La era de la desconfianza

El fortalecimiento de las instituciones ayudaría a acortar la distancia entre los representantes y los electores. Episodios como el agrandamiento de la Corte o las denuncias en la Defensoría del Pueblo profundizan las grietas.

La era de la desconfianza

Hace un año y un puñado de días Alberto Fernández y Cristina Fernández llamaban a Tucumán para mediar en la destruida relación entre el gobernador y el vicegobernador de la provincia. Juan Manzur había empezado a desconfiar de Osvaldo Jaldo cuando éste empezó a pintar que sería gobernador. El ahora Jefe de Gabinete no soportaba que a poquísimos días de haber comenzado su segundo mandato ya le habían aparecido el nombre del sucesor. Le respondió con un operativo silencioso de intentos para reformar la Constitución y buscar su re-reelección.

La guerra llegó a su máxima tensión cuando Manzur ordenó que Fernando Juri Debo siga siendo defensor del Pueblo y Jaldo decidió que fuera Eduardo Cobos. Ahí se rompió todo. Les costó todo un año recuperar la confianza. El jefe de Gabinete le dio con el gusto al gobernador interino y lo dejó poner y sacar gente del gabinete como Jaldo quisiera salvo a Juan Pablo Lichmajer, quien pudo sostenerse a pesar de que estaba en el blanco del mandatario oriundo de Trancas.

La política tucumana en este período quedó circunscripta a una muy buena relación con la Justicia. El presidente de la Corte ha sido un hombre de la cuna política de Jaldo que incluso siendo miembro de la Corte Suprema llegó a compartir asados y comidas públicas con el gobernador. Es exactamente lo mismo que la presidenta utilizó para señalar la falta de imparcialidad de sus acusadores. Aquellos partidos de fútbol en Olivos durante la gestión de Mauricio Macri debilitan a los juzgadores como aquellos asados.

La política tucumana puso la mira en mejorar la seguridad de la provincia. Esa fue una obsesión de Jaldo. Pero, para que Manzur no quedara en el olvido se llevó todos los funcionarios a los que el gobernador les hizo la cruz y mandó todas las obras que pudo. Así se buscó tapar el papelón que hicieron durante los comicios que se destrataron unos y otros, peor que Cristina y Alberto.

Un año después, Tucumán tuvo trascendencia nacional no porque logró bajar el desempleo ni porque los proyectos (falta para que sean concreciones) pueden implicar un cambio en la provincia. Precisamente, el que hizo que Tucumán trascendiera fue aquella piedra de la discordia: el ombudsman.

El artículo 8 de la ley que rige la actividad del Defensor del Pueblo dice que quien ocupe ese sillón no puede estar afiliado a ningún partido político ni tener actividad política. Un grupo de empleados que se sintieron afectados por la gestión de Cobos y que venían trabajando antes de su designación se enfrentaron con el ombudsman.

Los empleados se sintieron desplazados por Cobos y plantearon que el ombudsman viene haciendo política desde la Defensoría del Pueblo no para él sino en favor de una posible candidatura a legislador de su hijo, lo que al fin y al cabo  viene a ser lo mismo en esta provincia.. Para comprobar estas supuestas irregularidades mostraron planillas donde se habrían realizado más de 160 designaciones. Uno de los que encabezan la pulseada con el ombudsman jaldista es el abogado Julio Valdez quien promete no darse por vencido antes las faltas que ocurren en esta dependencia pública. Valdez alguna vez tuvo una batalla judicial con los Ale por unas tierras que le pertenecían y que fueron ocupadas y tras superar amenazas y agresiones de distinto tipo terminó consiguiendo que se haga justicia en su favor. Sin embargo, hasta ahora se mueve en soledad. Cobos no respondió a sus planteos y sólo el legislador Ricardo Bussi se hizo eco. El líder de Fuerza Republicana presentó un juicio político contra Cobos.

Hasta aquí la Legislatura ha tenido una actitud solidaria con todos aquellos a los que les iniciaron juicio político. Por lo general, las denuncias contra amigos del poder o apadrinados por el gobernador jefe de gabinete o por el vicegobernador gobernador han terminado en el archivo. En cambio, aquellos que no tenían padrinazgo alguno como el ex juez Orlando Stoyanoff fueron destituidos. Otro, como Enrique Pedicone, también se quedó en la calle por haber después de haber puesto en duda la independencia del Poder Judicial y de marcar sus vínculos con el poder político.

Bussi ha metido una cuña que pondrá a prueba la fidelidad entre Manzur y Jaldo servirá para confirmar si definitivamente las heridas ya fueron curadas. Cobos había sido el comienzo de la peor lucha fratricida del peronismo vernáculo. Indudablemente, sigue teniendo la bendición de las máximas autoridades de la provincia porque nadie se hizo eco de los problemas que se suscitaron en la Defensoría cuando, ante la superpoblación de empleados, faltaban escritorios. La Defensoría del Pueblo es la radiografía de la política tucumana donde las instituciones se convierten en plataformas electorales desde hace muchos años.

