Manzur, Jaldo, Alfaro y Sánchez juegan a las adivinanzas sin saber las respuestas

Manzur, Jaldo, Alfaro y Sánchez juegan a las adivinanzas sin saber las respuestas

Los políticos suelen alimentarse de acertijos para mantener las expectativas. En rigor, plantear enigmas y elucubrar respuestas funciona para sostener ilusiones y “vender futuro”, una de las muletillas que mayor éxito acumula en el engranaje de cualquier espacio de poder. No importa cuánto falte para que haya definiciones sobre el dilema que se plantea: el pasatiempo de las adivinanzas siempre rinde.

Ejemplos actuales sobran. A nivel nacional, en cada café se especula respecto de qué postura adoptará Juntos por el Cambio en el Congreso frente al tratamiento del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿Habrá voto consensuado? ¿Será a favor o en contra? ¿Los radicales irán enfrentados con los macristas? Las mismas preguntas valen para el Frente de Todos, que arde por dentro tanto como lo hicieron los pastizales y bosques correntinos. ¿Logrará el albertismo convencer al kirchnerismo de que acompañe el convenio? ¿Se quebrará finalmente la coalición de Gobierno? Decenas de interrogantes derraman numerosas respuestas basadas en un análisis lógico de la situación, pero que no siempre se resuelve como uno pensaba.

También hay ejemplos locales, aunque aquí el juego se plantea a largo plazo y los resultados se conocerán en 2023. La tregua que impuso la partida de Juan Manzur a la jefatura de Gabinete de la Nación y la llegada interina de Osvaldo Jaldo a la Gobernación sirvió para “ordenar” al desorientado oficialismo tucumano y, de paso, para permitir que la oposición se ocupe de sus propios enigmas. Con tiempo de sobra producto de la nueva coyuntura, los dirigentes del peronismo, de Juntos por el Cambio y del bussismo despuntan el vicio del misterio.

La incógnita central a develar, sin importar la procedencia partidaria, es conocer si Manzur y Jaldo llegarán unidos a los comicios del próximo año. Resuelto ese asunto, las definiciones se irán derramando. Por lo pronto, los indicios muestran que la sociedad política de 2015 y de 2019, que tambaleó en 2021, atraviesa hoy por una etapa de armonía. No obstante, nadie garantiza que esa comunión se extienda hasta el armado de la fórmula gubernamental del peronismo en 2023. Hay quienes aseguran que ambos han entendido que se necesitan mutuamente para sobrevivir, más allá de la próxima elección.

Conocidas son ya las aspiraciones de Jaldo de suceder a Manzur y la imposibilidad constitucional del jefe de Gabinete de buscar la re-reelección. Entonces, ¿el ex ministro de Salud nacional bendecirá a su compañero de fórmula pese a la desconfianza que aún se tienen? En los despachos más amplios de la Legislatura y en los pasillos que transitan algunos diputados se pronostica que así será, pero advierten que antes se debería resolver quién secundará al tranqueño. Ocurre que Manzur no está dispuesto a convertirse en el próximo Julio Miranda o José Alperovich y para que eso no suceda está obligado a conservar el control y una cuota de poder.

En esa línea, hay referentes -muchos de ellos muy cercanos al gobernador en licencia- que apuestan a que Manzur se cuele en la fórmula como segundo de Jaldo. Para eso, claro, habría antes que resolver una cuestión de interpretación constitucional: “el gobernador y el vicegobernador duran cuatro años en sus funciones y podrán ser reelectos por un período consecutivo. El vicegobernador, aun cuando hubiese completado dos períodos consecutivos como tal, podrá presentarse y ser elegido gobernador y ser reelecto por un período consecutivo. Si el gobernador ha sido reelecto para un segundo período consecutivo no puede ser elegido nuevamente, sino con el intervalo de un período. Lo mismo resulta de aplicación para el cargo de vicegobernador”. Al margen de lo legal, hay un asunto de índole más político: el propio Jaldo había diseñado para los tiempos de guerra interna un equipo jurídico abocado sólo a voltear esa posibilidad, ante el temor de que lo dejen afuera de la fórmula.

