La industria madre: la evolución de la actividad azucarera

La industria madre: la evolución de la actividad azucarera

A dos siglos de que empezó a moler el primer trapiche en la provincia, la evolución tecnológica, la legislación laboral y las decisiones económicas impactaron decisivamente en un sector clave en Tucumán.

EL IMPULSOR. Don Alfredo Guzmán proyectó la Estación Experimental. EL IMPULSOR. Don Alfredo Guzmán proyectó la Estación Experimental.
22 Agosto 2021

José María Posse
Abogado/escritor/historiador/miembro del equipo de Memoria, Identidad y Cutlria DATP 2021

Los éxitos en la maquinización de la actividad azucarera alentaron una gran euforia alrededor de nuestra industria madre. Comenzaron a implantarse nuevas fábricas: en 1882 José y Manuel García Fernández fundan el Ingenio Bella Vista; también nace el colosal Ingenio Santa Ana, fundado en 1889 por Clodomiro Hileret; en 1883 nace Santa Lucía, fábrica que, junto al Ingenio Los Ralos, integraría la poderosa compañía Avellaneda y Terán; en 1889 el Ingenio Santa Rosa de León Rougés y en 1894 La Florida, fundado por Pedro C. Méndez, para nombrar algunos.

Pero detrás de esa euforia aguardaban las dificultades. El crecimiento paulatino de los stocks de azúcar llevó a la primera gran crisis de superproducción de 1902, que el Gobierno de Tucumán debió salir a enfrentar acudiendo a la llamada “Ley del Machete”, que alentaba la supresión de plantíos de caña (prácticamente un monocultivo) y su dedicación a otra actividad.

EL CAMBIO TECNOLÓGICO. La innovación en las maquinarias es una constante en la actividad industrial. EL CAMBIO TECNOLÓGICO. La innovación en las maquinarias es una constante en la actividad industrial.

El problema social

Otro gran problema de esos primeros años del siglo XX fue la primera huelga obrera masiva que estalló intempestivamente en 1904. Como resultado de la revolución industrial operada en la pequeña provincia norteña, se necesitaron normas que protegieran al trabajador azucarero, en tiempos donde no existían legislaciones que asistieran a los operarios de fábrica o de surco. En ello trabajaron algunos legisladores como el doctor José Ignacio Aráoz, un incansable luchador por los derechos del campesinado agrario.

Los abusos existieron y fueron el germen de la leyenda negra de la industria azucarera, siendo célebre por ejemplo la leyenda del Perro Familiar del ingenio Santa Ana, que no eran sino métodos para reducir a obreros díscolos o que promovían justas reformas.

El libro de Juan Bialet Massé de 1904 sobre el “Informe del Estado de las Clases Trabajadoras en la Argentina” reflejaba el estado real de los trabajadores asalariados, pero a pesar de su crudeza, rescataba ejemplos dignos de imitar. Uno de ellos era el ingenio Esperanza de Tucumán: “ni el socialista más exigente podía imaginar mejores condiciones, que las que el ingenio les otorgaba a sus trabajadores”, afirmaba.

LA MANO DE OBRA. Los obreros aportan al crecimiento. LA MANO DE OBRA. Los obreros aportan al crecimiento.

A la tesis de los que escribieron las primeras páginas de la historia de la industria azucarera tucumana, donde todo era maravilloso, debe oponerse la antítesis de los que criticaron los abusos cometidos y las injusticias en las que sin duda alguna se incurrió. A esta altura de las circunstancias, se hace menester buscar la síntesis que nos muestre una realidad que muchas veces nos vuelve a la morriña de tiempos idos, cuando el esfuerzo conjunto de industriales y obreros creaba riqueza y bienestar sin necesidad de dádivas o clientelismos.

La actividad

Retomado el hilo del relato: paralelo a los contratiempos nacía la Estación Experimental Agrícola, proyectada por don Alfredo Guzmán. La entidad (llegó a estar entre las cinco más importantes del mundo) otorgaría a la industria una base científica que solidificó su desarrollo. Entre tantos avances que promovió, basta citar la renovación integral de las cepas de caña criolla que ya habían comenzado a degenerarse por las variedades cañeras de Java.

