El motorhome en primera persona

El motorhome en primera persona

El relato de una tucumana que se atrevió a vivir sobre ruedas. Además, nos da valiosos consejos

VERSIÓN MINI. Las rodantes chicas son una gran opción para los novatos. VERSIÓN MINI. Las rodantes chicas son una gran opción para los novatos.

“Soy Flor Salinas. Soy tucumana, arquitecta y hace dos años y medio me fui de Argentina persiguiendo mi sueño de recorrer el mundo”, así se presenta esta comprovinciana que a continuación narra cómo fue su aventura de vivir en un motorhome:

Llegué a mi primer destino: Estados Unidos, donde descubrí la vida sobre ruedas. En cada lugar que visitaba, ya sea un parque nacional, una playa, o una ciudad, me llamaba la atención la cantidad de motorhomes, trailers y vans que veía. Familias enteras o gente sola. Todos motorizados y listos para frenar en el primer lugar que les guste para pasar la noche. Todos súper equipados, por supuesto, aquí es muy fácil y no muy caro camperizar una van o comprar todo lo necesario para equiparte y poder vivir sobre ruedas.

Casi obsesionada con sentir esa libertad, de poder despertarme con vista al Golden Gate en San Francisco, a orillas del Gran Cañón, o simplemente frenar y descansar donde el agotamiento me encuentre en la ruta, fue que con mi compañero de aventuras de ese momento, Martin, decidimos comprar una hermosa Chevy Astro 95.

Fue amor a primera vista. Un azul aturquesado radiante por fuera, tres filas de asientos adentro y un motor que estaba listo para una nueva aventura por las montañas de California.

Tomamos las medidas, compramos maderas que hicimos cortar exactas y construimos la cama. Conseguimos de casualidad un colchón ortopédico con memory foam, que es la cama más cómoda que he tenido y que voy a tener.

Almohadas de la misma calidad, una cocinita portátil que funciona con mini garrafas de propano. Fácil de armar, transportar y muy muy útil. Un par de ollas, platos, utensilios, tuppers organizadores para la ropa y la comida que cabían justo debajo de la cama.

Una conservadora y un hornito aromático con aceites esenciales y luces de navidad a pilas (mis favoritos). Eso fue todo y empezamos a recorrer las 8.000 millas que hicimos en esos meses de aventuras. Inolvidables.

Lo que más me gustó de esta experiencia es que podíamos ir a visitar amigos y quedarnos a dormir en nuestra van. Despertarnos al otro día y desayunar todos juntos. Siempre tenía todo lo necesario a mano: ropa, comida, bebidas, toallas, cepillo de dientes, cargador de celular. Es básicamente llevar tu casa con vos a todos lados.

Dormir en lugares asombrosos, conocer a fondo todos los lugares que visitamos. Nada era demasiado lejos para nuestra van.
Mi consejo para las personas que quieran hacerlo es que no tengan miedo. Que se animen a vivir la aventura, siempre existen campings y estaciones de servicio en los que podemos usar baños y comodidades cuando los necesitemos y también mucha gente dispuesta a ayudar, dando un lugarcito de sus casas para estacionar.

Mi mayor recomendación es hacerlo en primavera / verano. A veces el invierno puede ser muy crudo. Aún comprando aislaciones para los vidrios (nosotros en invierno teníamos cuatro frazadas, dormíamos súper abrigados y además usábamos bolsas de agua caliente, al mejor estilo abuela jaja).

A veces se extrañan las comodidades, no lo voy a negar, pero la libertad de vivir sobre ruedas es impagable. En este momento estoy arriba de un avión, volando para reencontrarme con ella (con la van), ansiosa y feliz de vivir una vez más unos meses sorprendentes. Esta vez, las dos solas.

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