La Naranja y la ilusión de un futuro diferente

La Naranja y la ilusión de un futuro diferente

20 Junio 2022

El que pasó fue un fin de semana especial no sólo por el Día del Padre, sino por el regreso de uno de los equipos más importantes y distintivos del deporte tucumano: el seleccionado tucumano mayor de rugby. La Naranja, esa mítica camiseta que en 2021 cumplió 50 años, venía sosteniéndose en los últimos tiempos gracias a la competencia de sus otras variantes (seven, femenino y juveniles). De la original (la del rugby 15) no había novedades desde 2019, cuando se la había usado por última vez en un amistoso contra Paraguay destinado a sacudir al menos por un rato la apatía que dejó la desaparición del Campeonato Argentino, el torneo que le daba razón de ser.

El aniversario del fallecimiento del general Martín Miguel de Güemes fue la excusa perfecta para rescatar del olvido el clásico rugbístico entre Salta y Tucumán, duelo que tuvo lugar este sábado y que tuvo a la Naranja como ganador de la copa en homenaje al caudillo salteño. No obstante, esta vez la intención de la Unión de Rugby de Tucumán no se agota en lo simbólico: la finalidad de mandar a Naranjas y Mayuatos a la cancha fue la de testear el interés del público y generar un efecto contagio en otras uniones provinciales para darle mayor fuerza al reclamo que desde hace cinco años la URT viene sosteniendo frente a la consistente negativa de la UAR: el restablecimiento del Campeonato Argentino o, en su defecto, la puesta en marcha de una competencia oficial entre los seleccionados del interior (sabido es que a Buenos Aires solo le interesa su competencia interna).

Recuperar a la Naranja no obedece solo a una cuestión nostálgica: los ingresos por sponsoreo en la indumentaria de los seleccionados (y otros ítems como boletería y cartelería) eran una de las principales fuentes de ingreso de las uniones locales, cuya economía se ha visto bastante golpeada desde la caída en desgracia del Argentino y más aún a partir de la pandemia. El extenso parate consecuencia de esta última también impactó de manera significativa en la cantidad de fichajes: muchos abandonaron el rugby y se inclinaron por otras disciplinas que se flexibilizaron antes (como el mountain bike) o migraron hacia torneos de fútbol amateur menos exigentes.

Y hay otra razón de peso más para impulsar el regreso de los seleccionados provinciales: el cada vez más acentuado éxodo de jugadores jóvenes al rugby rentado en el exterior. Las autoridades de la URT consideran que la ilusión de llegar a ser Naranja y de jugar un torneo competitivo puede servir como una herramienta de persuasión para que los jugadores jóvenes elijan quedarse en lugar de buscar un futuro en ligas europeas de segundo orden, o al menos que no emigren tan pronto. No obstante, los dirigentes son conscientes de que alguna reformulación habrá que hacer: la mentalidad de los jugadores -sobre todo la de los más jóvenes- está mucho más abierta a la idea del profesionalismo o semiprofesionalismo, y el rugby amateur se va quedando sin argumentos convincentes para los rugbistas de cierto nivel. Tal vez, el futuro de unos Naranjas profesionales -o semiprofesionales- no está tan lejos como parece.

Esta es la realidad de la Naranja a pocos días de que se cumplan 30 años de la mayor hazaña de su historia y una de las mayores del deporte provincial: el triunfo sobre Francia en cancha de Atlético. Un pasado que no volverá, porque el mundo es otro. Pero es posible soñar con un buen futuro.

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