Día 6 en los Juegos Olímpicos: así se gana una medalla

Día 6 en los Juegos Olímpicos: así se gana una medalla

Lo de Los Pumas en Tokio fue magnífico, no casual.

TÉLAM TÉLAM

Lo de Los Pumas en Tokio fue magnífico, no casual. Tuvo la épica que tanto nos gusta, pero a la vez ingresaba en el terreno de lo posible. El Seven argentino se mantiene en el top ten del ranking mundial -llegó a los Juegos en el noveno puesto- y esa plataforma le abría la puerta de una medalla. La de oro quedó fuera del alcance porque Fiji está en otro escalón, el bronce era muy difícil pero proponía una oportunidad concreta que el equipo supo aprovechar. 

Ese es el itinerario lógico de la conquista de un podio, así funciona el deporte de alta competencia. Fuera de lo excepcional, del batacazo casi imposible, ganan y celebran los que se mantienen en la elite durante años, pulseando con los mejores, derrotándolos de vez en cuando. Los Pumas son protagonistas del circuito internacional de Seven y en Tokio alinearon los planetas perforando el techo de tres rivales con rótulo de potencia: Australia, Sudáfrica y Gran Bretaña.

Santiago Gómez Cora dirige al Seven desde hace muchísimos años, tantos que es una especie de gurú de la especialidad apreciado y respetado fronteras afuera. El del juego de siete hombres es un proyecto que la Unión Argentina de Rugby bendijo en su momento y por eso cuenta con los recursos necesarios, tanto para conservar la vigencia en el plano internacional como para detectar y preparar a los rugbistas adecuados. 

Al cabo de tanto tiempo de trabajo coherente, consecuente, con objetivos claros, la medalla olímpica fue un fruto que el árbol debía regalar. Moraleja: si pretendemos trasladar el éxito de Los Pumas a otras disciplinas el único camino posible es el del largo plazo.

Después hay un componente clave, infaltable, que Los Pumas exhibieron en Tokio: talento. Y eso no se remite a las destrezas para manejar la pelota, que las tienen. Talento para explotar las condiciones físicas, talento para planificar los partidos y emplear las tácticas adecuadas, talento para administrar las fuerzas en un juego extenuante. 

Todo eso tuvieron Los Pumas olímpicos, también capacidad para afrontar los duelos decisivos privados de la inteligencia de Gastón Revol -el brillante estratega del equipo- y de la potencia de Matías Osadczuk. No fue sólo tackle y corazón, ese clásico del rugby argentino; la medalla olímpica requirió de Los Pumas una respuesta integral en el juego que ellos brindaron a la perfección.

Cabe la posibilidad –ojalá no sea así- de que esta sea la única medalla argentina en los Juegos Olímpicos. El panorama general es de pronóstico reservado. Tras vencer a China, Las Leonas accedieron a los cuartos de final de un torneo que les exigirá elevar el nivel a la hora de los cruces. Van de menor a mayor y eso es alentador. En el caso del voley, podía suponerse que la derrota a manos de Brasil en un partido que parecía ganado demolería el ánimo del plantel. No fue así y lo demostraron superando a Francia por 3-2, con un Facundo Conte superlativo. Nuestro voley siempre da margen para las (buenas) sorpresas.

La vela siempre nos da satisfacciones y alimenta nuestro medallero. La dupla Lange-Carranza empezó a defender el oro obtenido en Río de Janeiro con un quinto puesto parcial en la clasificación general. Están listos para dar el zarpazo en la clase Nacra 17, al igual que Facundo Olezza, que marcha quinto en la clase Finn. Al resto de las tripulaciones, en cambio, los vientos del litoral japonés los mantiene lejos de la lucha por la punta.

El tenis argentino le dijo adiós a Tokio y no puede sorprender. Lo irregular de la marcha de Diego Schwartzman en el circuito ATP se reflejó en la cita olímpica, con el agregado de que se cocinó en una cancha que parecía un horno. La organización anunció que reprogramará el horario de los partidos a causa del calor. Tarde para Schwartzman, eliminado en tercera ronda. También fue despedida en el dobles mixto para Podoroska-Zeballos, dupla improvisada que tuvo la mala suerte de toparse con los especialistas australianos.

Quedó la sensación de que el boxeador Mirco Cuello estaba para algo más, aunque los jurados no lo vieron así y en fallo dividido le dieron la victoria al tailandés Butdee. Julia Sebastián no logró superar la eliminatoria de los 200 metros pecho y Lucas Rossi tampoco avanzó en canotaje. En cuanto a Los Gladiadores, sumaron la tercera caída consecutiva -esta vez los venció Noruega- y hasta aquí el análisis es que el equipo alcanzó su pico de rendimiento en el Mundial y llegó a Tokio un poco más abajo en esa curva de preparación. 

De todos modos, las distancias que nos separan del handball europeo siguen siendo insalvables y un dato aportado por el español Manolo Cadenas, técnico de Los Gladiadores, merece toda la atención: al handball argentino le falta recambio y no asoman jóvenes a la altura del plantel actual.

Para el final, el apunte de que el seleccionado de fútbol no estuvo a la altura, ni adentro ni afuera de la cancha. En este último aspecto fue más de lo mismo: el caos organizativo de la AFA, el boicot de los clubes que negaron jugadores, el desprecio a los Juegos Olímpicos de la patria futbolera. Fernando Batista no llevó a Tokio el grupo que tenía en mente al contrario, por ejemplo, de Brasil, que reforzó a sus jóvenes estrellas con Dani Alves y Richarlison.

Después, a la hora de jugar, la Selección fue un equipo cansino, carente de frescura y de imaginación, escasamente dotado de talento y sin un funcionamiento que supliera todas esas carencias individuales. Perdió jugando mal con un rival del montón como Australia y arañó el empate frente a una España claramente superior, sobre todo en la calidad de los jugadores. Eliminados por diferencia de goles, sí, pero sobre todo por todas esas carencias que realmente deberían preocuparnos.

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