Diálogos literarios por WhatsApp

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Cómo ensamblar a Bukowski, Bolaño, Baudelaire y Busqued entre sus cuentos y poemas.

13 Noviembre 2022

Le envío a mi amigo Germán Jorge esa maravilla poética que es “A solas con todo el mundo” de Charles Bukowski:

“La carne cubre el hueso / y dentro le ponen / un cerebro y / a veces un alma, / y las mujeres arrojan / jarrones contra las paredes / y los hombres beben / demasiado y nadie encuentra al otro / pero siguen / buscando / de cama / en cama. / La carne cubre / el hueso y la / carne busca / algo más que / carne. / No hay ninguna / posibilidad: / estamos todos atrapados / por un destino / singular. / Nadie encuentra jamás / al otro. / Los tugurios se llenan / los vertederos se llenan / los manicomios se llenan / los hospitales se llenan / las tumbas se llenan / nada más se llena”.

En un desierto de tedio, un oasis de horror, podría agregar Baudelaire, me responde Germán Jorge. O “para aburrirme prefiero sufrir”, de Charly, le retruco, pero seguimos de largo. Es de ese extenso poema “El viaje”, parte séptima, el número 126 de Las flores del mal. Germán Jorge me envía la foto por WhatsApp:

“¡Sabor amargo, aquel que del viaje se obtiene! / El mundo, que es monótono y pequeño y sombrío, / ayer, mañana, siempre, con nuestra imagen viene: / ¡Un oasis de horror, en desiertos de hastío!”.

Veo en internet que es la cita que abre 2666 de Bolaño. Efectivamente, me dice Germán Jorge. A ese poema también lo cita en El gaucho insufrible, cuando habla del viaje en Baudelaire, Rimbaud y Mallarmé.

Qué gran cuento, recuerdo.

Llega la otra foto por WhatsApp, la del fragmento de El gaucho insufrible:

“¡Saber amargo aquel que se obtiene del viaje! / Monótono y pequeño, el mundo hoy día, ayer, / mañana, en todo tiempo, nos lanza nuestra imagen: / ¡En desiertos de tedio, un oasis de horror!”.

Y una tercera foto, la de 2666: “Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento”.

Lo citó dos veces, Bolaño, le digo, ya casi le pertenece.

Aburrimiento, tedio y hastío, enumera Germán Jorge, los matices de los traductores. Para que no todo parezca lo mismo, agrego.

Bolaño, Baudelaire, Bukowski, Busqued. Charles, Charles, Carlitos.

Es que al diálogo le agregamos un fragmento de “Cherasny – tercer embajador de Agartha” (texto inédito en libro, aunque rescatado recientemente por la revista Clarice en su número dos) de Carlos Busqued. (Recuerdo habérselo escuchado en una lectura del ciclo Bienvenido Bob, en la librería Caburé, en el límite entre San Telmo y Monserrat, allá por 2019.)

“No, lo de que estoy muerto empezó como un chiste y fue quedando, viene de antes. Un día hace, no sé… más de diez años, seguro, se murió un tipo que se llamaba igual que yo. Cuando pasó lo de esta persona, salió en las noticias y, por el nombre, que encima es bastante poco frecuente, mucha gente se confundió. Bah, ‘mucha gente’: alguna de la gente que me conocía. Para colmo, a este hombre lo encontraron casi desnudo, solo tenía puesta ropa interior de mujer, en un charco de sangre, boca abajo en el piso… aparentemente tuvo un ACV, había tomado un montón de cocaína. Una muerte bastante bien, dentro de todo… así que no la desmentí”.

Para qué desmentir semejante escándalo, dice Germán Jorge, si suma al mito.

Nos reímos. Carlitos te hacía reír.

Al otro día, horas después de este diálogo, fortuitamente, Facebook me recuerda un fragmento de El gaucho insufrible:

“Al marcharse, después de pedirle al pulpero que le anotara la consumición en su cuenta, mientras pasaba junto a los gauchos jóvenes, para reafirmar su autoridad, les pidió que se hicieran a un lado, que él iba a escupir. El gargajo, virulento, salió casi de inmediato disparado de sus labios y los gauchos, asustados y sin entender nada, sólo alcanzaron a dar un salto. Que les llueva finito, dijo antes de perderse una vez más en la oscuridad de Capitán Jourdan”.

Para qué desmentir semejante escándalo, insisto, si suma al mito.

No nos quejamos de otra cosa que no sea la de estar vivos y no festejamos otra cosa que no sea la literatura, le digo a Germán Jorge, para cerrar, y pido esas palabras para la lápida. El epitafio perfecto, completa él.

© LA GACETA

Hernán Carbonel – Periodista y escritor.

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