“No hay registro de que Carlos Thays haya hecho el parque de Santa Ana”

Rita Valenzuela buscó el dato para incluirlo en su libro sobre la historia del pueblo y no aparece por ningún lado. El valor de la documentación.

FECHAS. Si el parque se inauguró en 1901 no pudo ser un regalo para los 15 años de la hija de Hileret. la gaceta / FOTO DE MARÍA TERESA PASQUERO (archivo) FECHAS. Si el parque se inauguró en 1901 no pudo ser un regalo para los 15 años de la hija de Hileret. la gaceta / FOTO DE MARÍA TERESA PASQUERO (archivo)
Guillermo Monti
Por Guillermo Monti 01 Septiembre 2021

Más hechos y menos mitos. Más documentos y menos relatos. Esa es la certeza que guió a la docente y escritora Rita Valenzuela cuando se propuso contar la historia de Santa Ana en el libro “Alquimistas de la vida”. De sus investigaciones se desprenden numerosos testimonios y algunos datos por demás llamativos, como la ausencia de registros que certifiquen que el famoso parque fue obra del paisajista Carlos Thays. El volumen forma parte de la colección que edita el Archivo Histórico de Tucumán y brinda una visión que opone la opulencia de la fábrica fundada por Clodomiro Hileret con las carencias del pueblo construido alrededor.

- ¿Cómo nació la inquietud de escribir sobre Santa Ana en “Alquimistas de la vida”?

- Vivo desde hace 34 años allí y mi interés al encarar este libro fue que todo lo que se cuente sobre Santa Ana esté basado en fuentes históricas. Circulan muchos mitos que no suelen estar fundamentados y cuando vamos a constatar las fechas resulta que no coinciden, que esos hechos no están registrados, no son reales. Otro de los motivos que me impulsó fue haber escuchado tanto acerca de la pujanza del ingenio y al mismo tiempo notar la vulnerabilidad del pueblo. Entonces me pregunté: ¿por qué tanta fama del ingenio y tanta vulnerabilidad de la población?

- ¿A qué conclusiones fue llegando?

- Quienes se beneficiaron de la opulencia del ingenio fueron su dueño, Clodomiro Hileret, y las elites políticas, literarias y religiosas que lo apoyaban. Hileret era una persona inteligente, que actuó en el momento justo y en el lugar justo, pero nada de esto estuvo al servicio de la gente. El pueblo de Santa Ana fue explotado por Hileret.

- ¿De qué manera?

- Una forma de tener dominados a los obreros era mediante la Ley de Conchabos. El gobernador Lucas Córdoba la derogó en 1896, pero varios ingenios continuaron implementándola de manera ilegal hasta 1940. Consistía en una “libreta de conchabos” que proporcionaba el patrón y demostraba que el portador no era un vago, de lo contrario lo llevaban preso. Era una manera de retener al trabajador, al que se pagaba con fichas acuñadas en el propio ingenio. Una moneda equivalía a un jornal diario. Como no eran de curso legal, únicamente se las podía cambiar en la proveduría, que quedaba en Villa Hileret. Por supuesto que el obrero quedaba con deudas, por lo que intentaba escaparse. ¿Quién aparecía entonces? El capataz, que lo detenía de forma violenta. Era una forma de vida despiadada.

- ¿Cuáles son los registros que dan cuenta de esta realidad?

- Cuando visitó Santa Ana en 1910, el ex presidente francés Georges Clemenceau escribió sus impresiones. Quedó sorprendido por la riqueza de la mansión de Hileret -que había muerto un año antes- y por la precariedad de los ranchos en los que vivían los trabajadores. Como no había agua potable se la sacaba de las acequias, alimentadas por el mismo río al que el ingenio tiraba los desechos. Por eso las numerosas patologías que circulaban.

- ¿Cuál era la gravedad de esta situación?

- Aproximadamente en 1916 llega a Santa Ana el doctor Honorio Folquer. Lo llevan para tratar los numerosos casos de paludismo, ya que el ingenio se estaba quedando sin mano de obra. En ese momento se crea un hospitalito de campaña, para atender a la gente. Esto escribió Folquer cuando llegó a Santa Ana: “la increíble paradoja de una miseria extrema, revelada en las flacuras esqueléticas, en las máculas del desaseo y los harapos que malcubrían los cuerpos macilentos, hipotróficos, anémicos y fatigados de hombres y mujeres, niños y ancianos de la población obrera en alarmante proporción”. Ese es el informe que él proporciona como médico que ha llegado a Santa Ana. Hay cosas del libro que no puedo releer porque me provocan llanto.

