La vida era perversa en Alcatraz: oscilaba entre la ilusión y la libertad

La vida era perversa en Alcatraz: oscilaba entre la ilusión y la libertad

Engañosos espejismos desafiaban a los reclusos que iban a parar a la cárcel de máxima seguridad que se había montado frente a la ciudad de San Francisco. Tentados por el viento, el sol y el mar un trío produjo la histórica fuga y condenó al cierre a la prisión. Hoy 1,5 millón de personas la visitan

LA ROCA. Así se le llamaba a la prisión de Alcatraz que fue cerrada en 1963 y luego se convirtió en museo. Hoy se la ve así desde San Francisco. LA ROCA. Así se le llamaba a la prisión de Alcatraz que fue cerrada en 1963 y luego se convirtió en museo. Hoy se la ve así desde San Francisco. LA GACETA / FOTOS DE FEDERICO VAN MAMEREN

San Francisco es una ciudad alegre. Juega con vos. Podés subirte a sus angostos trenes y divertirte como si el tiempo se hubiera detenido para contarte secretos. Las callecitas de San Francisco son inmensos toboganes por los que podés deslizarte. Allá abajo te esperan la bahía, el mar y sus gaviotas.

Y un poco más lejos, ahí en el centro: la Roca. Es una “islita” que está allá, a lo lejos, pero también cerca. Tanto, que aquellos que saben nadar sienten que podrían llegar nadando… Si los tiburones se lo permiten.

En el “Pier 39” está la llave. Desde ese muelle parte el crucero que lleva hasta Alcatraz. La temible prisión que el año después de haber sido vulnerada por tres intrépidos fue cerrada. Exactamente, hace 60 años, a Frank Morris, a John Anglin y a Clarence Anglin no se los volvió a ver nunca más. Sea porque se los devoraron los tiburones, sea porque lograron rehacer su vida sin que nadie se entere. Alcatraz, humillada y avergonzada no volvió a ser nunca más sinónimo de seguridad y con el tiempo se convirtió en un museo al que llega un millón y medio de visitantes cada año.

EL FARO VIGÍA. Su luz era el latido nocturno del presidio.  EL FARO VIGÍA. Su luz era el latido nocturno del presidio.

Apenas parte el crucero se descubre la cortísima distancia que hay entre la libertad y el encierro. El viento golpea en la cara y las gaviotas acompañan hasta la entrada de la prisión. Adentro, todo se convierte en un juego perverso. Los anchos pasillos disimulan la estrechez y la insignificante intimidad de las celdas.

Alcatraz es encierro y es tentación. La libertad es una utopía que está al alcance de la mano pero nunca la atraparás. En un extremo asoma la biblioteca. La imaginación podría encontrar el punto de fuga en el espacio pero es inútil. Es una ilusión.

PIER 39. Desde ese muelle parte el viaje con destino final la cárcel. PIER 39. Desde ese muelle parte el viaje con destino final la cárcel.

En otro extremo de la prisión, en un holgado cuarto, cuando el “preso” -el visitante pierde la dimensión del museo y empieza a sentir la opresión- se para en el gran salón encuentra dos o tres mirillas rectangulares para apoyarse. Son pequeños, pero gruesísimo vidrios que invitan a soñar. Te apoyás y mirás. Ahí está el mar. Sentís como si los gruesos muros ya hubieran sido traspasados. A lo lejos, pero ahí nomás, cerca, se ven las callecitas de San Francisco. La libertad está a la vista, pero es una simple tentación. Un silbato será el despertador de la realidad y todos, en fila, volverán a la “normalidad” del encierro.

“TOBOGANES”. Las calles de San Francisco vistas desde la prisión. “TOBOGANES”. Las calles de San Francisco vistas desde la prisión.

Por los pasillos de Alcatraz pueden deambular varias filas de caminantes, parecen calles. Hasta tienen nombres ostentosos. Uno se llama Michigan avenue. Otro presume de ser Broadway. Otra vez la trampa. Es sólo una esperanza, son solo pasillos de mala muerte, de mala vida. Lo curioso es que desembocan, nada más, ni nada menos, que en otra calle perpendicular que da a la puerta principal (toda enrejada, claro) que se denomina Times Square. Y sobre el grueso dintel, un reloj, que marca puntualmente el peso del tiempo, el oprobio del encierro, de la soledad.

ESPEJISMO. A cada lado, arriba y abajo de Broadway, sólo celdas. ESPEJISMO. A cada lado, arriba y abajo de Broadway, sólo celdas.

Como si fuera un juego macabro, a la izquierda del reloj cuelgan de un hilo las llaves que suben y bajan cada vez que se quieren abrir las puertas y que son como un sorbo de agua para el sediento caminante de un desierto. Con sólo alzar la vista se pueden ver las llaves de la libertad pendiendo de un hilo, inalcanzables, pero tan accesibles como la ilusión.

METAFORAS. Las llaves de la libertad, atadas y el tiempo que no para. METAFORAS. Las llaves de la libertad, atadas y el tiempo que no para.

Para llegar al comedor hay que salir al exterior, horrible paradoja. El viento en la cara, el sol y la vida se les asoma por unos minutos hasta que de nuevo se cerrarán las rejas para comer, para llenarse de energías que nunca podrán descargar. Es que Alcatraz es así. Parece que el tiempo se hubiera detenido en el museo que todavía conserva las radios con las que se comunicaban con la policía de San Francisco o el teléfono con el disco y sus 10 agujeros para hacerlo circular con el dedo índice. Ya son obsoletos artefactos de alta tecnología que los celulares o internet no los reconocen ni como sus ancestros.

EL LLAMADO DE LA LIBERTAD. En algunos muros había mirillas desde donde los presos veían la vida exterior. EL LLAMADO DE LA LIBERTAD. En algunos muros había mirillas desde donde los presos veían la vida exterior.
La vida era perversa en Alcatraz: oscilaba entre la ilusión y la libertad

Hoy, Alcatraz, 60 años después del gran escape, es un portentoso museo en el que la libertad pasea por Broadway, llega hasta Times Square, toma las llaves y abre todas las puertas para que la tentación de caminar por las calles de San Francisco y jugar con esa ciudad no sea un sueño imposible.

Para conocer

La cárcel de Alcatraz funcionó de 1934 a 1963. Antes el edificio -construido entre 1910 y 1912- había servido como prisión militar.

Más de 1.500 de los criminales más despiadados de EEUU, con Al Capone a la cabeza, habitaron en sus celdas.

RECUERDOS. El escritorio del último director. RECUERDOS. El escritorio del último director.

La fama de Alcatraz como una prisión de la que era imposible huir se cimentó en 14 frustrados intentos de escape. Hasta que en junio de 1962, hace 60 años, tres reos consiguieron evadirse. Fue el golpe de gracia para la cárcel más célebre del mundo.

ENTRADA. Mapa y auriculares para visitar el museo ENTRADA. Mapa y auriculares para visitar el museo
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios