
PERSISTENTE. Las personas con fibromialgia viven con dolor, y no les creen.

Dolores en diversas partes del cuerpo (en especial, en los músculos y en los tejidos fibrosos, como tendones y ligamentos); cansancio severo; problemas emocionales, dificultades para dormir... Parecen no tener nada que ver unos con otros, y con frecuencia a las personas que viven con estos síntomas se las tilda, como mínimo, de exageradas. Pero no; es la fibromialgia, una condición crónica que depende de numerosos y diversos factores.
Según el sitio web de la Sociedad Argentina de Reumatología (SAR) esta enfermedad afecta mayormente a las mujeres (la proporción es de 20:1 respecto de los varones, y vive con ella entre el 2 y el 4% de la población. Es probable el subdiagnóstico, porque no es muy bien conocida por la comunidad, e inclusive también es ignorada por algunos médicos.
“Nadie les cree a quienes viven con fibromialgia, principalmente porque esta condición afecta a jóvenes (aunque hay casos tanto en ancianos como en niños, por lo general se da en personas de entre 20 y 50 años), cuyos exámenes físicos y estudios habituales -como las radiografías y/o los análisis de laboratorio- suelen dar resultados normales; de ahí la denominación de ‘enfermedad invisible’”, relata Pablo De Caso, reumatólogo y especialista en medicina integrativa.
De Caso destaca además la importancia de estar informado y actuar a tiempo, y resalta que cada vez hay más herramientas para apoyar tanto el diagnóstico como el tratamiento, que debe ser dirigido según las necesidades de cada paciente.
“El empoderamiento del paciente a través de la validación de los síntomas -ya sean cuestiones psicológicas, dolor generalizado, problemas digestivos, u otros- es el primer paso para una terapia exitosa contra la fibromialgia”, sostiene.
“El paciente bien informado y su familia deben ser los protagonistas de la rehabilitación. El médico tratante sólo proporciona las herramientas para facilitar esta transformación”, afirma De Caso, que además es deportólogo.
Duele todo
La principal manifestación clínica es el dolor difuso -de manera tal que duele todo el cuerpo-, que puede ser tan intenso como para provocar una incapacidad funcional, que obliga en oportunidades a no poder realizar las tareas habituales o laborales. Puede ir acompañado por endurecimiento o rigidez matinal, que puede durar unos minutos o prolongarse en varias horas. Si bien el dolor es difuso, hay sitios donde es mucho más intenso (“puntos dolorosos”): cuello y región lumbar, hombros y caderas, destaca también el sitio de la SAR.
El principal impulsor de la fibromialgia es el estrés, que conduce a una sobreproducción constante de adrenalina. Este estado, si persiste, provoca insomnio, y en el lago plazo se convierte en agotamiento y fatiga.
“Los impulsores frecuentes de la fibromialgia son los siguientes: ambiente doméstico vicioso; insatisfacción laboral (tareas repetitivas no gratificantes, acoso, turnos de noche); personalidad rígida-perfeccionista; tabaquismo, sobrepeso, sedentarismo y dieta poco saludable, entre otros”, describe De Caso y agrega que puede coexistir con síndromes autoinmunitarios como la tiroiditis, el síndrome de Sjögren o el lupus. “La fibromialgia juvenil a menudo se superpone con el síndrome de fatiga crónica, el síndrome de taquicardia ortostática postural o el síndrome de activación de mastocitos”, añade.
Además, hay personas con fibromialgia que sufren alteraciones digestivas, debido a sensibilidades alimentarias, como la intolerancia a la glucosa, SIBO (sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado) o intestino permeable. Esta disfunción intestinal podría fácilmente generar una inflamación sistémica. “Si el intestino se inflama, podría propagarse por todo el cuerpo, conforme se multiplican las citoquinas, moléculas causales de inflamación”, advierte De Caso.
Cómo enfocar el problema
Para abordar la enfermedad es clave hacerlo de manera integral; y para ello, es importante que los entornos médicos sean complementados con terapias no farmacológicas multidisciplinarias. “Idealmente, el grupo terapéutico debe incluir un psicólogo y un nutricionista , que ayude a formular un plan nutricional adecuado”, destaca De Caso.