EL VOLUMEN. Integra una colección del Archivo Histórico. EL VOLUMEN. Integra una colección del Archivo Histórico.

- ¿Y con respecto a la educación? Se habla de Hileret como un gran impulsor...

- En 1901 se crea la escuela en el centro del pueblo, bien hecha, con materiales; pero en las colonias las escuelas eran ranchos de dos habitaciones. Además, como los niños trabajaban en el surco junto a sus padres, el índice de analfabetismo era muy elevado y eso está registrado en los censos.

- ¿Y en cuanto a las viviendas?

- En las casas que todavía están en Santa Ana no vivían los obreros, sino los empleados del ingenio. Pero si por cualquier cuestión dejaban de trabajar en la fábrica se los desalojaba inmediatamente. Más adelante, cuando el ingenio pasó a manos del Banco Nación, en la década del 30, mandaron comisiones para analizar cómo se vivía en Santa Ana. En esos registros del Banco está asentado que la gente compartía letrinas, que las casas tenían los techos rotos y les faltaban ventanas.

- Su libro habla también de los pueblos originarios y de su situación laboral en el ingenio...

- La mano de obra aborigen es algo que no se acepta y la realidad es que había aborígenes de pura sangre en la época de Hileret. Pero como el azúcar es blanca tenía que estar hecha por manos blancas. Hasta en la actualidad se niega la presencia de mano de obra de los pueblos originarios en Santa Ana, pero en el Archivo Histórico están los documentos que lo avalan.

- ¿Qué pasó con la mansión de Hileret en Santa Ana?

- No existe más. Se incendió en 1916 y sobre lo que quedó de esa construcción en 1934 empezó a funcionar la iglesia del pueblo. Hoy apenas hay una base en la zona del parque, nada más. Lo que sí existe es el antiguo chalet del administrador, al que mucha gente confunde con la casa de Hileret. De lo que se habla mucho es del parque que Hileret le regaló a su hija María Luisa cuando cumplió los 15 años. Eso es falso.

- ¿Cómo es eso?

- Se cuenta que María Luisa había tenido el sueño de que jugaba en un hermoso parque, entonces Hileret la manda a París junto con su mamá -Ángela Cayetana Dode- y a la vuelta la recibe con el parque terminado. Ahora bien, estamos hablando de que el parque se inaugura en septiembre de 1901 y en ese momento María Luisa no tenía 15 años sino ocho, porque había nacido en octubre de 1892. Además, Ángela Dode murió en 1900, así que no pudo haber acompañado a su hija en ese viaje. ¿En qué se fundamenta todo esto? En que las cosas se repiten y no se las investiga. Y no es ninguna proeza: se trata de ir a la genealogía y comparar fechas.

- ¿Y en cuanto a la obra de Carlos Thays en el parque?

- Me dirigí a la Gerencia Operativa del Patrimonio de Buenos Aires porque ahí están los archivos de Carlos Thays. Y no existe el parque de Santa Ana como obra de Carlos Thays. También me comuniqué con el bisnieto de Thays. Él busco en los archivos personales y no hay nada: ni fotos, ni bosquejos de diseños, ni registros. No existe nada que diga que Tahys diseñó el parque. También hablé con Sonia Berjman, que es una estudiosa de la obra de Thays. Ella tampoco tiene al parque de Santa Ana entre los trabajos de Thays. O sea, son muchas cosas que decimos porque las escuchamos. Yo fui a las fuentes y me encontré con esto. En cuanto a las fechas, me atrevería a decir que es inventada. Hileret murió en 1909, el parque puede ser de un poco más adelante. Con este tema no voy a descansar, voy a seguir investigándolo. En algún lugar tiene que estar el dato.

- ¿Por qué la decadencia tan rápida del ingenio tras la muerte de Hileret?

- Al morir Hileret quedan al frente sus tres hijos, pero dos eran menores y quedan bajo la tutoría de Miguel Cossio y Lucas Córdoba. A partir de 1912 hay un gran vacío en la información, un salto hasta 1930/32, cuando se decreta la quiebra de la empresa y el ingenio pasa al Banco Nación. Seguro que hubo mala administración, pero lo cierto es que no queda nada de los registros de la fábrica. Al parecer fueron quemados. En la Comuna no tienen nada, además se nota un gran desinterés, que viene desde hace muchos años.

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