Padre padrón

En uno de los programas de media semana de LGplay -el canal televisivo de LA GACETA- aparecen en pantalla tres jóvenes que dan sus testimonios sobre cómo están viviendo estos momentos. Hablan de lo que significa trabajar, explican que no pueden conjugar el verbo ahorrar y que ven cómo muchos chicos como ellos se animan a emigrar imaginando que van a estar mejor en el exterior que en el país.

Los tres jóvenes, Ernesto, Brenda y Matías, tienen los pies en la tierra saben que empezar lejos de casa (los dos primeros están aún atados al cordón umbilical -y económico- familiar) no es una tarea simple. Pero de repente en la búsqueda de comprender mejor su realidad Matías se anima a decir: “es que vemos futuro”.

Los lectores de estas líneas deberíamos hacer una parada en esta estación porque que los chicos, a quienes vulgarmente se les carga el sambenito de ser “el futuro del país” verbalizan que no hay futuro y eso implica un baño de realidad con agua helada.

Discusión de nunca acabar

No hace mucho tiempo, en un encuentro de dirigentes políticos tucumanos de partidos no tradicionales, apenas se sirvieron lo postres, surgió una discusión que seguramente se repite en los hogares sin diferencias de niveles sociales. Los más grandes y los de edad intermedia se trenzaron en una disputa verbal donde se tiraron culpas y responsabilidades -a veces son sinónimos- de lo que estaba ocurriendo en el país y en la provincia. Uno le pegó a otro su sociedad y condescendencia con la gestión de Ramón “Palito” Ortega y el otro le devolvió con la liviandad con que miraba la dictadura argentina y, obviamente, saltó aquel que quiere sacar partido y acusa a ambas parte de rescatar tajada política, laboral y económica de cada momento. Se tiraron con Alperovich, con Miranda, con Bussi, con Hebe de Bonafini y los más informados arrojaron Obama y Trump. Hasta que de repente de una punta de la mesa uno de los más jóvenes alzó su voz y soltó: “De eso estamos cansados: de que ustedes -seguramente quiso decir los viejos, pero fue educado- discutan siempre lo mismo y esas cosas ya pasaron, hay otros problemas hoy y estas cosas nos quitan credibilidad y entusiasmo”.

Padre indulgente

Antes. cuando se hojeaba el diccionario -ahora se busca la palabra en internet- y se detenía en la palabra “Padrón” se podía leer que significaba “padre muy indulgente”. Sin dudas la sabiduría perenne del diccionario ha sabido meterse en la vida de los tucumanos como nadie.

El domingo pasado a esta misma hora en la que usted está leyendo, lo importante era el sorteo para entregar casas del Instituto de la Vivienda (IPV). Finalmente, ese sueño se evaporó porque estaba todo mal hecho. La oportunidad sirvió para que de una vez por todas sacaran a la titular del IPV de su sillón. Hacía tiempo que el gobernador Osvaldo Jaldo consideraba que su gestión atrasaba. Se apoyaba para decir esto en las demoras para concretar obras ya ejecutadas por la Nación. El sorteo fallido sirvió para decirle adiós a Stella Maris Córdoba.

Los subtítulos

Detrás de la expulsión corría al mismo tiempo otra película con subtítulos muy claros. Es que el padrón (el diccionario en otra acepción dice que es un registro administrativo) para el sorteo de casas estaba mal hecho. Y la culpa de que estuviera así era de mucha gente. Habían sido tantos los pedidos de favores políticos que terminó siendo un mamarracho. Y, concluyó convirtiéndose en un “padre indulgente”.

El padrón con los inscriptos que podían ser acreedores a viviendas estaba listo. Con el correr de los días se agregaron varios. El listado estaba por orden alfabético, entonces a medida que los nombres de amigos de punteros, dirigentes, legisladores se fueron agregando, estos se sumaron a la letra correspondiente, pero no se actualizaron los números ni se hicieron los corrimientos lógicos. Y, así se desordenó todo.

No hay irregularidades. Hay mañas y malas costumbres. Para ser sorteado deben cumplirse requisitos, por lo tanto, aparentemente no habría mucho para reprochar, cosa que sí ocurrió en anteriores gestiones del IPV donde se llegó a pagar a entrenadores de básquet y otros favores con las casas.

No obstante, estas costumbres viejas, gastadas y hasta reiterativas son las que van minando la paciencia de los jóvenes. Ya no quieren más estas cuestiones. ¿No era más fácil pedirle a Stella Maris Córdoba que se fuera mucho antes? ¿No era más fácil no agregar nombres al padrón y dejarlos para otra oportunidad y hacerlo prolijo? Más simple, pero también más transparente para todos.