Quienes apantallan esta versión creen que no habría mayores impedimentos y que, de esa manera, Manzur podría tomar una eventual licencia para dedicarse a sus aspiraciones nacionales en Buenos Aires, y en consecuencia el diseño de poder actual no se alteraría demasiado. También están quienes descartan esa alternativa y arman rompecabezas electorales. Imaginan que si Jaldo será el sucesor, el manzurismo podría secundarlo con nombres como los de la diputada Rossana Chahla, del legislador Sergio Mansilla –actual número dos en la línea sucesoria provincial- y hasta del senador Pablo Yedlin.

El de Yedlin es un caso particular. Porque como senador suplente tiene nada menos que a Manzur, quien podría optar por sumarse a la Cámara Alta si es que su sueño “Juan XXIII” de integrar una fórmula nacional no termina de germinar. En ese caso, el oficialismo debería buscarle una “novia nueva”. ¿Le gustaría secundar a Jaldo? ¿El jaldismo lo aceptaría? En noviembre, y ya con la tregua firmada, Yedlin aprovechó un mitin para lanzar un sugestivo mensaje. “Hoy, todos juntos; en el 2023 vemos lo que va a pasar, pero hoy estamos todos juntos”, dijo, recordando que en la interna hubo ganadores y perdedores. Sus dichos, por si acaso quedaban dudas, no cayeron para nada bien en el jaldismo porque en ese espacio están convencidos de que el senador aspira a conducir el Poder Ejecutivo.

Entre ansiosos y tiempistas

De adivinanzas también se retroalimenta la oposición tucumana, que aún no supera el estancamiento producido por resolver quiénes deben integrar esa gran alianza con la que sueñan para desterrar al oficialismo.

Contrariamente a lo que especulaban muchos, la impresionante arrimada electoral de las legislativas del año pasado atentó contra la unidad opositora, porque afloraron las ambiciones personales de varios y así se relegó la consolidación del espacio. Los primeros en dar esa señal rupturista fueron los noveles dirigentes de CREO, con la diputada Paula Omodeo a la cabeza. La empresaria repite que el candidato a gobernador debe ser el presidente de la Sociedad Rural, Sebastián Murga.

Después profundizó las internas el intendente de Yerba Buena, Mariano Campero. El radical desalentó en enero cualquier canal de diálogo al decir que la postulación de Roberto Sánchez a la Gobernación no se negocia. Hay, en este caso, coincidencia con los líderes de CREO respecto del rol secundario que debería acatar el intendente Germán Alfaro en el reparto de 2023. Y también con Ricardo Bussi, quien esta semana se plantó y avisó a los opositores locales que, si quieren contar con Fuerza Republicana el próximo año, ahora deberán buscarlo a él porque se cansó de golpearles la puerta.

Los pasos que dará Alfaro son siempre un enigma, tanto para sus aliados como para los oficialistas. Esa habilidad para surfear entre las olas de unos y de otros mantiene al líder del Partido por la Justicia Social como uno de los principales animadores de la política local. Dijo en plena campaña de 2021 que será candidato a gobernador, pero son muchos los que dudan de que se trate de una sentencia inapelable. Principalmente, porque ya ha dado muestras de su capacidad para acomodarse a las circunstancias y de saber esperar. Con elementos para negociar, como su cercanía a Horario Rodríguez Larreta, una banca en el Senado y la Municipalidad capitalina, hay quienes creen que Alfaro llevará su decisión hasta el límite posible, especulando con el escenario del momento. Frente a la ansiedad propia y la inexperiencia de sus aliados, el peronista responde con el manual del buen tiempista.

De un lado y de otro y al menos hasta los primeros meses de 2023, los políticos estarán entretenidos tratando de resolver esta multiplicidad de acertijos. Pero hasta tanto se develen los resultados, hay un análisis lógico que resume este pasatiempo: el futuro asoma con tantas incógnitas porque a ninguno le sobra nada.

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