Junto a su perro recorren el país en bicicleta y se enamoraron de Tucumán

Junto a su perro recorren el país en bicicleta y se enamoraron de Tucumán

Mateo y Belén se conocieron en la ruta y decidieron aventurarse por toda Latinoamérica con Simba, su mascota, un perro que es cruza con pitbull. Cuentan que se enamoraron de Tucumán y pasarán el verano en Tafí del Valle trabajando.

PEDALEANDO FUERTE. Belén y Mateo en plena ruta, con su “casa” y su mascota a cuestas. PEDALEANDO FUERTE. Belén y Mateo en plena ruta, con su “casa” y su mascota a cuestas.

Con una orden, Simba sube a la cucha rodante atrás de Mateo Pintos Funes Franco, que tiene la pesada carga de empujar los 30 kilos de su mascota junto a los 20 kilos de la bici. Atrás los secunda Belén Francesena, que los acompaña desde hace casi un año. La tarea no es fácil, la Cuesta del Indio camino a Tafí del Valle trepa casi 1.500 metros arriba de la montaña. Pero el paisaje paga el precio: las yungas, los precipicios y las vertientes naturales para parar a tomar agua. Tan hermoso es que el perrito cruza de pitbull asoma la cabeza todo el tiempo y parece que va a caerse.

Junto a su perro recorren el país en bicicleta y se enamoraron de Tucumán

“Antes viajaba a dedo y recorría el país, y a Simba lo tenía que dejar al cuidado de un amigo o de mi hermano”, explica Mateo, que adoptó a su mascota hace siete años. “Esta forma de ir en bici surgió para no tener la necesidad de volver a Mar del Plata y estoy agradecido del gordo porque es un compañero ideal para la ruta”, agrega.

Hasta el momento Mateo y Belén llevan recorridas 12 provincias de Argentina y piensan seguir por toda Latinoamérica, sin pasaje de vuelta. Y aunque están lejos de sus seres queridos, ya son una “familia rodante”.

En la sangre

“Con Mateo era cruzarnos y separarnos, y era muy loco porque no había ni señal de teléfono y no coordinábamos, pero nos encontrábamos en el camino. Nos empezamos a llamar Mahoma”, cuenta Belén entre risas. La cicloviajera es oriunda de La Plata y admite que lleva la bici en la sangre. “La usaba como medio de transporte. Estudiaba Nutrición a 17 km y tenía el centro a 10 km. En micro eran tres horas y en bici, 45 minutos”.

Como muchos, empezó a conocer grupos de cicloturismo y a animarse a recorrer pueblos cercanos. “Cuando llegué a un pueblo que quedaba a 200 km se me abrió la cabeza y me dije ‘me puedo ir a donde quiera’”, explica.

“Todo te sorprende”

Libertad y felicidad son las palabras que más repiten los cicloviajeros. “A la mañana nos levantamos y no sabemos qué vamos a hacer, a dónde vamos a ir o a quiénes vamos a conocer y siempre es hermoso porque todo te sorprende”, dice la joven de 25 años con un brillo en los ojos. “Es la libertad de poder llegar a donde uno quiere con su propio cuerpo y esfuerzo”, resume.

Junto a su perro recorren el país en bicicleta y se enamoraron de Tucumán

Claro que no todo es color de rosa en la ruta. Hay que batallar contra las inclemencias del clima y saber que todo lo que se lleve es un peso extra de carga para el viaje. Por supuesto que no se necesita mucho dinero; con una carpa y una bolsa de dormir se puede descansar en cualquier lugar.

Para Mateo es una forma de vida. “Uno agradece todo, el poder despertarse, ver un amanecer y un atardecer. Sabés que cuando vas en la ruta te va a hacer calor, frío, te vas a mojar, el viento no te va a dejar pedalear y a veces pensamos que suceden cosas malas, pero en realidad llevan a algo mejor.”

Cuentan que a donde van los reciben con los brazos abiertos. “Hay muchísima gente perruna en nuestro país y ven el sacrificio que uno hace por su mascota”, resalta Mateo, a quien le regalaron una bolsa de 15 kilos de alimento para perros. “Fue hermoso pero muy duro cargar todo ese peso extra”, ríe.

Postales

Para pagar el viaje, la pareja imprime postales de su recorrido y las venden en los diferentes pueblos y ciudades a los que llegan. Además decidieron pasar la temporada trabajando en Tafí del Valle a fin de juntar dinero para seguir viajando. “Lo que uno recibe de la gente es de otro planeta, gente que no te conoce y te hace parte de su familia, te cuida como a su hijo o a su hermano y es muy gratificante”, asevera Belén.

La joven se emociona al hablar de sus afectos y de su familia, lo que más le cuesta del viaje. “El desapego y el desarraigo se trabaja todos los días, porque se extraña un montón. Tengo siete hermanos, tengo a mis dos viejos y se extraña mucho…”, dice con la voz quebrada. Aunque por suerte están a un mensaje de texto de distancia. “Mi abuela tiene 91 años y usa WhatsApp, es una genia”, ríe Belén. “Estás en contacto y sentís su cariño”, añade,

Junto a su perro recorren el país en bicicleta y se enamoraron de Tucumán

Las murallas de edificios de concreto, las rejas y puertas con llaves de vecinos que nunca se hablaron, el miedo constante al que está al lado. La vida en la ciudad, entre paredes de cemento y prisiones de trabajos de 9 a 6 de la tarde son un recuerdo lejano para este equipo nómada de dos ruedas. Seguirán volando donde los lleven las piernas, entre risas y ladridos.

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