Un maestro, siempre

Un maestro, siempre

Semblanza de Roberto García.

22 Mayo 2021

María Stella Taboada

Docente-Lingüista

Para quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo como alumnos, colegas y compañeros de trabajo, Roberto fue siempre un maestro, de los que dejan bitácoras imborrables. Atento a las últimas contribuciones de la ciencia, no me cabe duda -y lo digo con enorme admiración- de que era, en su trayectoria como investigador y docente, quien más sabía de Lingüística en el NOA. Se pasaba horas indagando bibliografía actualizada en varios idiomas, traduciendo para sus alumnos y para quien lo necesitara, con una enorme generosidad, poco usual en la Academia. Su saber era siempre para los demás. Nos enseñó que la ciencia se hace y se comparte socialmente, siempre desde posicionamientos rigurosos, reflexivos y críticos: sus compromisos con el saber científico y la formación profesional en la Universidad Pública. Aprendimos con él -y con su compañera de la vida, “la Teresita Bernasconi”- el derecho inclaudicable a pensar y decir independientes, en voz alta. Aprendimos que los principios no se negocian. Por eso -y lo digo, aunque lo imagino retándome- no aceptó, como muchos otros sí, el ascenso “a dedo” en su cargo docente durante la última dictadura.

Otro principio: su humildad. Roberto era de esos profesores sabios que jamás hacían alarde de lo que sabían ni de lo que habían construido en su quehacer. Tal vez por eso muchos no sepan que recibió elogios del mismo Julio Cortázar por un estudio que hizo de su obra (y de nuevo impugno sus secretos, con orgullo y empecinamiento, aunque se enoje). Lo sigo viendo, caminando pausado el tercer pasillo de la Facultad, erguido, con su sonrisa y su saludo amable para todos. Lo sigo, lo seguimos, extrañando en sus aportes certeros cuando nos acometían las dudas y con sus ironías sorprendentes con las que mitigaba críticas. Sigue estando, con su obsesión por lograr la palabra justa, exacta, para el artículo final de investigación. Solía bromear, cuando en el antiguo edificio de la Facultad se abrían y cerraban puertas por el viento, que eran los espíritus de los profesores que volvían a recorrer las aulas. Estoy segura que hoy, en esa facultad vacía por la pandemia, Roberto vuelve a revivirla con su presencia indeleble.

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