Las tormentas de verano y sus históricos efectos

Las tormentas de verano y sus históricos efectos

Toda la provincia desde hace décadas se ve afectada por las crecidas. Un carro bajo el agua en 1936 en el Central Córdoba.

 CALLES ANEGADAS. La avenida Avellaneda quedó cubierta de agua al igual que Monteros.  CALLES ANEGADAS. La avenida Avellaneda quedó cubierta de agua al igual que Monteros.

Las tormentas de verano, que vuelcan miles de litros de agua sobre nuestro suelos, generan serios problemas a la población desde hace decenas de años y nuestras crónicas lo reflejaban vívidamente.

Sin tener la magnitud de la tormenta del año 1931, que dejó incomunicado al sur provincial por la caída de puentes, a mediados de enero de 1936 una tormenta afectó varias zonas de la provincia. Entre ellas, la localidad de Río Colorado se vio afectada y aislada por el desborde de los ríos y arroyos. También quedó incomunicada la villa de Raco, al caer el puente que la unía con Tapia. De igual manera, varios barrios de la capital tucumana fueron afectados por la gran cantidad de agua caída. La precipitación pluvial que por instantes alcanzó caracteres verdaderamente fuera de lo común, inundó la ciudad y buena parte de la campaña, decía la crónica del 11 de enero. Varios cronistas y corresponsales cubrieron los efectos del meteoro. Los barrios más afectados fueron Villa Urquiza, Villa 9 de Julio y los de la zona sur. Relataban que después de iniciado el fenómeno, las calles tomaron el aspecto ya acostumbrado de otras ocasiones y se convirtieron en verdaderos brazos de río. De igual manera a lo que ocurre en el nuevo siglo, en 1936 LA GACETA mostraba que en algunos puntos de la ciudad el tráfico quedó completamente interrumpido.

En el Central Córdoba

Desde hace décadas el puente del Central Córdoba se vuelve un peligro con cada tormenta. “A las 0.35 de ayer (10 de enero de 1936) un coche de plaza avanzaba por la calle 24 de Setiembre y, no obstante la abundancia de aguas acumuladas bajo el puente del Ferrocarril Central Córdoba y la fuerte corriente, el cochero se aventuró a pasar confiando en su buena suerte. Pero las aguas pudieron más y coche, cochero, pasajero y caballos fueron arrastrados”. Los bomberos rescataron a esos audaces y a los de una ambulancia que quedó varada en una calle inundada.

EN 1948. Pasaron 12 años y la situación en Rìo Colorado seguía igual. Trabajo intenso de los bomberos. EN 1948. Pasaron 12 años y la situación en Rìo Colorado seguía igual. Trabajo intenso de los bomberos.

El nivel del aguacero se ve reflejado en el milimetraje de las precipitaciones: en 114 en Concepción; 116 en La Corona; 100 en Aguilares; 160 en Río Seco; 136 en Monteros; 145 en León Rougés; 162 en Villa Quinteros; y 80 en la capital. El mayor registró se obtuvo en Río Colorado, con 174 milímetros.

Raco y Tapia

Las violentas lluvias del 10 de enero de 1936 aumentaron el caudal de los ríos de la zona de Raco y Tapia. “El desperfecto más grave se ha registrado ente los kilómetros 6 y 7”, detallaba la crónica y agregaba que las precipitaciones han destruido no sólo el camino sino los desagües, lo cual hace que las aguas corran por él y lo arruinen, arrastrando el ripio y hasta afectando las costosas obras de arte (canales) que lo defendían hasta hace poco. Al día siguiente, profesionales de Vialidad recorrieron las zonas afectadas para programar las tareas de reconstrucción.

Concepción, Monteros, Aguilares y León Rougés, entre otras zonas del interior, vieron afectados sus caminos de acceso, lo que impedía el ingreso de asistencia para los damnificados.

Los ríos Gastona, Medinas, Romano y Barrientos no desbordaron, pero algunos de sus afluentes sí generaron preocupación en la población ante el avance de las aguas hacia sus casas.

En cuanto a Monteros, el relato señala que “se ve llegar hacia el cauce del arroyo El Tejar grandes correntadas, que se suponen originadas en el desborde del río Mandolo”, cuyo desborde afectaría a los sembradíos de la zona. A su vez la acequia del ingenio Ñuñorco “desbordó en abundancia a la altura del camino nacional a León Rougés y al Cercado”.