Al mismo tiempo la industria azucarera demostraba su efecto multiplicador en la actividad económica de la provincia y de la región. No sólo constituía la columna vertebral de ingenios y explotaciones cañeras, otorgando trabajo a una enorme cantidad de personas (en épocas de zafra se extendía a todo el noroeste, con gran cantidad de braceros de provincias vecinas que convergían a Tucumán). Nacieron actividades satélites a la industria: fabricantes de bolsas, fraccionadores, mecánicos especializados en el mantenimiento y reparación de maquinarias, empresas metalúrgicas para la fabricación de piezas y engranajes, transportistas de caña, consignatarios, etcétera.

Al mismo tiempo, las fuentes de trabajo se multiplicaban en la vasta cantidad de obras de irrigación que comenzaban a cruzar todo el territorio provincial.

Como resultado de esta fantástica conjunción de factores, comenzaron a surgir pueblos a la vera de los ingenios, en tal cuantía que puede decirse, hasta hoy, que la actividad azucarera fue el más grande factor de urbanización en el interior tucumano.

HACIENDA ESPERANZA. El germen de una planta modelo. HACIENDA ESPERANZA. El germen de una planta modelo.

La UNT

Estaría directamente vinculada a la industria azucarera la creación de la Universidad de Tucumán, que fue primero provincial y luego nacional. Una de sus secciones iniciales, que abrió sus puertas en 1914, estaba destinada al estudio de la Química y Mecánica y sus conexiones biológicas en su aplicación a la industria y agricultura de la región.

Palmariamente, la génesis misma de la Universidad Nacional de Tucumán puede rastrearse en el desarrollo de la actividad azucarera y en el requerimiento de las fábricas en contar con profesionales idóneos para la construcción, manejo y desarrollo de las grandes maquinarias y construcción de estructuras, como también el avance en los procesos químicos para la mejora del producto.

Su atención requería ingenieros civiles, mecánicos, electricistas, hidráulicos, como así ingenieros químicos para el tratamiento y mejor aprovechamiento del producido de la caña. Cada salto tecnológico debía ser aprovechado; en ello estaba el futuro de la economía tucumana.

El Álbum General de la Provincia de Tucumán, editado en el primer centenario de la Independencia Argentina, describe la organización universitaria de esos días integrada por las siguientes carreras: la Escuela Superior de Química y Agricultura, de la que egresaban ingenieros químicos y agrícolas (cuatro años de estudio); la Escuela de Agrimensura, que preparaba agrimensores en tres años; la Escuela de Farmacia, con tres años de formación, y la Escuela Normal y Vocacional de Mujeres, de cuatro años.

La generación conocida como del Centenario, que brilló en esos años, fue hija dilecta de la onda expansiva que significó, en los ámbitos económico, social y cultural, la industria azucarera tucumana. Varios de sus integrantes formaban parte del núcleo de familias ligadas a la actividad.

Historia reciente

La historia posterior es más o menos conocida. Comenzaron los primeros intentos de protección aduanera con la sanción de la Ley Saavedra Lamas en 1912, la creación de los primeros centros azucareros y las primeras cámaras gremiales. Quizás lo más significativo lo constituyó la creación de la Junta Nacional del Azúcar en 1945, que marca el inicio de la intervención directa del Estado en toda la actividad: desde la fijación del precio del producto al público hasta los salarios de empleados y obreros, pasando por el costo de la materia a los cañeros.

Por entonces se conformaron también los primeros nucleamientos gremiales de la actividad: la Fotia y la FEIA. También los cañeros se agruparon en la UCIT y posteriormente Cactu. Todo transcurría de manera convulsionada a la par de los acontecimientos políticos que sacudían a la Nación con sus lógicos coletazos en la provincia.

