De “traición” y de tiempos

De “traición” y de tiempos

La recta final hacia las PASO intensificó naturalmente la campaña. A poco más de 20 días de las elecciones, los cruces de acusaciones y de gestos políticos bullen en las dos grandes facciones del oficialismo provincial. La interna entre los sectores que lideran el gobernador Juan Manzur y el vicegobernador Osvaldo Jaldo se vive en el territorio y en el plano discursivo.

Ambos espacios dicen tener encuestas que les permiten entusiasmarse y hacer ajustes en las áreas de las secciones electorales en las que los números son más flojos para uno u otro. La pelea se desarrolla dirigente a dirigente. En el manzurismo sostienen que el contar con la mayoría de los intendentes y de los comisionados comunales -los “ejecutivos”- será clave para las urnas. En esta instancia, apuntan a seguir reforzando el trabajo en San Miguel de Tucumán y algunos sectores del Oeste. La agenda de Manzur y de los precandidatos del espacio dará cuenta de esta intención durante esta semana que comienza.

Hombres cercanos al gobernador aseguran que los pases no están cerrados aún y sostienen que las conversaciones con algunos del otro lado continúan, aunque con algunos altibajos. En el jaldismo, en tanto, apuestan a seguir sumando referentes, sobre todo del interior, que ocuparon cargos ejecutivos y legislativos en otras gestiones. Prometen que habrá nuevas incorporaciones. Creen que podrán hacer la diferencia con el trabajo de esos representantes porque sostienen que Manzur no los cobijó en su momento.

En cuanto a los objetivos, son los mismos: Capital y el Oeste. Jaldo caminará esta semana todos los días por barrios capitalinos y seguirá recibiendo a políticos en la Cámara.

Otro punto coincidente de las previsiones de la dirigencia de los dos bandos es que el armado de la oposición que saldría tercero en cuanto a número de votos sería el que encabeza el intendente capitalino Germán Alfaro.

En cuanto a los discursos, las estrategias se traslucieron en los últimos actos. Por recomendación de sus asesores, Manzur y sus principales funcionarios y precandidatos salieron a desmentir que el gobernador tenga o haya tenido un proyecto reformista que lo habilitara para una eventual nueva reelección en 2023. Consideraron que con este argumento podrían desarticular la médula del discurso jaldista: la reforma de la Constitución. La recomendación de los especialistas habría sido no contestar más a ninguna polémica para evitar dar protagonismo a la contraparte. Jaldo y los suyos, en tanto, siguen con sus estrategias y siguen promoviendo la idea de poner “un freno” a Manzur. Apuntaron a los que afirman son los aspectos más flacos de la gestión, como la seguridad y la educación. Se sumó también el repudio a la entrega de subsidios.

¿Qué sigue? Ambos precandidatos le hablarán ahora al peronismo. En la Casa de Gobierno están convencidos de que Manzur, presidente del PJ, es el “conductor” y que cuenta con el número suficiente de representantes de pura cepa. En la Legislatura tienen una mirada distinta: opinan que Jaldo cuenta con mayor trayectoria en el justicialismo y con peronistas “incuestionables”. Consideran que Manzur no puede equipararlo en este aspecto.

Más allá de estas intenciones retóricas, hubo una palabra que se instaló en los escenarios de los actos: traición. Se trata del concepto que más irrita a los peronistas de todos los tiempos. Manzur trató de traidor a su ex compañero de fórmula y afirmó que el quiebre de la fidelidad se cocinó a “fuego lento” en relación a la elección del Defensor del Pueblo. Lo hizo durante un acto junto a Fernando Juri Debo, el ombudsman cuya reelección impulsaba el Ejecutivo y que finalmente fue reemplazado por el candidato legislativo Eduardo Cobos.

El vicegobernador respondió y calificó a sus contendientes de soberbios y ciegos porque tratan de traidor “a quien les dice la verdad en la cara” y que el que traicionó fue Manzur, pero a los tucumanos.

Los cercanos al titular del Ejecutivo explican que Jaldo cometió el pecado peronista al cuestionar la gestión sistemáticamente y al constituirse como el principal opositor desde la Cámara. Opinan que el rival adelantó demasiado la pelea por la gobernación en 2023 y que sus ansias de ser el sucesor lo cegaron. Le enrostran que no haya antecedentes locales de que un vicegobernador se plantara tan duramente en una confrontación interna y lamentan que haya “roto todos los códigos políticos” al dejar sin contratos a los legisladores del bando contrario.

Los allegados al presidente de la Cámara sostienen que no puede caracterizarse como traidor a quien por un lado, se quedó a pelear una interna dentro del movimiento tal como le pidieron y que por otro, propició una lista de unidad hasta último momento, según sostienen. También añaden que el desacuerdo no comenzó en marzo con la selección del Defensor, sino que ese fue el final de una confrontación subterránea. Argumentan que fue Manzur el que, a poco de ser reelectos, comenzó a marginar a Jaldo de los actos y de las decisiones oficiales. Y repiten que, en realidad, la frustración del gobernador sería no poder “traicionar a Jaldo como lo hizo con Alperovich y Cristina”.

Con esta virulencia territorial y discursiva ¿Qué pasará el día después de las elecciones? En las dos facciones saben que cambiará el escenario político, que octubre pasará a ser anecdótico y que el quiebre será definitivo.

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