Lentamente, va asomando un nuevo paradigma en la sociedad que los mayores de 50 -la mayoría en posiciones dirigenciales-  no se animan ni a cambiar, ni a aceptar ni a tolerar. Aferrados a esa historia en la Argentina se discute cuestiones superadas que los jóvenes ya tienen incorporadas como sustento de sus vidas. Por eso podría darse vuelta la página y convencerse de que la democracia se ha logrado, consolidado y por lo tanto se deben sumar otros ideales y objetivos comunes. Está bien que los mayores de 50 regurgiten y cuiden esos valores pero no que detengan el futuro. Por cosas como estas es que los jóvenes, como los de la entrevista de TV, no logran verlo.

Más de lo mismo

En los últimos 40 años los problemas son todos muy parecidos y, aunque parezca increíble, ninguno ha sabido ni ha podido solucionarlos. Hasta las palabras son las mismas: inflación, desigualdad, pobreza, control de precios, dólar, devaluación, por nombrar las más usadas últimamente.

Obviamente, tampoco ha cambiado la forma de discutir de los dirigentes. La grieta que frena el progreso del país lo confirma. Esta semana, la discusión fue comandada por las dos figuras principales de la provincia, cuales son el gobernador de la provincia y el intendente del municipio de Capital. Utilizando argumentaciones diferentes, Osvaldo Jaldo puso bajo sospecha la gestión de administrativa de Germán Alfaro y, al mismo tiempo, dejó entrever que las vinculaciones y negociaciones son con el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta.

Por su parte, Alfaro se preocupó por maltratar al titular del Poder Ejecutivo y dejar la sospecha de su enriquecimiento personal. Paralelamente, atacó al entorno político que rodea a Jaldo y que en distintas oportunidades critica a Alfaro. Claro que el ataque no fue con pétalos de rosas ni con almohadas sino con la ética.

De ese cruce de estos dos hombres que hasta hace menos de tres años tenían encuentros y comidas amables no se puede rescatar mucho. Ni siquiera las supuestas irregularidades que se dejan ver subrepticiamente se convierten en una causa en los Tribunales. Tampoco es que algún fiscal se desespere por iniciar investigaciones hacia uno u otro lado. Tal vez porque la Justicia tiene demasiada sangre -¿compromisos?- política o simplemente porque se han acostumbrado al pedigrí de la dirigencia que es capaz de decirse de todo aún -como en este caso- a riesgo de no tener retorno ni para el protocolo pero nunca llegan a la denuncia. Es como si se tratara de una pulseada para ver quién tiene más fuerza, no quién contribuye más al bien común de la sociedad.

Tal vez por eso a los jóvenes les cueste tanto mira más allá del presente.

Beneficiarios

En las arenas políticas donde todo se presta a una vuelta más de tuerca, la discusión entre Alfaro y Jaldo deja en claro que ellos dos se han convertido en las figuras más poderosas de la provincia.

Sin embargo, el hecho de que se maltraten como lo hacen deja en claro que no se trata de figuras inescrutables o indiscutibles, sino de dirigentes de carne y hueso, con luces y sombras. Y, eso habilita a que otros hagan leña de los árboles caídos.

Eso fortalece a sus rivales ocasionales. En ese rubro, Jaldo le saca ventaja a Alfaro. En primer lugar porque el rival de Jaldo es Juan Manzur, quien está tan preocupado en no salir despedido de la montaña rusa en la que se subió, que no tiene ni posibilidad ni capacidad para enfrentar a Jaldo, al menos mientras viva en Buenos Aires. En segundo lugar porque el rival de Alfaro es el diputado radical Roberto Sánchez, que muestra un perfil exactamente opuesto al del intendente y que le deja esas tareas a su navegante, el intendente Mariano Campero. Curiosamente, ambos mantienen un diálogo muy nutritivo para ambos con Jaldo.

La desesperanza de una generación que no encuentra el rumbo y la desilusión entre otra generación que no ve el futuro es tal vez la grieta más profunda. La responsabilidad de los +50 es  mayor porque siguen siendo los que manejan las riendas y transmiten los valores.

El viernes en Nueva York un joven de 24 años decidió apuñalar al escritor Salman Rushdie, quien fue condenado a muerte por criticar y escribir contra el Islam. Cuando ocurrió semejante ataque a la libertad de expresión el joven que dejó sin un ojo al escritor y postrado en un hospital ni siquiera había nacido. Heredó el odio y la decisión de atentar contra la libertad.

Eso deja en claro que quienes sufren el autoritarismo de una autoridad que no se discute y debe seguir hace que sus mandatos trasciendan no votaciones, ni años sino décadas y siglos. Por eso, la necesaria preocupación de las nuevas dirigencias

Esta semana en Tucumán, se condenó a Gerónimo Helguera por un homicidio que cometió. Helguera, como el agresor de Rushdie recibió la violencia y el maltrato de sus amigos y compañeros en distintos momentos hasta enajenar su vida. Todos problemas que afectan a una sociedad que sigue discutiendo viejos temas y no logra desatar el carro para desandar el camino. Simples -y difíciles- tareas que la política olvida por mirarse el ombligo.

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