Casabindo: leyendas ocultas tras la “Virgen de los toros”

¿De dónde vienen las tradiciones que cada 15 de agosto se celebran? Las historias se remontan al encuentro de culturas que alimentan la vida en la Puna.

TOREROS DE OCASIÓN. Desafían al toro para quitarle la vincha de los cuernos. TOREROS DE OCASIÓN. Desafían al toro para quitarle la vincha de los cuernos.
Álvaro Medina
Por Álvaro Medina 21 Agosto 2022

Casabindo es un pequeño poblado de 200 habitantes en la Puna jujeña, a 50 km de Abra Pampa. Un grupo de casas bajas del color de la tierra y una enorme iglesia, inmaculada y blanca, que se impone en medio del desierto. Allí convergen historias y leyendas, pruebas del profundo sincretismo en la región: el templo frente a la montaña sagrada, la resistencia del hijo del cacique en la colonia, la danza de los hombres pájaros, el toreo de la vincha. Todo sintetizado en las fiestas patronales que se realizaron el 15 de agosto y a las que asistieron más de 5.000 visitantes -de todo el país y del extranjero- para presenciar las ofrendas a la “Virgen de los toros”.

El pueblo fue establecido a mediados del siglo XVI y es uno de los primeros asentamientos coloniales dentro del actual territorio argentino. “Los españoles encontraron oro y se quedaron aquí esclavizando a los moradores originarios -explica Eusebio Siares, miembro de la Comisión Pro Templo de Casabindo-. Aquí coexisten las creencias de quienes originalmente habitaban la región, junto con la fe católica que trajeron los colonizadores”.

Siares recorre el templo preparando todo para la celebración. Un grupo de mujeres despliega con cuidado los atuendos de la Virgen y sus complementos, donados por los promesantes: accesorios de plata, flores y fuegos artificiales. También aportaron tres vestidos que serán cambiados a lo largo de la jornada. Para que la “Mamita Virgen reciba todas las ofrendas”, cuenta Eusebio.

LA JORNADA. A media mañana se presenta la Virgen de la Asunción, con una misa en su honor. Luego, una procesión recorre el pueblo paseando a los patronos de las comunidades vecinas. Tras la plaza principal de Casabindo, llamada Pedro Quipildor, donde se realiza el toreo, puede verse la cumbre del cerro sagrado. LA JORNADA. A media mañana se presenta la Virgen de la Asunción, con una misa en su honor. Luego, una procesión recorre el pueblo paseando a los patronos de las comunidades vecinas. Tras la plaza principal de Casabindo, llamada Pedro Quipildor, donde se realiza el toreo, puede verse la cumbre del cerro sagrado.

Doña Agustina Gutiérrez es la encargada de supervisar estos detalles. “La ropa debe ser blanca y celeste, porque ella es la Virgen de la Asunción de los Cielos -precisa-. Su cabellera esta hecha con ‘chischirrutos’; así llamamos aquí al primer pelito que les sale a las niñas. Se deja crecer y cuando tienen tres o cuatro años se corta y se ofrenda a la Mamita”, revela Agustina.

Luego, ella relata una leyenda. Hace más de cuatro siglos las vacas desaparecieron de los corrales. Todos los vecinos salieron a buscarlas y las encontraron en un paraje desértico, rodeando a la luminosa imagen de la Virgen. Es así que decidieron construir allí la colosal iglesia de Casabindo, a 3.700 metros sobre el nivel del mar, conocida como la “Catedral de la Puna”.

“Los españoles encargaron a los arquitectos indígenas la construcción de la iglesia y estos la erigieron frente al cerro Iriste, un cerro sagrado para los pueblos alrededor”, cuenta Zerpa Vidal, el párroco de la zona, durante su homilía a mitad de la mañana. “Es por eso que el día de la Virgen se realiza una danza que consiste en un ir y venir hacia el templo. De esta manera, al avanzar se protege a la Virgen ahuyentando a los malos espíritus, y al retrocer se busca recibir la energía de la montaña”. Zerpa se refiere al baile de los samilantes u hombres pájaros, un antiguo ritual coreográfico que persiste hasta hoy.

DANZA DE LOS SAMILANTES. Es una réplica de los movimientos de los suris. DANZA DE LOS SAMILANTES. Es una réplica de los movimientos de los suris.

Leonardo Vilca, profesor de danza, fue el encargado de preparar a los alumnos de la escuela secundaria Normal de Abra Pampa. Ellos querían realizar este rito en honor a la Virgen: “la danza nació cuando los antiguos pobladores imitaban los movimientos que realizaba el ñandú o suri antes de las lluvias. Creían que de esta manera podrían intervenir en el clima. Los samilantes (celebrantes) llevan plumas de estas aves en el torso, brazos y piernas. Se desplazan en parejas a un ritmo acompasado, balanceando la mitad de un cordero que luego será partido para ofrendar los ‘cuartos’ a la Patrona”, relata.

Al mediodía, los samilantes inician la danza encabezando la procesión que recorre las calles del pueblo, paseando a los patronos de comunidades vecinas: imágenes religiosas ataviadas de flores, tules y otros coloridos adornos. Por las angostas calles circulan el Ángel Gabriel, el Perpetuo Socorro, San José, Santa Anita, Santa Bárbara, San Pedro, San Pablo... Y la lista continúa.

Luego, la peregrinación regresa al templo y se da inicio al tradicional “Toreo de la Vincha”, único en el país y en donde no se daña al toro sino que el desafío consiste en arrebatarle una vincha roja con monedas de plata que lleva entre los cuernos, y ofrendarla en honor a la Virgen. Cualquiera de los asistentes puede anotarse como torero y, una vez que se cierran las listas, se sortea el orden y los toros van saliendo a la arena de la plaza principal.

Esta tradición nace de una historia milenaria ocurrida en épocas de la colonia, cuando el joven Pantaleón, hijo del cacique de aquel momento, se rebeló contra los españoles que esclavizaban a su pueblo y fue castigado y lanzado a los toros. Como no lo atacaban, los colonizadores le quitaron la vincha roja con monedas de plata que le había obsequiado su madre y la pusieron sobre los cuernos de uno de los animales. Pantaleón rescató la vincha pero recibió una cornada que lo hirió de muerte. Antes, caminó hasta el templo, se arrodilló y ofrendó la vincha a la Virgen de la Asunción. Era, justamente, un 15 de agosto.

Casabindo: leyendas ocultas tras la “Virgen de los toros”

Armando Quispe Maita vive en un páramo cercano a Casabindo y lleva 14 años participando del toreo. “Intento sacar la vincha para pedir por mi pueblo, por la Pachamama y porque las multinacionales dejen de saquear nuestros territorios”, declara. Y habla del temor: “cuando estás frente al toro se juntan un montón de sensaciones, entre ellas pasión, incertidumbre, miedo. Y el miedo es la más difícil de dominar, por eso admiro a todos los que torean”. Armando está convencido de que la valentía no es la ausencia de temor, sino la lucidez de saber cuáles miedos enfrentar y para qué. Y hacerlo.

Más tarde, frente al toro, Quispe Maita ofrecerá su miedo en la arena y buscará la vincha para honrar a la Virgen y lograr que sus peticiones se cumplan.

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