La pandemia del egoísmo
Novak Djokovic. Novak Djokovic.

“Cuando estás acostumbrado al privilegio, que te traten de modo igualitario hace creer que te están discriminando”. Leí la frase en las redes. En pleno debate europeo sobre Novak Djokovic. Y la leí hace unos días, cuando el caso del número uno del tenis mundial, seguía sin resolución definitiva, pero claramente orientado a impedir su participación en el Grand Slam australiano y a deportarlo del país en el que ganó nueve veces el título y que parecía su segundo hogar. Al momento de escribir estas líneas, “Nole” está otra vez detenido y a un paso de la deportación. Pero nadie duda ya que, cualquier otro ciudadano anónimo, no habría demorado tanto la situación. Y que estaría hoy posiblemente encarcelado por haber mentido en su declaración de ingreso a uno de los países más severos en la lucha anticovid.

Acaso Djokovic estaría encarcelado también en Serbia, su patria que hoy vuelve a defenderlo, aunque puso bajo rejas a ciudadanos anónimos serbios que no respetaron el aislamiento por covid y aún hoy permanecen arrestados. Su contagio del 16 de diciembre (la autenticidad del certificado fue ratificada por Serbia) fue tan oportuno como sospechoso. Le sirvió de cobertura inicial para ingresar a Australia y jugar el Grand Slam gracias a una exención para los no vacunados. Pero el descuido posterior de Djokovic supuestamente contagiado terminó provocando que ese mismo contagio de covid se convirtiera en un búmeran. “Nole” donó dinero a la lucha contra la pandemia (algo acaso fácil para un hombre de tanta fortuna). Pero su descuido personal con la pandemia que mató a millones habló más que cualquier donación.

¿Por qué el ministro de Inmigración, Ian Hawke, tras la torpeza inicial del gobierno en la saga, demoró tanto en dar su respuesta definitiva al pedido de Djokovic de jugar el Abierto sin estar vacunado? ¿Será que, tras sus traspiés iniciales, el gobierno esperó hasta saber hacia dónde se inclinaban los sondeos? Djokovic había ganado apoyos cuando el gobierno ordenó su primera detención en un hotel precario para inmigrantes que llevan años en esa situación. Sin embargo, esa sensación comenzó a cambiar cuando se fueron filtrando las informaciones sobre su mentira o “error humano” en el formulario de ingreso a Australia (omitió informar que había estado previamente en España). Su familia ayudó poco cuando lo comparó con Jesucristo y con Espartaco, dos figuras vinculadas con gestas solidarias, bien lejos del egoísmo que grafica el caso Djokovic. Algunos tenistas y ex tenistas deslizaron críticas. La imagen de “Nole” se fue resquebrajando.

Un sondeo indicó que el 83 por ciento de los australianos quería su deportación (los abogados del serbio mostraron a la Corte en cambio sondeos que supuestamente le dan un sesenta por ciento de apoyo al tenista). El gobierno calculó el daño económico (la baja de “Nole” quita fuerza a un torneo que alimenta con unos 250 millones de euros la economía de Melbourne, dañada por la pandemia). Echar a Djokovic no es una decisión fácil. El serbio es la gran atracción porque está a un paso de superar el récord de Grand Slams hoy empatado. Un título más y se proclama rey delante nada menos que de Roger Federer y Rafael Nadal. “Muchos lo adoran y otros adoran odiarlo”. Para bien y para mal, Dkjokovic es carta segura de convocatoria. Pero el gobierno australiano calculó ante todo el humor popular. Habrá elecciones dentro de tres meses y quiere evitar más pasos en falso. Una vez que vio que la imagen de “Nole” comenzó a caer en picada, el gobierno del premier Scott Morrison anunció su decisión. “No queremos a Djokovic en Australia”.

Pero quedan muchas preguntas por responder. ¿Cómo permitió Australia que el caso llegara a este punto, sin resolución definitiva y con el torneo a horas de comenzar? ¿Cómo si todos sabían con antelación la fecha del Abierto y la postura antivacunas de Djokovic? ¿Cómo no supo el gobierno advertir que permitir el ingreso del serbio terminaría levantando indignación popular en un país que es una isla y que ha hecho fama de fronteras duras, aun afectando a sus propios ciudadanos? En su dictamen final, el gobierno admitió que no permitir el ingreso de Djokovic es más una decisión política que sanitaria. El prestigio de Australia, termine como termine la decisión final del lunes en la Corte, no quedará bien parado. Tampoco el de su Abierto de tenis. Peor está quedando el de Djokovic. La minoría antivacunas podrá lo exhibe en estas horas como bandera. Pero es una minoría. La tozudez de Djokovic para desafiar una y otra vez las reglas generales asombra. Y también irrita. Es cierto que el deporte suele perdonar rápido. Pero “Nole”, deportista notable, está lejos de ser víctima de una discriminación. Hay miles antes que él en un mundo que discrimina no precisamente al poderoso, sino al débil. Djokovic es el número uno sí. Pero en un ranking deportivo. No mucho más que ahí.

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