“La obra de Yupanqui toma examen a cualquier iniciativa”

“La obra de Yupanqui toma examen a cualquier iniciativa”

La mirada de Roberto Chavero, hijo de don Ata, sobre el proyecto que el Poder Ejecutivo envió a la Legislatura para construir un museo en Acheral.

Una zamba reza en la madrugada. Una mirada lunar le desnuda un sentimiento. El galope de un paisano siembra ecos de un pueblo en el cerro. “Hace más de 50 años que comencé a hacer mis viajes entre Tucumán y Tafí del Valle. Para hacer esa travesía de 30 horas, cuesta arriba, cuesta abajo, tres cerros, algunas quebradas y un largo faldeo en el valle de Las Carreras para entrar a Tafí, yo tenía una mula en Acheral, una deliciosa aldea, que conocí, amé y jamás olvido: Acheral, de Tucumán. Ahí tenía mi mula y de ahí salí ocho o 10 veces durante ocho o 10 años seguidos; jamás fui en automóvil a Tafí del Valle, siempre al montao, desde Acheral hasta Tafí del Valle. Eso con el tiempo me trajo este montón de recuerdos y de ideas, y las ganas de decirle mi amor y mi cariño, mi recuerdo permanente a Tucumán, a Acheral y sobre todo, a la luna tucumana. Porque yo salía a las cuatro de la mañana, ensillaba mi mula, salía y recién amanecía en el faldeo, a mitad del camino. Vale decir que la luna me acompañó siempre, por eso digo en los versos: ‘yo no le canto a la luna porque alumbra y nada más, le canto porque ella sabe de mi largo caminar’”, contaba Atahualpa Yupanqui.

Una docena de años atrás, floreció la buena idea de que el creador de “Luna tucumana” tuviese un museo en Acheral. Con el tiempo dejó funcionar; se lo reabrió, pero luego el silencio volvió a derrotarlo. Hace unos días, el Poder Ejecutivo envió un proyecto a la Legislatura con el objeto de “avanzar con el plan para la construcción de un museo en Acheral dedicado a la obra, la memoria y la trayectoria del folclorista Atahualpa Yupanqui”. En la iniciativa se solicita la sanción de un proyecto de expropiación de una serie de terrenos ubicados en la intersección de las rutas 307 y 38.

“La puesta en marcha de este museo conllevará a innumerables beneficios para la comunidad de Acheral, que aprovechando el impacto turístico podrá generar una oferta de servicios que complementen la experiencia y den respuestas a las necesidades de los turistas, con lo cual el desarrollo de la actividad contribuirá al crecimiento socioeconómico de los pobladores locales”, se expresa en los considerandos de la iniciativa, firmada por el gobernador Juan Manzur y el ministro de Desarrollo Productivo, Álvaro Simón Padrós.

Se destaca el valor que tendría la construcción y montaje de un museo, que “como espacio interpretativo permita perpetuar su memoria y rinda un homenaje a este gran cantor, poeta, guitarrista y compositor, verdadero embajador del folklore norteño en el país y en el mundo”.

La noticia ha sido nuevamente bien recibida por Roberto Coya Chavero, hijo de don Ata, que participó activamente de la primera iniciativa, a través de la Fundación que preside.

- En 2009 se inauguró en Acheral el museo, a partir de un convenio suscrito por la Fundación Yupanqui, el Ente de Turismo de Tucumán y la comuna de Acheral, que cerró sus puertas en 2013. Aparte de los argumentos presupuestarios esgrimidos, ¿por qué cree que fracasó la iniciativa?

- En realidad, se arrancó pensando en un proyecto de tiempo limitado. Se fue renovando el convenio hasta que, según las autoridades, no había presupuesto para sostenerlo. No creo en los fracasos. Creo en la experiencia cuando ella sirve de reflexión y se utiliza para no repetir los errores, para ampliar la perspectiva de trabajo. En su momento presentamos varias propuestas que nos parecían necesarias para darle largo aliento y colaborar con el proceso cultural y educativo de la provincia y del país.

- ¿Qué impresión le produce este nuevo proyecto y de qué modo cree que podría perdurar en el tiempo, una vez concretado?

- En general, con la figura de mi padre nos damos con una situación que se repite en distintos ámbitos, producto de una sociedad que basa gran parte de su funcionamiento en lo efímero, en lo superficial. La foto del día parece muchas veces el objetivo final. Y con Yupanqui no es así. No porque lo pretenda yo. Su obra toma examen a cualquier iniciativa. Esto lo digo por experiencia propia. Si el proyecto, cualquiera sea, tiene un fundamento sólido, profundo y decide sostener una forma de ver el mundo, la existencia misma del ser humano, aun cuando se referencie en un contexto regional, como sería el caso de la provincia de Tucumán, la iniciativa va a ser provechosa en un amplio sentido: humano, educativo, cultural y económico también. Pero si se funda en la idolatría por la figura, la exaltación de la persona, entonces seguramente se cometerá el error de no ver la perspectiva inmensa de una obra, un pensamiento que trascendió fronteras no solo físicas, sino lingüísticas y culturales por su original manera de expresar los antiguos dilemas de la humanidad desde una cultura criolla, nacional y profundamente americana, tomando los elementos universales de esta.

- ¿Cuál sería la participación de la Fundación Yupanqui?

- Ignoro si las autoridades tienen intención de contactarnos o si han pensado en la posibilidad de convocarnos a colaborar. De todas maneras, el uso de la figura y del nombre está claramente amparado por la ley. Además, en su momento quedamos en buenas relaciones con el actual titular de Turismo. Sería un gusto volver a respirar el aire tucumano y disfrutar de sus noches en los valles y en los cerros.

- ¿Qué lugar ocupaban Acheral y Tucumán en el corazón de don Ata?

- Acheral era inolvidable para mi tata. Era el puerto donde desembarcaba cada vez que regresaba al pago. También para nosotros significó un hito importante pues fue la posibilidad de aproximarnos a un mundo que él transitó y que no conocíamos.

- ¿Cree que está vivo el legado de don Ata en Tucumán o sigue en deuda con quien no solo lo cantó, sino que lo llevó por el mundo y siempre hablaba además de su tucumanidad?

- Diría que los argentinos estamos en deuda con nosotros mismos por no haber ahondado en la comprensión y estudio de la obra de mi padre. En las veces que estuve en Tucumán, pude comprobar que sus canciones siguen en el corazón de muchos tucumanos. La obra de mi padre es una gran oportunidad. Está en cada uno aprovecharla con sentido humanista para construir un mundo distinto. Su última presentación en vida fue en Zurich en 1992, un mes antes de morir. Allí, con escasas fuerzas ya, dijo el poema “Hermanito del mundo”. Para nosotros es un mandato: “Dame tu pan hermano, bebe mi vino/ y sigamos andando por el camino./ Yo te daré mi copla que es mi destino./ ¿Me has entendido hermano? ¿Me has entendido?/ Detrás de las palabras hay un sentido./ Hagamos otro mundo para los niños./ Hagamos otro mundo para los niños”.

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