Río Colorado

El 12 de enero de 1936 el artículo titulado “Río Colorado pasó momentos de aflicción con motivo de las crecientes de anteayer” señalaba que “el desborde extraordinario (de ese cauce), cuyas aguas alcanzaron límites no registrados desde las famosas inundaciones de 1909. Todos los terrenos cercanos al río fueron ocupados por las aguas de la misma manera que los caminos se inundaron. Algunas casas de la vecindad fueron casi arrasadas, pero sus moradores, de instinto aguzado por lo mismo que son vecinos de un río que siempre ha deparado estas sorpresas, lograron ponerse a salvo con sus hijos. Nuestro corresponsal en el pueblo transmitía el siguiente texto: la calle principal de la población se ha convertido en un gran río, que amenaza derrumbar las casas; las aguas cruzan con violencia la vía ferroviaria” y agregaba que las autoridades trasladaron a los más afectados a los galpones del ferrocarril. El comisario informó que “las aguas entraron en las casas, alcanzando más de un metro sobre el nivel del piso” pero que no hubo desgracias personales.

EN 1936. Río Colorado quedó aislada y bajo las aguas debido a la crecida de las aguas. EN 1936. Río Colorado quedó aislada y bajo las aguas debido a la crecida de las aguas.

Corría marzo de 1948 la provincia se movía al ritmo impuesto por las elecciones de renovación de legisladores nacionales, el peronismo había ganado por amplio margen en la primera elección tras el triunfo de 1946, pero la naturaleza se encargó de demostrar que no se la puede domar. Las zonas que se habían inundado - y las que habían quedado más afectadas- fueron las mismas que en el presente sufren los mismos embates de las aguas. En aquel año, nuestro diario titulaba “La villa de Río Colorado fue cubierta por las aguas” y con varias imágenes mostraba la zona totalmente inundaba; imagen que aún hoy se sigue repitiendo. En la misma edición, una de las crónicas expresaba que “el espectáculo que ofrecía la zona comprendida entre Río Colorado y Balderrama era imponente y desoladora. Bajo un cielo plomizo cargado de amenazas y en medio de una llovizna persistente el lugar aparecía convertido en un gran lago. Las aguas aparecían barrosas y en su superficie flotaban ramas, tablas y objetos que la corriente impetuosa había arrastrado. El enorme caudal fue formado por las aguas del arroyo Agua Blanca, que volcó sobre el Balderrama y las del arroyo Aranilla, que volcó en el río Colorado”. El relato continuaba: “La población, en su mayoría, se había refugiado en el galpón y las casillas de la estación ferroviaria, construidos a cierta altura y a donde habían transportado todos aquellos enseres y efectos que le permitía la aflicción del momento”. El acceso a la localidad se hacía a través de la vía férrea. El gobernador Carlos Domínguez y sus acompañantes “llegaron allí en una zorra del ferrocarril, ya que 2 kilómetros antes de la población, el tránsito era imposible”, agregaba el artículo. Una vez interiorizado de las necesidades, Domínguez distribuyó carpas, ropas, mantas y víveres en las cantidades necesarias. El gobernador vio que la altura del agua superaba el 1,20 metros. Las autoridades prometieron obras para reducir los efectos de las aguas pero como vemos la localidad, en el presente, sigue sufriendo los mismos problemas.

Entre los datos que aportaba la cobertura de 1948 se destaca aquel que hablaba de la “periodicidad de crecientes” en la zona de Monteros. La noticia indicaba que “cada 10 años se producían eventos de magnitud” y decía que “se recuerda la gran crecida del río Romano, cuando cortó el terraplén entre 1910 y 1911. Luego se repitieron los mismo daños en 1919 y 20, y después en 1930, año en que fueron generales las crecientes de los ríos Romano, Pueblo Viejo y Gastona, que derribaron puentes ferroviarios y carreteros. En 1939 hubo grandes crecientes pero no llegaron a la magnitud de aquellas ni a la de ahora”.

Toda la provincia desde hace décadas se ve afectada por las crecidas. Un carro bajo el agua en 1936 en el Central Córdoba

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