Cartas de Lectores IV: Sarmiento o Hernández

Cartas de Lectores IV: Sarmiento o Hernández

23 Julio 2022

“No economice sangre de gauchos, es lo único que tienen de humanos esos salvajes”, le ordena Sarmiento a Mitre (también sostuvo: “seamos francos: la invasión inglesa a las Malvinas es útil a la civilización y al progreso”, después de bregar por la ocupación chilena de la Patagonia); “¡Qué grande y gloriosa es vuestra patria!”, le escribía Rivadavia a un amigo… inglés; “Cuando nuestros guerreros vuelvan de su campaña, podrá el comercio ver inscripto en sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del librecambio (los ingleses) han proclamado”, discurseó Mitre parado sobre 280.000 cadáveres paraguayos y 50.000 argentinos (uno de los cuales era su hijo, que fuera a “desangrar” gauchos guaraníes). Nicholas Soames, nieto de Churchill, miembro del Parlamento y tan imperialista como el abuelo, sostuvo, después de la Guerra de Malvinas: “hay que revolcar a la Argentina en el barro de la humillación...” “Si se hubiesen reconquistado las Malvinas, posiblemente los militares se hubiesen perpetuado en el poder y tendríamos falta total de libertad”, declamaba un Borges, ya compuesto de su acto reflejo antinacional abrazándose con esos mismos “militares”. Hasta aquí, la íntima y evidentísima comunión antiargentina de frases y pensamientos indelebles de “próceres” locales y socios extranjeros. José Hernández (foto), en cambio, montaba su caballo, enristraba su lanza -bien afilada y encintada de rojo-, ajustaba el barbijo del sombrero bajo su hirsuta barba, acomodaba el poncho sobre la levita y partía al galope como lugarteniente de Ricardo López Jordán, uno de los caudillos crepusculares que levantaron lanza contra el fratricidio de la Guerra del Paraguay, el criminal centralismo porteño y en defensa de la dignidad nacional del criollaje, la Unión Americana y la consigna desafiante de “Religión o Muerte”. Después dejaba la lanza y empuñaba la pluma o se erguía en un escaño parlamentario para sostener los mismos ideales. A su derecha siempre estaba Martín Fierro, vigilante, y todas las generaciones de gauchos argentinos, que dieron su vida en Malvinas. Es imposible, entonces y sin mala fe, confundir los tantos, mezclar, en una masa innoble, víctimas y victimarios, culpables e inocentes, a menos que se busque llegar al “todos somos culpables”, donde, en realidad, nadie lo es. Se trata de un engañapichanga del liberalismo mendaz, porque sí los hay. Porque siempre estará, de un lado, Sarmiento, su “Facundo”, el cipayaje pro-anglosajón y globalista y, del otro, Hérnandez, su “Martín Fierro” y el criollaje nacional. Enfrentados, guste o no. Hasta que, como bien dice Fierro, asistidos por nuestro Dios y los Santos del cielo, templados por un “fuego que caliente desde abajo”, “venga algún criollo, en esta tierra a mandar”.

Arturo Arroyo

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