Un estudio sobre San Pablo, el último ingenio que cerró

Un estudio sobre San Pablo, el último ingenio que cerró

La colección Humanitas presentó “Paisaje, azúcar y patrimonio”, tesis doctoral de Jacqueline Salim Grau que analiza las pautas culturales consolidadas en la zona desde 1832 hasta nuestros días.

TIEMPOS DE ESPLENDOR. Así lucía el ingenio. El año próximo se cumplirán 30 años de la última molienda.   TIEMPOS DE ESPLENDOR. Así lucía el ingenio. El año próximo se cumplirán 30 años de la última molienda.

El efecto dominó generado desde 1966 con el cierre de los primeros ingenios se extendió hasta 1992. Ese año cayó la última ficha: el San Pablo. Y no era una persiana más del inventario la que se bajaba. Estaba clausurándose un ciclo productivo de 170 años, inaugurado por el francés Jean Nougués en 1832. Para estudiar ese extenso período Jacqueline Salim Grau analizó los procesos culturales y sociales desarrollados en la zona de San Pablo y el resultado es “Paisaje, azúcar y patrimonio”, libro recientemente presentado por la colección Humanitas que edita la Facultad de Filosofía y Letras (UNT).

Se trata de la tesis doctoral de Salim Grau, publicada con el apoyo del programa Investiga Cultura, del Ministerio de Cultura de la Nación. Un trabajo que apunta a examinar el proceso de configuración del paisaje de San Pablo y su valorización como patrimonio cultural. Para eso fue imprescindible darles voz a los vecinos, recoger vivencias que suelen quedar de lado en esta clase de investigaciones y mirar como un todo a la fábrica, al área que la rodea, al cañaveral, a la infraestructura de la zona y al poblado azucarero.

“El paisaje está hablando de las pautas culturales y de cómo dominan el territorio -explica Salim Grau-. Es un paisaje que no sólo se ve desde la materialidad, sino desde las intenciones, los intereses y valores que encierran las formas, los tamaños, los colores. En el caso del azúcar estos procesos tienen que ver con las jerarquías sociales y con las relaciones de poder que se articularon en el territorio: dueños, administradores, obreros de fábrica, obreros del surco, peones, trabajadores temporarios... Cómo se percibían unos a otros, cómo se relacionaban y las brechas entre los respectivos estilos de vida”.

Salim Grau destaca algunos rasgos distintivos del San Pablo respecto de otros ingenios. Por un lado, el hecho de que durante prácticamente toda su vida activa se mantuvo en manos del mismo grupo empresarial, la familia Nougués, de 1832 a 1986. También fue el único que, además del poblado azucarero, desarrolló una villa veraniega aledaña en la sierra de San Javier -Villa Nougués-. “Tanto en el llano como en la montaña el ingenio estaba separado del pueblo por un límite físico -indica Salim Grau-. Esa sectorización de la que habla Olga Paterlini en su libro sobre los poblados azucareros”.

“El casco del San Pablo era un lugar obligado de recepción para las personalidades políticas y empresariales que venían a Tucumán. Allí se hablaba francés y se leía literatura francesa. Es más, el estilo arquitectónico, la vegetación y los jardines reproducen fragmentos de la Francia natal de Nougués”.

La ruptura se produjo en los años 80, con la quiebra de la empresa. El ingenio sobrevivió arrendado algunos años, hasta que la molienda de 1992 se interrumpió por el corte del gas. Al año siguiente la propiedad fue adquirida por la compañía Los Balcanes. La resistencia de los paulistanos al cierre definitivo se prolongó hasta el desguace de la fábrica. “El día que sacaron el trapiche, un símbolo como motor de la vida del pueblo, significó el fin. Se convencieron de que el San Pablo ya no iba a moler más”, sostiene la autora.

Salim Grau apunta que, al contrario de otros pueblos, en San Pablo no se produjo una emigración masiva, porque no hay un registro negativo en lo demográfico. Y que ante el desempleo que sufrieron los hombres fueron las mujeres las que salieron a trabajar, mayormente como empleadas domésticas o de comercio. La cercanía con la capital y con Yerba Buena fue clave en ese sentido. “Cuando entrevisté a José María Nougués me contó que, ya en los años 70, ellos sabían que a San Pablo la ciudad se lo iba ‘a comer’”, detalla la investigadora.

“Lo notable es que en la etapa posindustrial la fragmentación del territorio se mantiene -consigna Salim Grau-. Antes eran las jerarquías sociales del ingenio; ahora también se puede identificar una segregación socio-espacial: el pueblo, con los obreros, sus hijos y sus nietos; los barrios-dormitorio para la clase media; los countries; y la Universidad”.

La especialista

Jacqueline Salim Grau es Doctora en Ciencias Sociales; profesora y licenciada en Geografía (UNT). Máster en Conservación y Gestión del Medio Natural, Espacios Naturales y Desarrollo Sostenible por la Universidad Internacional de Andalucía. Es investigadora del INTEPH (Instituto de Investigaciones Territoriales y Tecnológicas para el Estudio y la Producción del Hábitat, Conicet-UNT).

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