significar un complemento con otros dirigentes. Una lista o fórmula mixta entre Rodríguez Larreta y Morales no es una locura planteada desde los números.

 -¿Cómo incide la situación política y económica de la gestión nacional en las provincias?

-Hagamos un ejercicio y salgamos un poco de la Argentina. La pospandemia de la Covid-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania le está haciendo mella a los oficialismos de cualquier signo ideológico en el mundo. De las últimas 20 presidenciales de la región, en 18 perdieron los oficialismos. Es un dato objetivo. Y la consigna es cómo hacen los oficialismos para revertir esta tendencia. Pero vamos a la situación nacional. Lo mal que ha desempeñado el cargo Alberto Fernández no colabora para nada si se busca revertir aquel cuadro. Para cualquier gobernador, especialmente justicialista, pegarse al Presidente representa un problema. Las fotos son un problema en términos de política electoral. Por eso es que la mayoría ha avanzado en el adelantamiento de los comicios provinciales respecto de los nacionales. Esa tendencia se evidenciará más el 10 de diciembre, a 90 días de votar en cada distrito. Por primera vez en mucho tiempo, los gobernadores observan que el panorama nacional les juega en contra. No tienen ninguna garantía de que, si mantienen unificadas las elecciones, salgan bien parados. En el caso de Tucumán, la única fortaleza que tiene el peronismo del distrito es el sistema electoral, porque el sistema de acoples les ha resultado favorable. Sin embargo, esa ingeniería electoral no es patrimonio exclusivo de una sola fuerza política. ¿Qué pasaría si la oposición a la dupla Juan Manzur-Osvaldo Jaldo descubre cómo trabajar con aquel sistema? Probablemente termine sufriendo sus efectos.

-¿Cómo cree que puede terminar Alberto Fernández su mandato?

-Creo que no hay manera de pensar que no termine bien, pero sí será un Presidente de un solo mandato. Su hipótesis de reelección no supera el 2% de intención de votos. No es una postulación que tenga algún viso de realidad. Tal vez intente mantenerse con alguna cuotita de poder hasta el final. Sin embargo, sucumbe ante la centralidad de Cristina Fernández. Sus ministros han terminado orbitando alrededor de ella, como el caso de Juan Zavaleta o Gabriel Katopodis, albertistas que necesitan de Cristina para sacar más de 30% de votos en sus territorios. Han migrado todos hacia Cristina. Hasta el Movimiento Evita cerró con La Cámpora, cuando hasta hace poco estaban peleados. Al momento de los tambores electorales, Alberto Fernández termina siendo una figura decorativa, sin el más mínimo peso político.

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