Sexualmente hablando: Curiosas costumbres

Sexualmente hablando: Curiosas costumbres

No se sabe bien por qué apareció la cruel y dolorosa tradición de los “pies de loto” durante el dominio de la Dinastía Song -del siglo X al XIII- en China, pero de alguna forma se instaló entre las clases más altas de la sociedad y se convirtió en un símbolo de estatus para las mujeres y las familias que éstas integraban. El proceso, que empezaba en la niñez, consistía en doblar los dedos de los pies hacia la planta y vendarlos con presión muy fuerte hasta lograr romperlos. Esto daba como resultado pies completamente deformados que impedían a las mujeres caminar con normalidad y les provocaban graves problemas de movilidad que empeoraban con la edad.

Los hombres lo consideraban un rasgo muy atractivo, por lo que unos pies vendados contribuían a conseguir un buen matrimonio (afortunadamente esta práctica fue prohibida por decreto a principios del siglo XX).

Lo más íntimo

Según Xiao Jiao -escritor sobre la historia del sexo en China-, el pie de loto, envuelto en un pequeño género de seda, se consideraba un área muy privada del cuerpo femenino, por lo que acariciarlo era el acto más íntimo entre un hombre y una mujer.

Estaba además vinculado a los genitales: el dedo gordo, cuyo tamaño quedaba exagerado al ser el único que quedaba a la vista (no enterrado en la planta), simulaba un pequeño seudopene; con los arcos, era posible formar una suerte de vagina secundaria.

En los 60, el especialista Howard S. Levy publicó un libro abordando esta costumbre: “Existían variadas formas de sujetar el pie y se elevaba el nivel de éxtasis cuando el amante dejaba de utilizar la mano para acariciarlo con la boca. El proceso incluía besar, chupar, colocar el pie en la boca hasta que se hincharan las mejillas, el pecho, las rodillas o el miembro viril”.

Según parece algunas mujeres desarrollaban su arte erótico al punto de poder sujetar el pene con los pies y llevarlo hasta la vagina. Otras se masturbaban frotándose su propio “loto” con el pie o les pedían a sus amantes que lo acariciaran durante el orgasmo para intensificar las sensaciones. Varias mujeres simulaban el encuentro con un hombre colocándose mutuamente el pie en la vagina.

Un método infalible

Por cierto que estas prácticas cautivaron a muchos extranjeros que visitaron la China imperial. Y, aunque Marco Polo no se enteró de su existencia (como tampoco del desarrollo de la acupuntura o de la Gran Muralla, como ironiza el escritor Jonathan Margolis), sí la advirtió el doctor Jean-Jacques Matignon, agregado de la misión diplomática francesa durante la década de 1890: “Tocar los órganos genitales con el pequeño pie causa en el hombre un estremecimiento de gran intensidad. Las buenas amantes saben que para despertar el ardor de sus clientes más viejos, el método infalible es sujetar el pene con los dos pies; sin duda, resulta mucho más efectivo que todos los afrodisíacos de la farmacopea y la cocina china”.

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