Sexualmente hablando: Sugar Daddy

Sexualmente hablando: Sugar Daddy

Sexualmente hablando: Sugar Daddy

“Sugar” (“azúcar” en inglés, aunque sería más acertada la traducción “dinero” en este caso) y “Daddy” (“papi” o “papito”), componen esta expresión coloquial que escuchamos con frecuencia, para designar a un hombre -por lo general, uno exitoso y rico- que mantiene un vínculo romántico y/o sexual con una mujer mucho más joven, a quien favorece con dinero, regalos y demás beneficios materiales. ¿Prostitución encubierta? Esa es la opinión de muchos.

Dejando a un lado el debate, es innegable que se trata de un contrato implícito hecho a la medida de ambas partes: seguridad económica, a cambio de afecto, compañía… y sexo (aunque no necesariamente). La relación puede ser formal y pública e incluso comprometida, hasta llegar al matrimonio. (Así calificaron algunos, por ejemplo, la unión de la cantante mexicana Thalía -cuando tenía 29 años- con el productor musical Tommy Mottola, 22 años mayor). Otras veces es clandestina: infidelidad de uno o de los dos a sus parejas oficiales.

En esta ecuación, aunque menos frecuente, pueden estar invertidos los géneros (y también se dan, desde luego, entre dos hombres o dos mujeres). Una “Sugar Mommy” es una mujer enfocada en su trabajo, próspera -o con una buena posición económica, por algún motivo- y que quiere pasarla bien con un hombre joven, a quien está dispuesta a “malcriar”. Más de una encontrará en este vínculo alivio y diversión mientras atraviesa un divorcio.

Pero, ¿de qué diferencia de edad estamos hablando? Dicen que a partir de los 35-40 años ya se está en condiciones de ser uno de estos “papis” o “mamis”. Algo es seguro: se necesita ser al menos 10 o 15 años mayor que la otra persona.

La contraparte se denomina, previsiblemente, “Sugar Baby”, que es quien aprovecha la ayuda económica y se beneficia de los incentivos materiales varios que le facilitan la vida. Muchas son verdaderas profesionales, a quienes ningún “contigo pan y cebolla” las distrae de su objetivo: dedican sus años de juventud a garantizarse la seguridad financiera para su futuro. Y tanto que en todo el mundo han proliferado las aplicaciones, páginas webs y perfiles en línea, algunas gratuitas, que ofrecen el servicio de poner en contacto a estas personas. Aunque el término parece nuevo, sus orígenes se remontan a principios del siglo pasado, en Estados Unidos, cuando la modelo y después filántropa Alma de Bretteville empezó a llamar “Sugar Daddy” a su marido, Adolph B. Spreckels -24 años mayor- debido a que era el director y dueño de una importante fábrica de azúcar en San Francisco.

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