Entre la crisis de nervios y una fugaz ilusión

Entre la crisis de nervios y una fugaz ilusión

Si algo ha dejado en claro la primera semana de febrero es la fragilidad de la unidad política que sostiene al oficialismo tucumano. Al punto que la remoción de Francisco Navarro del Ministerio de Desarrollo Social desató una crisis nerviosa entre los manzuristas y generó una cortísima ilusión entre los jaldistas: si bien el gobernador interino Osvaldo Jaldo dispuso la separación del funcionario en soledad, el desenlace del affaire caribeño parece confirmar que lo trascendente, para la gestión provincial, se resuelve en línea telefónica con Juan Manzur.

La polémica que protagonizó el secretario de Articulación Territorial y Desarrollo Local, cuando LA GACETA mostró que había vacacionado en Cancún pese a la recomendación presidencial de no salir del país, le resultó oportuna al vicegobernador. Apoyado en esa sugerencia, más algunas otras cuestiones coyunturales de ese Ministerio, aprovechó para refrescarles la memoria a quienes más resisten su presencia en el primer piso de la Casa de Gobierno. Jaldo encontró allí la ocasión de enviar algunos mensajes de autoridad a varios destinatarios. No es casual que ni siquiera haya avisado con antelación al ministro de Desarrollo Social, Gabriel Yedlin, de que estaba por echar a su segundo. El principal notificado, entonces, debería ser él: en el entorno del tranqueño hace tiempo que señalan al médico como uno de los ministros “líberos” y más reacios a reportarse en el despacho gubernamental. Desde Buenos Aires, donde se encuentra hace un par de semanas por cuestiones familiares, Yedlin optó por el silencio ante lo sucedido. Sólo atinó a realizar ese mismo miércoles frenético algunas consultas sobre cómo actuar en la Jefatura de Gabinete de la Nación. Le sugirieron que esperara y que no dijera nada en público.

Tampoco resulta azaroso que Jaldo haya dispuesto que Miguel Acevedo estampe su firma en el decreto por el cual se removió a Navarro. El ministro del Interior, casualmente a cargo de Desarrollo Social, es otro de los apuntados por el espacio del tranqueño desde mucho antes de que estallara la interna peronista, en 2021. Aunque haya pasado desapercibido, implica una señal para los díscolos.

Reacciones

Las reacciones en el manzurismo ante la determinación de Jaldo fueron coincidentes: temor entre algunos “señalados” y rechazo en la mayoría, al considerar que el hoy titular del Poder Ejecutivo “se apresuró” y sobreactuó. En paralelo, se multiplicaron hipótesis y supuestos responsables en charlas que se reprodujeron en la propia Casa de Gobierno, en la Legislatura, en Intendencias y en el Concejo Deliberante capitalino. Ocurre que el área vacante lleva el ADN del justicialismo y está atravesada por el clientelismo. La asistencia social, para el peronismo, es la base de su sustentación política en el territorio.

Así como en el manzurismo provocó nervios, en el jaldismo la medida despertó un fugaz optimismo. Desde hace tiempo los escuderos del tranqueño esperan agazapados que se produzcan desplazamientos en el Gobierno para comenzar a cooptar espacios. Sin embargo, eso no ocurre y nada hace presagiar que pueda producirse en el corto plazo.

La elección del sucesor de Navarro había generado expectativas entre sus aliados, al punto que se entusiasmaron con la incorporación de una persona del jaldismo puro. No obstante, el tiempo transcurrido y el hermetismo al respecto parecen atentar contra esa intentona. Las versiones coincidentes de uno y de otro sector dan cuenta de que el futuro viceministro ya fue acordado entre Manzur y Jaldo en una conversación telefónica. Por eso, ya sin mucha ansiedad por la primicia y con más resignación, aguardan a que el lunes se conozca la decisión públicamente.

Dos caminos

Quienes más lo frecuentan reconocen que el gobernador interino eligió un camino, y que claramente no es el que lleva a la ruptura con Manzur. Desde que se sentó en ese sillón, Jaldo privilegió el entendimiento con la Nación y con su compañero de fórmula, porque considera que así no se expone a eventuales represalias económicas para la Provincia y, además, porque así cuenta con más posibilidades de extender su permanencia en la Casa de Gobierno. Cuanto más cerca de 2023 llegue en ese lugar, mejor posicionado estará para disputar la sucesión del jefe de Gabinete.

Hay suficientes indicios de esta postura. Por ejemplo, la idea de crear un Ministerio de Obras Públicas para acelerar la realización de proyectos en la provincia –el principal reparo del jaldismo a los funcionarios manzuristas es la lentitud en esta materia- no termina de cuajar porque, al nombre del titular de esa cartera, debería consensuarlo con el propio Manzur. En una alianza tan endeble y cuya duración es tan incierta, diseñar una superestructura para no sacarle provecho puede no resultar políticamente inteligente.

De igual manera, otra muestra de este rumbo podría darse el 1 de marzo en la Asamblea Legislativa. Mientras los jaldistas esperan el día y el escenario para mostrar fortaleza, masividad y catapultar a su referente, hay quienes aseguran que el vicegobernador optará por la prudencia y por la “institucionalidad” para evitar mayores recelos.

En tanto exista la posibilidad de un regreso a la provincia de Manzur (que curiosamente visitó la embajada de Estados Unidos un día después de las críticas de Alberto Fernández a ese país, nada menos que desde Rusia), está claro que Jaldo no romperá con quien puede abrir o cerrar el grifo de recursos desde la Nación.

Un espejo

La fragilidad de la alianza oficialista tiene su espejo en la principal fuerza opositora tucumana. Tras un enero sacudido por los dichos de Mariano Campero sobre la innegociable candidatura a gobernador de Roberto Sánchez, los principales referentes de Juntos por el Cambio volvieron a verse las caras ayer.

Eligieron Tafí del Valle para dar alguna señal de unidad ante la sociedad, pero terminaron exponiendo aún más cuan separados están. La ausencia más llamativa la protagonizaron los representantes de CREO, como Sebastián Murga y la diputada Paula Omodeo; y la ex senadora radical Silvia Elías de Pérez, que prefirió quedarse en San Pedro de Colalao ajustando detalles de la festividad por la Virgen de Lourdes.

Al margen del documento que firmaron con críticas al Gobierno provincial y de las fotos de rigor, es claro el impulso que Germán Alfaro pretende darle a la Mesa de JxC. No obstante, la desconfianza que impregna a este espacio hará que le cueste mucho más de lo previsto replicar en Tucumán la mesa nacional y mostrarse a la cabecera de una numerosa mesa multipartidaria.

Mientras tanto, los posicionamientos dentro de la alianza van tomando cuerpo, como el aún silencioso pero cada vez más notorio respaldo que recibe el intendente del sector radical que lidera José Cano. Este alineamiento, aunque a priori suene extraño, no debería sorprender a nadie. Cano y Alfaro gestaron la coalición electoral de 2015 con Domingo Amaya a la cabeza después de muchas reuniones en las que forjaron confianza. Y, más acá en el tiempo, el ahora ex diputado sufrió en carne propia los embates de Roberto Sánchez y de Mariano Campero, con el ya conocido resultado de las Primarias de 2021.

Se trata, en definitiva, de una cuestión de supervivencia política la que signará los reacomodamientos dentro de Juntos por el Cambio.

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