Metamorfosis de un revolucionario

Metamorfosis de un revolucionario

22 Agosto 2022

Carlos Duguech

Columnista invitado

Nicaragua conmemoró en julio -en una especie de hibridez política- los 43 años de la acción revolucionaria sandinista que quebró por la vía armada la dinastía de Anastasio Somoza. Aquel 19 de julio de 1979 el FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) se erguía como una esperanza para los nicaragüenses que depositaban en el líder revolucionario Daniel Ortega todas sus expectativas. Nicaragua venía con una historia en el siglo XX de características singulares; su relación dependiente de los EEUU, muy interesados en la construcción de un canal, a competir con el de Panamá, que vinculara los dos grandes océanos que bañan las costas Este y Oeste del país centroamericano. De ello derivó una relación tan estrecha que casi, casi, nos recuerda a los regímenes de “mandato” de Francia sobre Líbano y Siria. O de Gran Bretaña respecto de Palestina, al cierre de la Gran Guerra (1918) que desmembró al imperio otomano.

Desde la primera década del Siglo XX, hasta 1933, el ejército de EEUU ocupaba Nicaragua. Abandonó esas playas centroamericanas cuando la resistencia armada de los revolucionarios y la depresión económico-financiera golpeó fuertemente en todos los sectores del país norteamericano. En ese contexto temporal nace el protagonismo de Augusto César Sandino, un casi legendario revolucionario (asesinado en 1934) en uno de los países más pobres de Centroamérica. Su enemigo, EEUU, de larga injerencia en casi todos los asuntos de Guatemala. A partir de allí se consagra su nombre en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Derechos humanos

Sin importar cuál fue la razón de una nutrida protesta popular contra el gobierno de Ortega en Nicaragua por medidas adoptadas, sí conviene -para un primer análisis macro de la situación en ese país- centrar la atención en una situación dramática: La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dio cuenta de 328 muertos por la represión gubernamental que se sumó a otra cifra preocupante de más de 120 presos políticos. Asimismo, la CIDH enfocó la crítica al gobierno de Ortega en el incumpliendo ocurrido el pacto de liberar a los detenidos durante las protestas de abril de 2018.

La atracción del poder

El poder y su tentación pudieron más que nada. Que todo. Que la misma razón de ser de la gestión revolucionaria. En enero de este año asumió el cuarto mandato consecutivo que sumará por cinco años, más los otros períodos anteriores (11 años) en los que formaba parte principal de la Junta de Gobierno. Asumía el segundo mandato Rosario Murillo, esposa de Ortega.

Asumiendo Ortega en enero último se olvidó del Daniel Ortega preso en cárcel de seguridad durante siete años en el régimen somocista. Obligado es pensar en Mandela con sus ¡27 años de cárcel! No sólo no generó en él espíritu de venganza o de abandono total, sino que fortaleció sus ideales durante tan largo encierro. Al ser liberado le dio cauce con su acción renovada, desde la gestión de la alta política comunicacional. No le fue fácil. Lo eligieron presidente de Sudáfrica. Y, como no podía ser de otra manera le otorgaron el Nobel de la Paz junto a su vicepresidente (de la minoría blanca, hay que puntualizarlo) De Klerk.

sa “atracción del poder” es harto enfermiza. Quien lo alcanza hace todo lo necesario, lo posible y lo que no es posible a la luz de las normas, para prolongarse en la cúspide, así sea que deba pisar todo, las leyes, las tradiciones, la seguridad del pueblo y el derecho (y hasta la vida) de los ciudadanos. La sabía alternancia del poder es sólo una burda institución en la mente de estos asumidos semidioses (de barro). Ortega copia de la Cuba de los Castro. Vienen de un mismo origen motivador en un paralelismo que ya no asombra. Fulgencio Batista, en Cuba y Anastasio Somoza en Nicaragua. Razón de ser, en ambos casos, del germen revolucionario.

Una brevísima respuesta

¿Quién no recuerda Chernobyl de la ex URSS? Llevó temor a todos los lugares del planeta y más aún a los sitios cercanos a las centrales nucleares de electricidad. De aquellos tiempos sabemos sobre las seguridades que se tienen en torno a estas centrales y sabemos que por ello trabaja la OIEA (Organización Internacional de Energía Atómica). Claro, nos informaban que lo de Chernobyl fue por la explosión de uno de sus reactores y que desde 1986 en que sucedió a la fecha hay nuevas y muy eficientes sistemas y protocolos de control y seguridad de esas centrales. Como fuente informativa del mejor nivel contamos con la que proviene del consecutivo director general de la OIEA, el argentino Rafael Mariano Grossi. A último momento, mientras redactaba esta columna le escribí: “Hola Rafael. Sólo una pregunta: ¿Se podrá controlar la central de Zaporiyia?” La segunda más grande de Europa, en Ucrania. En un país en guerra por la invasora Rusia. En un país cuyo territorio es el único campo de batalla en esta guerra. Ojalá el diplomático y experto argentino Grossi lo logre. Un gran gestor, además, ante Irán para que reingrese al acuerdo de los 5+1 que desmembró abandonándolo torpemente el ex ocupante de la Casa Blanca, Trump.

“Estoy en eso. Abrazo”, la brevísima respuesta de la persona más preocupada para que no suceda un nuevo Chernobyl en Ucrania.

Con bolsillos rotos

Los trajes que visten algunos embajadores de nuestro país en distintos naciones del mundo parecen tener bolsillos rotos. Esos en los que llevan libretitas en las que anotan con prolijidad lo que deben decir, callar o ni comentar, particularmente, si no son embajadores de carrera. Hechos a dedo de la política, nomás. Es decir, nombrados como premio de campaña, o simplemente para alejarlos del esquema político nacional donde no conviene que estén porque pueden impedir el progreso de algún otro candidato del partido gobernante en las elecciones del país. Tal el caso de Patricio Vaca Narvaja, designado hace dos años embajador en China, nada menos. Donde debería operar, por los intereses de Argentina, un diplomático de carrera y con probada experiencia. Las expresiones que tuvo Vaca Narvaja referidas a la reciente visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU Nancy Pelosi fueron tan inoportunas como inadmisibles en un diplomático acreditado como embajador. Muy suelto de cuerpo y de una irresponsabilidad de diplomático se atrevió a calificar la visita de la Pelosi como un “acto de provocación de los EEUU”. Es obvio que lo puede pensar y es lógico que en las funciones en las que se desempeña lo debiera callar. Mal vamos con nuestra política exterior, muy mal. Lo venimos señalando en esta columna. Las aclaraciones de Cancillería sólo un paño tibio.

Comentarios