Sexualmente hablando: Como los perros de Pávlov

Sexualmente hablando: Como los perros de Pávlov

A principios del siglo XX, el fisiólogo ruso Iván Pávlov hacía sonar una campana justo antes de darles comida a los perros. Repetía la acción muchas veces, tanto que los animales acababan por asociar ambos estímulos: aprendían que, tras la campana, venía la comida. Al cabo de un tiempo, con sólo escuchar el sonido de la campana, los perros empezaban a segregar saliva.

Si bien las personas somos bastante más complejas que los perros, también es cierto que en muchos aspectos somos susceptibles del clásico condicionamiento pavloviano. Y la sexualidad no está exenta de este tipo de reflejos. Por ejemplo, en una serie de experimentos realizados en los años 70, D. A. Kantorowitz pidió a varios voluntarios que se masturbaran mientras se les mostraba tres fotografías neutras en diferentes momentos del acto: la primera imagen al principio de la masturbación, la segunda en la fase previa al orgasmo y la tercera en el período refractario (después del clímax). Luego de varias repeticiones, la imagen neutra mostrada justo antes del orgasmo ya provocaba una erección parcial; la mostrada al principio no tenía ningún efecto y la visualizada durante el período refractario reducía la excitación.

Análogamente, investigadores californianos pidieron a un grupo de estudiantes universitarios de entre 18 y 23 años que se masturbaran -pagándoles U$S 25- un total de ocho veces, en sesiones espaciadas en el tiempo. En cada sesión les enseñaron durante varios segundos fotografías de un tipo de cuerpo femenino antes de que la excitación empezara; imágenes de otro tipo de cuerpo avanzada la masturbación y de un tercero en la fase refractaria, tras la eyaculación. Cuando, tres meses más tarde, y en las mismas condiciones experimentales, les volvieron a mostrar imágenes parecidas pero esta vez midiendo la reacción del pene, todavía se excitaban más con el tipo de cuerpo femenino mostrado durante la masturbación, y menos con las del final.

¿Como ratas?

Al parecer, los condicionamientos no solamente influyen en lo que consideramos más o menos atractivo: también pueden modificar ciertos patrones de comportamiento. En 1974 los investigadores norteamericanos Alan Silberberg y Norman Adler publicaron en la revista Science un experimento muy curioso: a un grupo de ratas de control se les dejó copular libremente con hembras receptivas durante 30 minutos. A otro grupo se les permitía empezar a copular, pero a la séptima intromisión se retiraba a la hembra de la caja (el comportamiento típico de la rata macho es perseguir a la hembra y penetrarla, pero ella se le escapa: esto ocurre varias veces hasta que en uno de estos encuentros, la rata macho eyacula). Y a un tercer grupo también se les retiraba la hembra al mismo tiempo, pero sin tener en cuenta el número de intromisiones realizadas.

Luego de varias repeticiones, el segundo grupo aprendió a eyacular precozmente antes del séptimo embate. Y el tercero, a copular más rápido y con más ansias. Una verdadera advertencia para los que se masturban rápido en pos de acabar el trámite lo antes posible.

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