Cerró el consultorio, vendió todo y salió a recorrer el mundo

Cerró el consultorio, vendió todo y salió a recorrer el mundo

Stella Acosta se fue en plena pandemia. Viajó por América y luego por Europa. Así vive y trabaja una nómade digital.

PASEOS Y TRABAJO. Stella se organiza para atender a sus pacientes durante la semana y deja los fines de semana libre para recorrer. Trabaja desde cualquier bar, hotel o plaza con wi-fi. También está escribiendo un libro.  PASEOS Y TRABAJO. Stella se organiza para atender a sus pacientes durante la semana y deja los fines de semana libre para recorrer. Trabaja desde cualquier bar, hotel o plaza con wi-fi. También está escribiendo un libro.

“Acontecimientos importantes: en 2020 dejó su trabajo en consultorio de psicología”. Este es uno de los detalles más llamativos en su perfil de Facebook. Cuando lo escribió, a fines de 2020, Stella Acosta no imaginaba el golpe de timón que iba a dar su vida. Hace dos años, en medio de la pandemia y de las cuarentenas estrictas, la psicóloga y escritora vendió todo lo que tenía en Tucumán y se largó a viajar por el mundo sola. Llevaba algo de ropa para las cuatro estaciones en una valija, y lo necesario para seguir atendiendo a sus pacientes desde cualquier lugar del planeta. Ya ha recorrido 13 países durante esta travesía para la cual necesitó un nivel básico de inglés y muchas ganas de comunicarse, según cuenta.

Decidió hacer realidad este sueño cuando su hijo cumplió los 18 años e ingresó a la universidad. También fue un incentivo el teletrabajo que impuso la pandemia. Recorrió Bolivia, Brasil, Ecuador, Colombia, Panamá, Croacia, República Checa, Hungría, Bulgaria, Turquía, Italia, España y ahora está en Portugal.

Si bien ella tenía una hoja de ruta, la fue modificando en el camino. En algunos lugares se quedó hasta tres meses, y en otros 10 días. La psicóloga de 46 años, que también está escribiendo un libro y realiza distintos talleres on line, a veces extraña y tiene miedos. No todo ha salido perfecto, apunta. Pero cada contratiempo ha valido la pena en un viaje que ha sido de autoconocimiento, de decisiones constantes y, sobre todo, de libertad.

- ¿Qué considerás que fue lo más importante de tu viaje?

- Traté de quedarme lo que más podía en cada país que visitaba, lo que las visas de turista me permitían. No quería que sea un viaje de tipo turístico, sino que buscaba mezclarme con la gente, entender cómo es la vida en cada localidad.

- ¿Qué fue lo más difícil de tomar la decisión de dejar todo e irte?

- La decisión yo la tenía elaborada desde hacía varios años; ya sabía que cuando mi hijo cumpliera 18 años y se mudara para empezar la universidad yo iba a viajar. Lo que más me costó fue que tenía miedo por la salud de mi padre, que es grande; tenía temores de enfermarme en algún lugar y no tener asistencia, por más que viajaba con seguro, y también inquietud por mi hijo cuando la covid empezó a ser un problema para los jóvenes. Fue una decisión muy grande porque implicó para mi vender absolutamente todo: desde mi casa hasta los muebles; lo que no pude vender lo doné. Solo guardé fotos en unas cajas que llevé a casa de mi padre. Fue un gran ejercicio de desapego. Me quedé con lo que entraba en una valija de 23 kilos y eso era todo lo que podía llevar. Tuve que hacer un duelo importante. Otra situación difícil: me fui con la idea de que en el camino decidiría en qué país me iba a instalar. Cuando partí, lo hice con la incertidumbre de no saber qué iba a pasar, podía arrepentirme y volver, por ejemplo.

- ¿Ya tenés decido cómo serán los próximos meses?

- Pasaron casi dos años para tomar esa decisión. Ahora empezaré el proceso migratorio para afincarme en Portugal. Mi idea es seguir viajando, pero quisiera enraizar algunos meses en un lugar fijo. También me he puesto como meta ver a mi hijo una vez al año.

- ¿Sentís que fue un gran paso en tu vida?

- Claramente marcó un antes y un después en mi vida, desde el momento en que cerré mi consultorio en noviembre de 2020. Todo mi trabajo se ha vuelto virtual: hago desde consultorías, terapia para pacientes y talleres. También asesoro a muchas personas que quieren transformar su vida; que quieren dejar un trabajo o mudarse a otro país.

