Sexualmente hablando: La “segunda virginidad”

Sexualmente hablando: La “segunda virginidad”

Históricamente, la virginidad -sobre todo la de las mujeres- ha sido considerada como un valor de suma importancia, incluso sagrado. De hecho “virgen” deriva de una palabra latina que significa “mujer joven”. Ya el Génesis introduce este concepto al describir a Rebeca: “Y la moza era de muy hermoso aspecto, virgen”. La palabra es mencionada unas setecientas veces a lo largo de la Biblia hebrea y en la fe cristiana este tema ocupa un lugar muy destacado, obviamente.

En este contexto, ser virgen equivale a no haber realizado el acto sexual con penetración pene-vagina. Por lo mismo, supone reducir el sexo -y las relaciones sexuales- al coito vaginal. Un verdadero paradigma cultural que, por empezar, deja de lado el hecho de que existe una amplia y rica variedad de prácticas eróticas y de erotismos. Pero que además da por sentada la heterosexualidad (sexo=pene+vagina). Desde esta mirada, por ejemplo, si una mujer ha mantenido relaciones sexuales solo con mujeres… ¡sigue siendo virgen!

Se corresponde con una visión coitocéntrica, que lleva también a que muchas chicas y chicos, aunque hayan tenido orgasmos haciendo “todo menos eso”, se sientan vírgenes. Incluso todavía perdura la creencia que lo asocia específicamente a la ruptura del himen.

Y de ahí la moda, en materia de cirugía, a la que se someten muchas: la himenoplastia, que consiste en la sutura del himen y en la creación de una membrana con irrigación sanguínea, que puede hasta incluir una cápsula gelatinosa de una sustancia semejante a la sangre. Todo para experimentar, de nuevo, una suerte de “primera vez”. Algo así como una “segunda virginidad”. Pero este concepto puede tener otros sentidos.

Empezar de nuevo y más

Una versión de la segunda virginidad tiene que ver con la posibilidad de que hombres y mujeres -que quizás tuvieron una experiencia inicial traumática- realicen una autodeclaración mediante la cual se decreten vírgenes otra vez. Como quien hace borrón y cuenta nueva de cara a futuras relaciones. Se trata, desde luego, de algo simbólico. Un estado mental, no físico, de resistencia a quedar referida/o a una primera vez negativa.

Otra situación es la de aquellos que, como llevan un buen tiempo sin tener relaciones sexuales, se autodefinen nuevamente vírgenes (algunos no lo hacen de forma seria, sino con ironía y humor; circulan varios memes al respecto).

También está el testimonio de quienes, por convicciones religiosas a las que en un momento suscriben, deciden dejar de tener relaciones sexuales. Y a través de ese celibato tienen la creencia de lograr una “purificación” que les permite de alguna manera recuperar la virginidad.

Por otra parte, para muchas mujeres, iniciarse en el sexo anal es experimentado como una gran entrega, por lo que también lo viven como la pérdida de una segunda virginidad, capaz de unirlas de un modo muy especial con ese amante.

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