Marchas contra la impunidad: Por qué ya no hay protestas en la plaza

Marchas contra la impunidad: Por qué ya no hay protestas en la plaza

Lebbos dio una contundente explicación. “Empezó a haber muertes cruzadas por temas narco y las familias querían que tomemos partido, algo que no podemos hacer”, aclaró.

“NOS FRENÓ EL NARCOTRÁFICO”. Alberto Lebbos encabeza la marcha contra la impunidad junto a familiares de otras víctimas. la gaceta / fotos de DIEGO ARAOZ (archivo) “NOS FRENÓ EL NARCOTRÁFICO”. Alberto Lebbos encabeza la marcha contra la impunidad junto a familiares de otras víctimas. la gaceta / fotos de DIEGO ARAOZ (archivo)

Solían llegar a la plaza Independencia portando carteles con los rostros y los nombres de las víctimas. Al comienzo, allá por 2005, eran apenas un puñado de participantes, encabezados por Alberto Lebbos. Con el paso del tiempo fueron creciendo en número de asistentes y cada semana llegaban nuevos integrantes a la comisión de familiares de víctimas de la impunidad.

Con megáfono en mano expresaban su reclamo de justicia, mientras el resto de los transeúntes pasaba al lado mirando de reojo y escuchando, como de casualidad, las voces de quejas, el tono cargado de angustia, y la mirada repleta de impotencia de hombres y mujeres que gritaban su duelo frente a las escalinatas de la Casa de Gobierno.

Pero ya no están. No volvieron a la plaza. Ya nadie ve los carteles con los rostros de las víctimas, ni se oye el megáfono que los supo identificar. Esa ausencia tiene una razón de peso. Un argumento que muestra una realidad más cruel todavía.

Sin marchas

Alguna vez, a Lebbos le preguntaron por qué seguían haciendo las marchas todas las semanas en el mismo sitio de la plaza Independencia después de tantos años. “Es que si no venimos va a parecer que ya no hay víctimas de la impunidad”, supo decir el padre de Paulina Lebbos. Ahora no hay marchas; sin embargo, eso no implica que no haya casos impunes, ni víctimas, ni familiares de las víctimas.

Durante la pandemia de coronavirus el aislamiento obligatorio llevó a suspender las marchas de cada semana. Una vez que pasó el confinamiento quisieron volver a concentrarse, tal como lo hacían desde hace 16 años, pero no pudieron. “Siempre estuvimos en la plaza, con lluvia, con calor, con pobreza -dice Lebbos-. Nada de eso nos pudo impedir que marchemos, pero ahora nos frenó el narcotráfico en Tucumán. La guerra de clanes”, agrega.

Lebbos explica este nuevo escenario sin marchas. “Nunca habíamos dejado de marchar, pero ahora nos impide el narco -insiste-. Lo que pasó es que venía una familia y pedía justicia por tal o cual chico, pero después venía la familia de la otra parte también a pedir justicia y nos empezaron a presionar a nosotros para tomar partido por uno u otro -advierte Lebbos-, algo que no podemos hacer desde la comisión de familiares. La guerra de los clanes hizo que empezaran a matarse cruzados, entre familias”, resalta.

Un caso emblemático

Uno de los casos más recordados de impunidad en la zona de La Costanera es el crimen de David Acuña. Tenía 16 años cuando lo mataron el 25 de diciembre de 2004. “Este chico tenía un programa de radio en el que denunciaba a los narcos de la Costanera -dice Lebbos- y por eso lo mataron. Me acuerdo que los padres de David llegaron a la plaza con un cartel que decía: ‘Justicia por David’ y hablé con ellos y eso fue uno de los motores que impulsó la comisión de familiares y las marchas contra la impunidad”, recuerda Lebbos.

MEGÁFONOS. La herramienta caracterizó las marchas de Lebbos. MEGÁFONOS. La herramienta caracterizó las marchas de Lebbos.

La radio “El Ángel David y Nélida” llegó a funcionar en una pieza en la casa de la familia Acuña. En el improvisado estudio de radio había afiches de Atlético, de la cantante Gilda y del cordobés “El Potro” Rodrigo. El adolescente había abandonado la escuela, donde era abanderado, para ayudar a su padre en el sostén de la familia: era cartonero.

Consecuencias del paco

El paco es el residuo de la cocaína, dicen los expertos. Esta sustancia genera una dependencia tanto orgánica como psíquica en sólo tres o cuatro meses, mucho menos tiempo que otras drogas.

El efecto del paco, a su vez, dura cinco minutos o menos tiempo. Genera una profunda euforia, un estado maníaco y cuando el efecto pasa conlleva una profunda depresión y signos de angustia. Por esa razón aparece la necesidad compulsiva del adicto de volver a fumar. En Tucumán, en La Costanera, hubo casos de enfermos que consumieron hasta 50 dosis en menos de seis horas. Eso explica por qué es que es tan perjudicial.

Un caso muy recordado en medio de la guerra de clanes relata una vez que una madre fue a la casa de un dealer a pedirle que no le vendiera más paco a su hijo. Estaba desesperada por la salud de su hijo, a quien veía cada vez más perdido.

La mujer se había animado a golpear a esa puerta, porque el vendedor de la droga era su sobrino; es decir que le imploraba que no le vendiera paco a su propio primo. Ante esto, el dealer le respondió que él vivía de eso y que si su primo llegaba con la plata en la mano iba a seguir vendiéndole más allá de que se trataba de un familiar.

La recuperación

En 2012, los psicólogos Emilio Mustafá y Martín Vizgarra crearon un espacio en la Costanera que ayudó a las familias y a los enfermos a dejar de consumir. Solían reunirse los viernes en un grupo de 30 chicos en la casa de la vecina Blanca Ledesma, una de las “Madres del Pañuelo Negro”.

La Costanera es una barriada que incrementó su población luego del cierre de los ingenios en 1966. “El barrio creció con cada una de las tragedias que padeció la provincia”, supo decir Vizgarra, en aquel momento.

Según un estudio del Programa de Mejoramiento de barrio (Promeba), hay 1.600 familias en Costanera Norte y 800 están en una situación crítica. En total, en la zona viven unas 6.200 personas.

En aquel dispositivo de salud se articularon tareas con el comedor comunitario con ayuda de la Cruz Roja. Cocinaban todos los días, y preparaban porciones extras para llevarles a los chicos que estaban bajo los efectos del consumo de paco, para que no comieran de la basura.

Transas en el barrio

El escenario actual es más complejo que en aquellos años. El paco comenzó a ingresar en 2005, se agravó en 2007, luego apareció el narcomenudeo y ahora se afianzó como una cuestión que está legitimada.

Mustafá admite que hay más tensión o presión implícita y en algunos casos van a lo físico. Tal como lo advierte Lebbos, esa tensión puede derivar en hechos más graves. Por eso es que suspendieron las marchas contra la impunidad.

“El transa hoy es un referente barrial -advierte Mustafá-. Por eso hay una legitimización social y se llegó a este fenómeno porque van 10 años del problema sin solución. Antes, el transa no era del barrio, pero ahora tiene peso político, porque es del propio barrio, te vende droga, te presta plata y te resuelve problemas -remarca el psicólogo con experiencia en el trabajo en La Costanera-. Inclusive hay transas que crearon merenderos”, afirma.

Mustafá insiste en que estamos en “una nueva etapa y no sé en qué va a terminar”.

¿Por qué se llegó a este punto? es la consulta que predomina. “Hay una realidad social y económica que tiene sus consecuencias. Hoy en día un kilo de carne cuesta $ 1.500”, señala como ejemplo.

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