En 1966 el Gobierno nacional intentó una drástica reconversión de la actividad, al disponer compulsivamente el cierre de 14 ingenios, lo que dio como lógica consecuencia una serie de problemas sociales y económicos que se prolongarían por espacio de muchos años. Se calcula que 200.000 tucumanos emigraron de la provincia. Asimismo, entraron en crisis un sinnúmero de pequeñas industrias que dependían, como ya vimos, de la azucarera.

Poblaciones que habían sido florecientes se convirtieron en auténticos pueblos fantasmas de la noche a la mañana. Los remedios puestos en marcha para contrarrestar esa situación -entre otros el régimen promocional conocido como Operativo Tucumán- no lograron reactivar la actividad industrial de la provincia.

Lo demás puede considerarse historia reciente: las dificultades financieras y políticas, las crisis intermitentes, los precios internacionales, la cotización de la moneda, las campañas que pretenden mostrar efectos nocivos del azúcar en el organismo humano, el porcentaje del corte del bioetanol que se disputa con las provincias petroleras, etcétera.

Pero lo que debe rescatarse es el real significado del legado de nuestra industria principal. Su historia es la historia del Tucumán moderno, que logró su sitio de importancia en el mapa argentino gracias a una actividad nacida a 1.200 kilómetros del puerto de Buenos Aires, en mérito al esfuerzo y tesón de tucumanos, los que, venciendo dificultades sin cuento, nos dieron una fuente de riqueza y bienestar, que hoy debe ser medida en su justa dimensión.

Ninguna otra actividad en el país tuvo tanto impacto en una economía regional. Nos otorgó a los tucumanos identidad propia, orgullo auténtico, prosperidad, horizontes posibles.

La industria azucarera vuelve a darnos una oportunidad, no solo como fuente renovable de biocombustibles. En estos tiempos de economía globalizada, el turismo se ha convertido en una verdadera industria sin chimeneas. La Ruta del Azúcar es uno de tantos proyectos que merecen ser activados desde la provincia, con apoyo de la Nación y del BID.

Lo que decimos está lejos de ser una utopía. Tenemos el ejemplo de España, la que se ha transformado en la meca del turismo mundial, elevando las condiciones de vida de sus habitantes gracias al turismo histórico y cultural. Tucumán tiene no sólo bellezas naturales únicas, sino también una riqueza histórica y cultural inigualable. Sepamos aprovecharla.

Fuente documental:

Arsenio Granillo, (1870); “Provincia de Tucumán, Serie de Artículos Descriptivos y Noticiosos”, Tucumán.

Paul Groussac (1882), “Tucumán, Memoria Histórica y Descriptiva de la Provincia de Tucumán”, Edit. Biedma. Buenos Aires.

Emilio Schleh (1944); “Cincuentenario del Centro Azucarero Argentino, desarrollo de la industria en medio siglo”. Buenos Aires. “La industria Azucarera en su Primer Centenario” (1921), 1821-1921, Buenos Aires.

“Álbum General de la Provincia de Tucumán: en el Primer Centenario de la Independencia Argentina, 9 de Julio de 1816, 9 de Julio de 1916”. Enero de 1900.

Adolfo Dorfman (1970), “Historia de la Industria Argentina”, Solar, Buenos Aires.

Olga Paterlini de Koch (1987); “Pueblos Azucareros de Tucumán”, Tucumán.

 Eduardo Rosenzvaig (1986), “Historia Social de Tucumán y del Azúcar”, UNT, Tucumán.

Carlos Páez de la Torre (1980), “Un industrial azucarero: Wenceslao Posse” en Ferrari y Gallo (comps.); “La Argentina del Ochenta al Centenario”, Sudamericana, Buenos Aires; “Vida de don Alfredo Guzmán 1855-1951”, (1989), Estación Experimental Agro-industrial Obispo Colombres, Tucumán, 1989; “Tucumán al través de la Historia”; Fundación Banco Liniers Sudamericano S. A, Tucumán.

“Ruta del Azúcar”, proyecto aprobado por CFI, coautoría del arquitecto Ricardo Viola y José María Posse, convertido en Ley Provincial.

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