-¿Tenías diseñada una hoja de ruta para hacer el viaje?

- Al principio, el proyecto era tomar un año sabático. Quería ir a Irlanda a estudiar inglés y, si veía perspectivas laborales, probablemente iba a quedarme. Gracias a la pandemia, ya no necesitaba eso; podía viajar y trabajar on line. Así que esto se convirtió en un modo de vida. Salí con un mapa de ruta que la vida me lo hizo trizas, lo desdibujó totalmente porque aparecieron muchas cosas diferentes, muchas experiencias que me abrieron nuevas puertas, ganas de conocer personas y otros países que no estaban incluidos en mis proyectos. Por ejemplo, Italia.

- ¿Cómo es vivir y trabajar como una nómade digital?

- Muchas cosas se van dando en el camino. A veces trabajo más y tengo más dinero; a veces, menos. No todo es como uno quiere, sino como van saliendo las cosas; esto fue también para mi un gran ejercicio de flexibilidad, de adaptación. Muchas veces me digo bueno yo quiero hacer algo de esta manera, pero la vida me propone de otra forma. Igualmente, es bueno tener una planificación, un mapa de ruta, porque sino es angustiante. No es lo mismo estar en la nada, que ir ajustando en la marcha lo que va saliendo. Las principales ventajas que tiene el estilo de vida nómade, son la libertad y la posibilidad de conocer otras culturas. Extrañar, acostumbrarse a los husos horarios de los pacientes, adaptarse a los cambios de moneda y a los idiomas son los principales desafíos. Tengo un nivel de inglés básico; me manejo con traductores y con muchas ganas de comunicarme.

- ¿De qué trata el taller “Rediseñar el mapa de tu vida”? ¿Surgió en medio del viaje?

- Es un taller que armé justamente de tanto recibir consultas de gente que quiere rearmar su vida. Venimos de un paradigma que está caduco; crecimos con la idea de que uno estudia una profesión y a eso se tiene que dedicar toda su vida. Y había que estudiar para ser alguien. Pero ahora cada vez avanza más en nuestra generación de 40 o 50 años, y en los jóvenes que ya lo tienen totalmente incorporado, la posibilidad de pensar que uno puede dejar la profesión que estudió y en la que le esta yendo bien. Hoy se permiten mucho más renunciar a un trabajo y emprender algo distinto, estudiar otra carrera, tomar un camino alternativo, vivir de otra cosa, transformarse. Rediseñar la vida es una búsqueda que se ve con mucha más frecuencia y naturalidad. Creo que, si bien siempre estuvo el deseo, no teníamos margen para permitirnos esto. Era difícil salir de esa zona de confort. Así que este taller que surgió durante mi viaje es una terapia individualizada y también tiene modalidad grupal. Hay muchas personas que se han sumado: quieren cambiar su profesión y dedicarse a un emprendimiento, empezar a viajar o gente que ya no tiene la idea de contar con una sola fuente de ingreso. Compartimos tips, herramientas y recursos. Cada uno dibuja el mapa de su vida y en él todos los aspectos internos y externos que debe trabajar para permitirse un modo de vida distinto.

- ¿Alguna anécdota para recordar de tu experiencia en este viaje?

- Ahora precisamente estoy escribiendo un libro con todas las anécdotas de este viaje; que son un montón. Pero quizás pueda destacar la más reciente que fue durante la visita que hice a la Mezquita de Santa Sofía en Estambul. A pesar de que no practico ninguna religión, sí me atrae la cuestión de lo espiritual. Así que me entregué a una experiencia mística muy profunda y terminé llorando junto con las mujeres con quién estaba rezando. No entendía nada de lo que decían, pero en el fondo la oración es algo que nos une a todos los seres humanos. Todos oramos por lo mismo: por nuestros seres queridos, agradecemos, y pedimos por la salud y por la paz del mundo. No importa el idioma; el ritual es lo relevante. Al fin de cuentas, nos acabamos uniendo en la experiencia de inclinarnos hacia algo mas grande, sea cual sea el nombre que tenga. Esta experiencia me unió mucho con la cultura y el modo de vida tan diferente y contrastante con el modo occidental de vida. Pero terminé abrazada con estas mujeres. Ellas no entendían nada de lo que yo hablaba; solo me acompañaban con la emoción.

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