

Por Rodolfo Burgos - Constitucionalista - Docente de la UNT
Desde 1958 y por iniciativa de la Federación Argentina de Colegio de Abogados se conmemora el día del abogado en la fecha de nacimiento de Juan Bautista Alberdi, justo reconocimiento para el que, en mi opinión, es el más destacado de los intelectuales que nuestra provincia expuso en la escena nacional.
Jurista, economista, diplomático y político, pero también polemista, músico y literato, es indudable que la mayor contribución de Alberdi a la Nación no fue su obra (admirable, inmensa, prolífica y polémica), sino la decidida intervención en el proceso de organización del país que culminó con la sanción de la Constitución Nacional, en 1853.
Cuando Urquiza derrota a Rosas en la Batalla de Caseros en 1852, Alberdi reconoce el momento ideal para darle al país una Constitución. Escribe entonces “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”, una obra fantástica que será fuente directa de la Carta Magna; aunque él, en una de sus cartas, dijera que “las Bases son un escrito ligero, hecho en 20 días de ocio en el feriado”.
Puede ser cierto que las “Bases” no sean un extenso tratado o, como se lo criticaba en la época, que contenía numerosas opiniones que Alberdi ya había expresado en diferentes artículos anteriores. Considero que sigue siendo un misterio entonces, cómo, en 20 días, sin luz eléctrica ni procesadores de texto, Alberdi va a condensar en un libro y de un tirón todas las ideas centrales que deben conducir al Poder Constituyente para alumbrar la Nación.
Con una pluma electrizante y una erudición admirable, Alberdi analiza los procesos que brindaba el derecho comparado, los ejemplos que había que seguir y los peligros que podrían presentarse. Fundamenta en exceso cada uno de los pilares de la arquitectura constitucional, el federalismo y la división de poderes. Discurre sobre las limitaciones necesarias al poder, como condición para el progreso, la protección a la prensa, el régimen municipal. Sus reflexiones sobre las obligaciones ineludibles del estado, como la instrucción y la seguridad, tienen vigente actualidad. Predica necesario un Poder Ejecutivo fuerte, un rey de leyes al que jamás se le permitiría hacer la ley ni inmiscuirse en la administración de justicia.
Las “Bases” contienen, además, un valiosísimo Proyecto de Constitución que fue de ineludible conocimiento y debate en la Convención Constituyente de Santa Fe de 1853.
Ingresa así en el panteón de los próceres nacionales, un niño huérfano de madre (Josefa Aráoz de Valderrama no pudo recuperarse del parto), que perdió a su padre Salvador a los 11 años, y que era considerado un debilucho. Allí Alberdi, como Sarmiento y Moreno, son los próceres de las ideas. Sus espadas son las palabras en la batalla de los argumentos.
Intelectual de fuste, Alberdi era consciente que la institucionalización era una condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo, pues la República como gobierno era el fin al que habían arribado los pueblos y nosotros estábamos comenzando por el final. La escasa valoración social que tiene la política en la actualidad demuestra otro acierto del tucumano.
Las ideas debían siempre impactar en la política y así lo demuestran las “Cartas Quillotanas”, que abren un debate imperdible (profundo e inconcluso) con Sarmiento. Allí, Alberdi enseña que en la política “hemos estado años ocupados en destruir, es menester aprender a edificar. Destruir es fácil, no requiere estudio; todo el mundo sabe destruir en política como en arquitectura. Edificar es obra de arte que requiere aprendizaje”.