Semillas de grieta

“Síganme, no los voy a defraudar”. Ese fue uno de los eslogan que impuso Carlos Menem para convertirse en Presidente de la Nación. Tiempo después cuando le recriminaron los profundos cambios realizados durante su gestión respondió: “… si decía lo que iba a hacer no me hubieran votado”. Sin dudas, la frase encierra una gran cuota de verdad; pero también es una de las semillas de la gran desconfianza que existe entre los representantes y sus electores. Las instituciones han sido las herramientas fundamentales para superar esa desconfianza que daña la democracia. Por eso alguna vez se respetó que organismos como la Defensoría del Pueblo tuvieran el equilibrio de que estén representantes del oficialismo y de la oposición. Cuando más independientes fueran las instituciones, menor hubiera sido la desconfianza hacia la política. Sin embargo, la elección de los representantes ha sido priorizar sus egos y sus ambiciones. Por eso fue tan triste y tan poco serio el proyecto de agrandar la Corte de la Nación. Ni siquiera había muchos argumentos. Hasta se escondió el contenido del proyecto. El más importante era simplemente agrandar -y poder nombrar a los nuevos vocales- la Corte a 15 miembros, la misma que alguna vez zamarrearon tanto Menem como Néstor Kirchner con la intención fundamental de gobernar más tranquilos.

La fortaleza de la democracia está en el diálogo, en los proyectos conjuntos y en el respeto de las minorías o de las oposiciones de turno.

Cuando Raúl Ricardo Alfonsín le ganó a Italo Lúder en 1983, decidió que la Corte Suprema de Justicia debía ser presidida por alguien de la oposición, es decir del peronismo. Por eso le ofreció ese lugar nada más y nada menos que a su rival, el doctor Lúder. Algo así como que Cristina hubiera designado a Macri si el ingeniero hubiera sido abogado. Estos ejemplos muestran el retroceso que ha tenido nuestro país en cuanto a su calidad democrática.

Otro ejemplo que causa escalofríos al revisar la historia fue cuando se produjo aquel lamentable levantamiento de los “Carapintadas” durante el gobierno de Alfonsín. En cada instancia de esos momentos de debilidad de la democracia estuvo al lado del presidente radical un peronista histórico como Antonio Cafiero, el abuelo del actual canciller. Con el proyecto para incrementar la Corte, Cristina y ¿Alberto? -con signos de preguntas porque el presidente cada vez aparece más desfigurado y devaluado- han dinamitado los puentes del diálogo que ellos mismo habían empezado a construir.

Sonrisas

La oposición tucumana también ha empezado a voltear algunos puentes. Con los últimos acontecimientos se parece a la gestión de José Alperovich durante la cual se cayeron más de una decena de puentes. La visita de Javier Milei el próximo viernes marca una divisoria de aguas en la oposición. Desembarcará en la plaza Alberdi de la mano de Ricardo Bussi. Tendrá una agenda cargada en la que incluye a jóvenes y a empresarios.

La aparición del ex arquero de Chacarita deja herida de muerte aquella unidad que buscaban conformar con Bussi. Las caminatas con el intendente de Yerba Buena, Mariano Campero, o aquel café matutino con el lord mayor de la capital Germán Alfaro son imágenes viejas de un album de fotos amarillentas.  

Los comicios están en marcha en la provincia. Las calles lo confirman. A los pasacalles de “Sánchez gobernador”, le siguieron los afiches del trío Fante Loza, Javier Morof y Tulio Caponio que no quieren perder el saco de legislador del oficialismo. Algo parecido ocurre con las pintadas que hizo Daniel Deiana con las mismas intenciones.

Las sonrisas de afiche -y de ganas de ser intendentes- de José María Canelada y Pablo Berarducci contrastan con las caras de poco amigos de sus propios colegas de Juntos por el Cambio. La inesperada salida a la cancha del radical dirigido técnicamente por la ex senadora Silvia Elías de Pérez fue una patada al hígado para el ex senador José Cano, quien recorre la ciudad pero no deja de darse algunas escapadas al interior. No descarta la posibilidad de postularse a la intendencia o volver a la banca de legislador que lo catapultó a la escena principal de la política nacional.

Los afiches de Berarducci no le hacen tanta gracia al mismísimo secretario de Gobierno de la municipalidad, Rodolfo Ocaranza, quien todavía no definió en qué estadio competirá el año que viene, pero no descarta ni la intendencia ni la Legislatura. Lo cierto es que tanto Berarducci como Ocaranza no son absolutamente libres ya que la palabra de Alfaro será determinante en sus futuros.

“¿De qué se ríen”? fue la pregunta del conductor de un programa televisivo de LA GACETA esta semana. Se dirigía a Ocaranza y al jefe de gabinete de Yerba Bueno, el camperista, Manuel Courel. Los dos salieron del paso coincidiendo en que estaban trabajando en forma conjunta para levantar una rotonda. En verdad, la sonrisa cómplice es porque ambos trabajan denodadamente para que sus líderes (Alfaro y Campero) encuentren el camino de la unidad. Lo mismo ocurre con Cano, quien es capaz de hablar con todos pero su objetivo es que Roberto Sánchez y Alfaro se sienten de una vez a diseñar el mañana de Juntos por el Cambio en Tucumán.

En el oficialismo, en tanto, si hay algo que los desespera es en volver a recuperar la intendencia de la Capital. Algunas encuestas que llegan a los despachos de la Casa de Gobierno avisan que una buena candidata podría ser la diputada Rossana Chahla de quien dice llega a sumar 14 puntos. Le siguen con dos puntos menos la ministra de Gobierno, Carolina Vargas Aignasse y el concejal Fernando Juri. En cuarto lugar aparece el senador Pablo Yedlin, quien aún cuando los números no lo ayuden siempre tiene la bendición del jefe de Gabinete y eso es algo mayúsculo.

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